Arte: el fin de la era de los banquetes
La crisis ha afectado profundamente a las artes visuales, uno de los territorios m¨¢s rentables de la llamada "industria cultural". ARCO, que se inaugura esta semana, permitir¨¢ valorar su estado actual
Fue el verano pasado: las gentes se desperezaban a¨²n de las vacaciones. Entonces se hablaba de ciertos cambios en el mundo de arte, de los nuevos coleccionistas de Rusia o de algunos pa¨ªses con millonarios emergentes, pero nadie sospechaba la magnitud de la debacle financiera y econ¨®mica que el planeta estaba a punto de presenciar, de propiciar.
As¨ª que la noticia se le¨ªa a medio camino entre gesto conceptualizante y deseo urgente de cash -ninguna de las dos cosas grandes novedades en el mundo del arte-. Y pese a todo, como si de un presagio oscuro se tratase, el asunto acaparaba las primeras p¨¢ginas al lado de la absurda calavera cubierta de brillantes: el artista ingl¨¦s Damien Hirst vend¨ªa buena parte de su producci¨®n en una conocida sala de subastas londinense y lo hac¨ªa, adem¨¢s, de forma directa, sin intermediarios, sin galeristas ni marchantes, organizando la operaci¨®n desde su puesta en escena corporativa. El propio Hirst daba una explicaci¨®n elegante para sus "restos de temporada": la venta simbolizaba el deseo de comenzar una nueva vida art¨ªstica. Sin embargo, para muchos el despliegue obedec¨ªa m¨¢s bien al consejo de su conocido asesor financiero: vende ahora porque las piezas han llegado a su tope.
?Hasta d¨®nde recortar¨¢n los millonarios y las instituciones p¨²blicas sus inversiones en arte?
En tiempos de crisis se suele regresar a lo seguro, a lo previsible, a las obras clasicistas
"Qu¨¦ a tiempo", debieron pensar los implicados en la operaci¨®n semanas m¨¢s tarde, en medio del colapso de las grandes corporaciones. Ninguno de los pron¨®sticos se iba a hacer realidad: la venta de los artefactos de Hirst no cambi¨® el modelo del mercado del arte, ni hizo desaparecer a las galer¨ªas, entre otras cosas porque son pocos los creadores que tienen un aparato organizativo que los respalde con tanta eficacia.
Pese a todo, visto con meses de colapsos a la espalda, sumergidos en un cambio de paradigma de dimensiones que parecen imposibles de vaticinar, llama la atenci¨®n la perspicacia y no s¨®lo el sentido comercial del artista brit¨¢nico: ?c¨®mo no entendimos que si uno de los m¨¢s agudos comerciantes de la escena art¨ªstica vend¨ªa masivamente hab¨ªa llegado la hora de vender?
Claro que al ver todos aquellos formoles de vacas y moscas llenando la sala de subastas, antes frecuentada por objetos lujosos y grandes maestros, llevados hasta la puerta casi por el artista en persona adem¨¢s, intuimos que algo pasaba. Se pens¨® -qu¨¦ incautos- que el mercado del arte -y hasta el mundo del arte- estaba saturado. Lo probaban, adem¨¢s, otras subastas millonarias de los nuevos viejos maestros, por ejemplo Bacon o Warhol, que hab¨ªan llegado a cifras astron¨®micas al alcance s¨®lo de las nuevas fortunas.
Ahora se sabe que el problema ten¨ªa mucha mayor envergadura: lo que estaba saturado es un sistema entero para el cual, por ahora, tampoco hay alternativa precisa, parecer¨ªa. Y mientras lo decimos no acabamos de cre¨¦rnoslo. Lo decimos y queremos pensar que estamos hablando a¨²n de cosas sin mucha trascendencia, curiosidades como la noticia veraniega de Hirst. No obstaste, si es cierto que el sistema y sus f¨®rmulas est¨¢n en medio de una crisis severa, tal vez merecer¨ªa la pena preguntarse por el futuro de esa forma de consumo cultural que se ha ido desarrollando en estos ¨²ltimos a?os de manera inusitada desde lo p¨²blico y lo privado; entre todas las capas sociales, entre quienes poseen los artefactos art¨ªsticos y quienes se limitan a mirarlos. El arte est¨¢ de moda: no se puede negar.
A medio camino entre f¨®rmula de entretenimiento e icono de prestigio, las artes visuales han pasado a ser uno de los territorios m¨¢s consolidados y m¨¢s rentables de eso que se ha dado en llamar "industria cultural". Entre grandes coleccionistas y museos, pasando por las pol¨ªticas locales o el fen¨®meno tur¨ªstico, ha ido surgiendo un cada vez m¨¢s creciente inter¨¦s no ya por Goya, Leonardo o Manet, sino por las producciones contempor¨¢neas. Y es aqu¨ª, quiz¨¢s, donde surge la peculiaridad del fen¨®meno, el camino hasta cierto punto inverso que se ha recorrido. El actual ¨¦xito masivo de instituciones consolidadas como el Prado, la National Gallery o el Metropolitan, ha sido hasta cierto punto consecuencia de un fen¨®meno t¨ªpico de los a?os 80, la creaci¨®n de museos de arte contempor¨¢neo que contribuyeron de forma inequ¨ªvoca a la puesta en escena de la "industria cultural".
Dicho fen¨®meno daba lugar a contradicciones flagrantes como las que se experimentaron en tantos museos de car¨¢cter hist¨®rico y de las cuales no nos libramos tampoco aqu¨ª: mientras se abr¨ªan museos grandes y modestos de arte contempor¨¢neo, a menudo sin colecci¨®n, muchas obras del siglo XIX o hasta anteriores languidec¨ªan en unas salas sin condiciones de conservaci¨®n adecuadas.
Inscritas en la misma necesidad de novedades se hallaban las frecuentes exposiciones temporales y la entrada del arte del siglo XX incluso a aquellos museos con colecciones m¨¢s cl¨¢sicas. Se trataba, ya en los a?os 80 y 90 -y se trata ahora-, de exposiciones de "cl¨¢sicos populares", capaces de atraer multitudes, dado que a los museos, como a toda corporaci¨®n, se les exigen resultados: dicho de otro modo, n¨²mero de visitantes. En una era de dispendios y excesos es preciso alimentar las voracidades de novedad.
El propio ARCO, a punto de abrir, habla de algunas de esas exasperaciones en el Estado espa?ol. Pocas ferias en el mundo tienen tanta afluencia de curiosos y tan poca de coleccionistas que no sean las instituciones p¨²blicas. M¨¢s que a poseer los artefactos culturales, all¨ª se va a mirarlos, y termina por tener -o hasta cierto punto- estructura de bienal en lo que a visitantes se refiere. Ser¨¢ de hecho interesante ver los resultados de este a?o al encontrarse las instituciones sometidas a sus recortes presupuestarios, igual que resulta esclarecedor el modo en el cual las grandes corporaciones est¨¢n dirigiendo sus fondos hacia lugares m¨¢s "rentables" socialmente hablando en el momento presente.
?Va a dejar el arte de estar de moda? Y es aqu¨ª donde vamos llegando hasta el meollo de la cuesti¨®n, pues si el arte es consumo e industria cultural, nadie garantiza que no vaya a sufrir las mismas restricciones que el resto de los art¨ªculos de lujo. Si, como se comenta, algunos de los grandes millonarios han sufrido un rev¨¦s importante con el esc¨¢ndalo Madoff, ?no empezar¨¢n a recortar en sus inversiones en obras de arte? ?Qu¨¦ va sobre todo a pasar cuando los fondos escaseen en este mundo insaciable de novedades? ?D¨®nde se invertir¨¢? ?En valores seguros, libres de un alto riesgo?
Las cosas van a cambiar, y mucho. Eso parece obvio. De ahora en adelante habr¨¢ que agudizar el ingenio porque los recursos van a escasear y ser¨¢ importante el modo de repartirlos. Si cada temporada se ha ido consolidando una nueva tendencia en el mundo del arte con m¨¢s o menos ¨¦xito o permanencia a trav¨¦s de bienales y exposiciones -arte de pa¨ªses emergentes, desde hace pocos a?os a la moda el arte asi¨¢tico; las propuestas de g¨¦nero o las archiv¨ªsticas como revisi¨®n de la memoria y la identidad; trabajos colectivos o redes- queda por preguntar qu¨¦ se llevar¨¢ en el nuevo orden que nadie consigue intuir siquiera.
Quiz¨¢s se radicalizar¨¢n las propuestas y se abrir¨¢ el camino de reflexi¨®n que planteaba la ¨²ltima Bienal de S?o Paulo, premonitoria, pero que curiosamente a pocos gust¨® quiz¨¢s porque ten¨ªa poco de espect¨¢culo. O habr¨¢ una nueva "llamada al orden", como en los 30, con grandes exposiciones de grandes maestros, regreso a la pintura y hasta a la belleza tradicional. Tampoco me parece tan descabellada esta segunda posibilidad: en tiempos de crisis se suele regresar a lo seguro, a lo previsible, qui¨¦n sabe si a un inmenso parque tem¨¢tico igual que el actual pero lleno de obras clasicistas. Lo ¨²nico que parece indudable es que la era de los banquetes que hemos estado viviendo estos ¨²ltimos a?os, vac¨ªa y glotona, puede darse por clausurada.
Estrella de Diego es ensayista y catedr¨¢tica de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid. Su ¨²ltimo libro publicado es Contra el mapa (Siruela).
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