El se?or Adams
El se?or Adams (*) apareci¨® en mi vida en el mismo momento en el que estrenaba el a?o. Era entonces 1 de enero de 2008. La verdad es que yo nunca le mir¨¦ con buenos ojos, pero a ¨¦l eso no parec¨ªa importarle. Hab¨ªa llegado para quedarse y ¨¦l sab¨ªa que yo lo sab¨ªa. Tambi¨¦n sab¨ªa, por cierto, que nunca podr¨ªa rechazarle. Lo nuestro desde entonces ha sido una relaci¨®n llena de altibajos —algo normal en una relaci¨®n tan forzada—, pero en la que no han existido secretos. Siempre le he contado lo que hago, con qui¨¦n, d¨®nde, a qu¨¦ horas, cu¨¢ndo voy, cu¨¢ndo vuelvo... Por supuesto que no es el caso, pero si alg¨²n d¨ªa pasase por mi cabeza ya no mentirle —eso ya ser¨ªa demasiado grave—, sino ocultarle algo o contarle alguna media verdad —lo mismo me da—, Dios me libre de que me descubra. Estar¨ªa entonces jugando con el pan m¨ªo y de toda mi familia. La sombra del se?or Adams es muy alargada, superlativamente alargada.
Y m¨¢s vale tom¨¢rselo con un poco de iron¨ªa, porque convivir con el Adams no es nada f¨¢cil. Por eso entre los ciclistas solemos hacer bromas con el tema y hablamos de mandarle un mensaje al primo Adams cuando, por ejemplo, se te ocurre ir al cine. Por supuesto que eres libre de ir al cine sin avisar, faltaba m¨¢s, pero m¨¢s te vale entonces estar atento al m¨®vil, ponerlo en modo silencio y estar dispuesto a abandonar la sala en el caso de que el se?or Adams aparezca de visita por tu casa. Ir al cine, dar un paseo con los amigos, jugar en el parque con los cr¨ªos, cenar en un restaurante... cada uno que ponga la circunstancia que m¨¢s rabia le d¨¦; en todas ellas habr¨¢ que actuar de igual manera.
Y un a?o despu¨¦s de nuestro primer encuentro, en una vuelta m¨¢s de tuerca, me obliga ahora el se?or Adams a indicar diariamente un lugar determinado y un intervalo de una hora en el que deber¨¦ permanecer en tal lugar. Como se presente y no est¨¦ all¨ª, tendr¨¦ un grave problema, aun en el caso de que la ausencia sea justificada.
As¨ª est¨¢n las cosas. Yo parto de la base de que los controles sorpresa son una de las formas m¨¢s efectivas para luchar contra el fraude. A pesar de que la gran mayor¨ªa de los controles sorpresa son simples tomas de datos hem¨¢ticos de cara al programa del pasaporte biol¨®gico, y no controles antidoping en sentido estricto. Pero las exigencias del Adams me abruman y me saturan hasta el punto de que a veces, como acto de rebeld¨ªa, me limito a proporcionar la informaci¨®n estrictamente necesaria. Ya ven qu¨¦ rebeli¨®n de papelera. Pero ni puedo ni debo quejarme, pues los ciclistas como colectivo hemos aceptado participar en este programa con todas las consecuencias. Y, por otra parte, yo como deportista he asumido bajo contrato el mismo compromiso con mi propio equipo.
Qu¨¦ iron¨ªa del destino. Comenc¨¦ a andar en bici porque nada de lo que hab¨ªa conocido hasta entonces me proporcionaba tanta libertad. Segu¨ª andando en bici, libre, y consegu¨ª con los a?os hacer de ello mi trabajo. El sue?o de cualquiera, hacer profesi¨®n de la pasi¨®n. Todo gracias a la bicicleta.
Sin embargo, nunca en mi vida me he sentido tan coartado en cuanto a la toma de decisiones como ahora mismo. No soy libre de improvisar en mi propia vida, de dudar, de tomar decisiones impulsivas o de ¨²ltima hora. Eso se ha terminado, atr¨¢s qued¨® la libertad. Bueno... no, dicen algunos, siempre tienes la opci¨®n de coger el ordenador, buscar una conexi¨®n y ?voil¨¤!, ya est¨¢ cambiado el Adams; o mejor a¨²n, de mandar un SMS. Para algunos ser¨¢ pr¨¢cticamente lo mismo, pero no para m¨ª, no. Para m¨ª, esto es un trasunto, si se me permite la expresi¨®n, del tercer grado.
Pero estoy lejos de quejarme; es lo que hay, y si lo acepto es porque quiero. Ante adaptarme o morir prefiero adaptarme. Porque quiero seguir siendo ciclista mientras el cuerpo aguante. Y har¨¦ caso omiso a sus intentos, se?or Adams, de quitarme las ganas de seguir.
* Adams: Antidoping Administration & Managing System (sistema de gesti¨®n antidopaje). Pedro Horrillo es ciclista profesional.
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