El Thyssen se sumerge en las sombras
La pinacoteca dedica la apuesta de su temporada al uso de la penumbra en el arte
En una ¨¦poca en la que los ¨¢nimos de todo el mundo se han vuelto por lo general sombr¨ªos, parece particularmente oportuno recrearse en la sombra, descubrir los modos en los que ¨¦sta ha sido representada, visitando la exposici¨®n que con el t¨ªtulo de La sombra se inaugura hoy en el Museo Thyssen de Madrid.
En su breve ensayo acerca de la sombra en la pintura, el gran historiador E. H. Gombrich se?ala la poca fortuna que la sombra proyectada ha tenido en la historia del arte. Entre los pintores, incluso entre los m¨¢s eminentes, han sido minor¨ªa los que la han tenido en cuenta. Las razones son variopintas, si bien quienes saben de ello aducen dos fundamentales: por un lado, las religioso-metaf¨ªsicas, que, desde el neoplatonismo, la identificaban con el mundo de las apariencias (la caverna plat¨®nica) y hac¨ªan de ella, por tanto, un motivo escasamente atractivo en una iconograf¨ªa imbuida de teolog¨ªa cristiana, y, por otro, las de ¨ªndole t¨¦cnica, debidas a la renuencia de los pintores a enturbiar sus composiciones con un elemento tan ubicuo y distorsionador.
La mayor¨ªa de los pintores antiguos muestra desinter¨¦s por la sombra
La sombra se deja ver marginalmente en el Renacimiento, estrechamente relacionada con el inter¨¦s por la perspectiva; aunque anecd¨®tica, pues es la luz la que ostenta el protagonismo, tiene una novedosa vida en el Barroco, sobre todo con los seguidores de Caravaggio, que conciben sus obras para refulgir en la oscuridad iluminada por las velas; y reaparece, asociada ya a lo tenebroso y siniestro, en el Romanticismo; pero no es hasta el siglo XX cuando atrae por s¨ª misma la atenci¨®n de un n¨²mero considerable de artistas. En realidad, antes del pasado siglo pr¨¢cticamente s¨®lo aparec¨ªa como motivo central en las representaciones del mito del nacimiento de la pintura que, siguiendo a Plinio el Viejo y a Quintiliano, lo situaban en los primeros intentos de delinear el contorno de la sombra de un hombre, as¨ª como en las contadas recreaciones del episodio de la vida de san Pedro en el que ¨¦ste sana a unos enfermos imponi¨¦ndoles su sombra.
El extra?o desinter¨¦s de la mayor¨ªa de los pintores antiguos por la sombra fue paralelo al abandono de su estudio por la historiograf¨ªa del arte. Curiosamente, los tres libros que hoy se manejan como cl¨¢sicos acerca del tema se publicaron hace poco m¨¢s de veinte a?os: el ya mencionado de Gombrich, y los de M. Baxadall y Victor I. Stoichita.
Stoichita es el comisario de la muestra del Thyssen, y resulta inevitable relacionar la suya con la que sobre el mismo tema se celebr¨® en 1995 en la National Gallery de Londres, con la que por cierto guarda coincidencias, como esa maravillosa pieza del taller de Rembrandt titulada Hombre sentado leyendo en la mesa de una habitaci¨®n noble, en la que la sombra de una vidriera invade en diagonal todo el espacio superior del cuadro. A diferencia de aqu¨¦lla, en la que se expon¨ªan apenas medio centenar de obras, todas de gran categor¨ªa, en esta de Madrid, que re¨²ne 144 entre pinturas y fotograf¨ªas, parece haberse privilegiado el hilo cronol¨®gico y la tangencialidad de la mirada. Por eso, y porque tal vez no todos los pr¨¦stamos han sido posibles, re¨²ne obras de disparejo inter¨¦s junto a ausencias notables como las de Vel¨¢zquez, Tiziano o Vermeer, algunas de las cuales s¨ª han sido rese?adas en el cat¨¢logo.
La muestra se abre, a modo de pr¨®logo, con algunas alegor¨ªas del nacimiento de la pintura, entre las que destacan un lienzo de Mat¨ªas de Arteaga hasta hace no mucho atribuido a Murillo, y prosigue desde el Renacimiento hasta nuestros d¨ªas a trav¨¦s de ocho cap¨ªtulos que siempre ofrecen ocasi¨®n para una parada. Qu¨¦ deliciosa ingenuidad, por ejemplo, la tabla titulada La huida de Egipto, de Giovanni di Paolo, en la que casi todos los elementos ostentan su sombra correspondiente, pero no as¨ª las figuras sagradas que aparecen en el primer plano. O la teatralidad chinesca de las alargadas sombras de la Negaci¨®n de san Pedro, de Jean Lecrerc. O Corral de locos, de Goya, en el que, a la sombra de un patio cerrado, un grupo de dementes se desga?ita bajo un cielo impasible a su suerte. O Autorretrato junto al caballete, de F¨¦lix Nussbaum, en el que su escu¨¢lida sombra y los frascos de veneno de la paleta reflejan los miedos que sobre ¨¦l se abat¨ªan mientras se refugiaba de los nazis en ?msterdam. O Bailar¨ªn bajo el cielo, de Max Ernst, en el que la sombra de una figura se escapa, por el marco, de la superficie plana del cuadro.
En su clarividente ensayo Elogio de la sombra, el escritor japon¨¦s Tanizaki dice que mientras que la cultura oriental se recrea en la sombra, en Occidente hemos tratado de huir de ella. Quiz¨¢ su aparici¨®n en la pintura no haya sido posible hasta que, merced a la t¨¦cnica, los interiores estuvieron uniformemente iluminados. No vayamos a hacer ahora como el desgraciado Peter Schlemihl de la f¨¢bula de Chamisso, que vendi¨® la suya por una bolsa de oro y nunca recobr¨® la paz.
Marcos Giralt Torrente es autor de Los seres felices y Par¨ªs.
Recorrido
La muestra se divide en dos grandes bloques:
- Primero. En el Thyssen se recorre la obra de artistas y movimientos que, desde el Renacimiento hasta finales del XIX, han utilizado la sombra.
- Segundo. El siglo XX centra el contenido de las salas de exposici¨®n de la Fundaci¨®n Caja Madrid. Se abre con una secci¨®n dedicada a las "sombras y luces de la modernidad", representadas a lo largo del siglo XX, con especial atenci¨®n al surrealismo y al expresionismo alem¨¢n.
- Pintores. Entre otros, Van Eyck, Rembrandt, Georges de La Tour, Goya, Pissarro, Monet y Rusi?ol: del XX, Edward Hopper, Picasso, Magritte y Dal¨ª. Tambi¨¦n, el uso l¨²dico de la sombra en la fotograf¨ªa de Man Ray o en las experiencias cinematogr¨¢ficas de Murnau, Orson Welles o Peter Greenaway.
Babelia
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