Desde Congo con valor
Desde que Joseph Conrad eligiera el r¨ªo Congo para llevarnos al coraz¨®n de las tinieblas, ese pa¨ªs ha sido sin¨®nimo de atrocidad. Pareciera que la pureza de sus recursos naturales s¨®lo fuera comparable con la pureza del horror que all¨ª parece haberse instalado. Los conflictos que all¨ª se suceden son como las matrioskas rusas; dentro de cada una siempre hay otra. As¨ª, a los conflictos entre los gobiernos de la regi¨®n se a?aden las guerras civiles en cada uno de los Estados de la regi¨®n, y dentro de cada uno de ellos hay guerras a¨²n m¨¢s odiosas, como la que tiene lugar contra los ni?os, frecuentemente secuestrados para ser esclavizados como sirvientes y guerreros de las milicias, y las mujeres y ni?as, v¨ªctimas de un nivel de violencia sexual que rebasa todo lo imaginable. Todo ello confluye en el Congo oriental, convertido en un enorme sumidero de odio y caos.
En Espa?a a¨²n no se ha planteado un debate sobre los procedimientos de las misiones de paz
Pero que nadie se confunda: la crueldad extrema no es un producto aut¨®ctono, sino que ha sido cuidadosamente cultivada por d¨¦cadas de explotaci¨®n, anarqu¨ªa e impunidad. Como narra Adam Hochschild en la magistral obra El fantasma de Leopoldo, la colonizaci¨®n de Congo bati¨® todos los r¨¦cords de crueldad e ignominia, incluso en una ¨¦poca como aquella donde los est¨¢ndares de derechos humanos eran inexistentes. Mediante una h¨¢bil campa?a de imagen internacional, el rey Leopoldo II logr¨® poner todo ese inmenso territorio bajo control de una sociedad supuestamente filantr¨®pica (la Asociaci¨®n Internacional del Congo) que no fue m¨¢s que una pantalla para enmascarar un hecho sin precedentes: el saqueo de un pa¨ªs para su exclusivo beneficio personal y sin ning¨²n control por parte del Estado belga.
El enga?o fue tan fant¨¢stico que hasta Estados Unidos, que siempre rechaz¨® el colonialismo europeo, cay¨® en la trampa, siendo el primer Gobierno en reconocer la autoridad de Leopoldo II sobre el territorio. En la moci¨®n de reconocimiento, el Senador Morgan, presidente del Comit¨¦ de Relaciones Exteriores del Senado, lleg¨® a aseverar: "Se puede afirmar con toda certeza que ning¨²n pueblo b¨¢rbaro ha aceptado con mayor prontitud la benevolente tutela ofrecida en esta empresa, y que nunca hubo empe?o m¨¢s honesto para asegurar su bienestar". Lo que sigui¨® fue la esclavizaci¨®n de cientos de miles de personas para trabajar en el caucho, incluyendo una pr¨¢ctica, la amputaci¨®n de manos, que ha llegado hasta nuestros d¨ªas.
Desde Espa?a, el pasado de Congo nos puede resultar lejano, pero no as¨ª su presente. En octubre de 2008 caus¨® enorme sorpresa la dimisi¨®n del general D¨ªez de Villegas, el espa?ol al mando del contingente de 17.000 cascos azules en Congo, tras s¨®lo tres semanas al frente de la misi¨®n. Detr¨¢s de un "motivos personales", la prensa internacional intuy¨® desacuerdos con la misi¨®n. D¨ªas despu¨¦s de su dimisi¨®n, la ofensiva de las milicias tutsis del autoproclamado general Laurent N'kunda provoc¨® el ¨¦xodo de 250.000 personas y un recrudecimiento de las atrocidades contra la poblaci¨®n civil.
La misi¨®n de la ONU (MONUC) se vio desbordada, incapaz de contener las matanzas. En lugares como Kiwanja, periodistas de The New York Times documentaron el asesinato de unos 160 civiles desarmados por parte de las milicias tutsis en los aleda?os de la base de los cascos azules paquistan¨ªes. D¨ªas despu¨¦s, en noviembre, el Consejo de Seguridad aprob¨® el despliegue de 3.000 nuevos cascos azules, pero todo el mundo, Europa incluida, mir¨® disimuladamente hacia otro lado para no darse por aludido. Y aunque el general N'kunda ha sido detenido, su segundo, Bosco Ntaganda, buscado por la Corte Penal Internacional por cr¨ªmenes como el de Kiwanja, est¨¢ ahora al mando de las milicias tutsis.
Gracias a la publicaci¨®n ayer por este diario del informe que el general D¨ªez de Villegas entreg¨® a Naciones Unidas, sabemos que la misi¨®n de la ONU no estaba adecuadamente preparada para hacer frente a lo que se le vino encima. Hace una d¨¦cada, una misi¨®n de la ONU igualmente mal concebida y sin medios suficientes asisti¨® impotente al asesinato en Srebrenica, a manos del Ej¨¦rcito serbobosnio, de m¨¢s de 8.000 civiles que estaban bajo su custodia. Ante la gravedad de los hechos, el Parlamento holand¨¦s abri¨® una investigaci¨®n interna que llev¨® a replantearse las condiciones de participaci¨®n del Ej¨¦rcito en misiones de paz bajo mandato de la ONU. Igualmente, en Canad¨¢, el testimonio del general Romeo Dallaire, al mando de los cascos azules durante el genocidio en Ruanda, sirvi¨® para examinar a fondo los procedimientos bajo los que operan las misiones de paz de Naciones Unidas. En Espa?a, sin embargo, este debate no se ha planteado, aunque es igualmente necesario: contribuir al multilateralismo y creer en el papel de la ONU tambi¨¦n conlleva la obligaci¨®n de ser cr¨ªtico y exigir responsabilidades cuando las cosas salen mal. Visto desde esta perspectiva, la dimisi¨®n del general D¨ªez de Villegas deber¨ªa ser considerada un acto de valor. jitorreblanca@ecfr.eu
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