"Disparaba cuando me lo ordenaban. Matamos a todos"
Un ex ni?o soldado relata en La Hayalos horrores que vivi¨® en Congo
El testigo 0298 de la causa contra Thomas Lubanga, antiguo l¨ªder de la guerrilla hema de la Uni¨®n de Patriotas Congole?a (UPC), que se sigue en la Corte Penal Internacional (CPI), es hoy un joven con gran presencia de ¨¢nimo y buena memoria. Recuerda el fr¨ªo y el barro de la zanja inundada en la que montaba guardia en los campamentos de milicianos adonde le llevaron tras arrancarle de su pueblo a los 11 a?os, entre 2002 y 2003. Tampoco ha olvidado el estruendo de las balas y las ¨®rdenes de sus jefes en la lucha. O el peso de los fusiles. Pero, sobre todo, tiene presente las palizas recibidas: "Nos dijeron que la UPC pegaba o mataba, y nos pegaban hasta morir; ten¨ªamos miedo", declar¨® ante los jueces.
Su rostro estaba velado tras una pantalla y su voz distorsionada para proteger su identidad. Parad¨®jicamente, la medida dio mayor ¨¦nfasis a¨²n a su relato. Como cuando la juez Elizabeth Odio Benito, le pregunt¨® si hab¨ªa ni?as soldado en su grupo. "S¨ª, y luchaban como nosotros. Al llegar al campamento las violaban. Luego trabajaban para los soldados mayores", dijo sin titubear.
Despu¨¦s de un accidentado estreno ante la justicia internacional, que le llev¨® a retractarse la pasada semana por temor a ser procesado a su vuelta a Congo, el chico repas¨® la ruta que le llev¨® hasta el asalto a una misi¨®n: "Matamos a todos; al sacerdote, tambi¨¦n". El relato se ilustr¨® con una t¨¢ctica guerrera aplicada a las v¨ªctimas. "Dec¨ªan que se desfiguraban sus caras y cortaban sus bocas. Tambi¨¦n a los lendu", la etnia rival de los hema de Lubanga, y enfrentadas por el control de la tierra (lendu, campesinos, aliados de Uganda; hemas, ganaderos, aliados de Ruanda), pero sobre todo en guerra por las minas de oro de Ituri.
En un momento, 0298 o "se?or testigo", como le llaman, habl¨® de muertos. "Matamos a muchos. No s¨¦ si lo hice con mi arma. Disparaba cuando me lo ordenaban. Cuando matabas, se hablaba de cortar cabezas o arrancar los ojos. Y obedec¨ªamos".
En un alto de la declaraci¨®n, la juez Odio Benito se interes¨® por la edad de las ni?as soldado. "Algunas eran m¨¢s peque?as que yo. Otras eran m¨¢s altas. Se las entrenaba igual. Con palizas", asegur¨® el chico. Para entonces, la sala hab¨ªa escuchado que pudo escapar una vez de las milicias de la UOC, para ser devuelto a las trincheras de castigo. "Fue cuando nos dejaron ir al mercado del pueblo cercano. Encontr¨¦ all¨ª a mi padre y le cont¨¦ todo. Me dijo que deb¨ªa regresar a casa, en Bunia, porque hab¨ªa dejado los estudios en la primaria. Volv¨ª y recuper¨¦ la escuela hasta empezar secundaria. Un d¨ªa fui a visitar a unos familiares (mi madre estaba muerta) y nos pararon los soldados en la carretera. Uno me reconoci¨® y me devolvieron al campamento. Me pegaron. Pegar era su trabajo. La c¨¢rcel era all¨ª un agujero en el suelo donde cab¨ªan hasta 20 personas y pod¨ªas pasar dentro dos d¨ªas enteros".
La segunda vez tuvo m¨¢s suerte. Su padre lo sac¨® de otro campamento. "Safe the Children [ONG] se ocup¨® de m¨ª y de otros ni?os en mi situaci¨®n y volv¨ª a casa. Eso hice hasta que viaj¨¦ aqu¨ª" (a La Haya, sede de la CPI). ?Tienes alguna secuela?, le pregunt¨® la fiscal Fatuo Bensouda. "Me duele la cabeza y el o¨ªdo. Por el arma. Y no tengo educaci¨®n", concluy¨® el joven, describiendo en una sola frase la falta de futuro de los ni?os soldado que han conseguido sobrevivir.
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