La plenitud intermitente de 'Rayuela'
La novela que marc¨® a varias generaciones de lectores sigue viva 25 a?os despu¨¦s de la muerte de su autor, Julio Cort¨¢zar, y m¨¢s de 40 despu¨¦s de haber sacudido la literatura escrita en castellano
Poco antes de morir, y muri¨® tal d¨ªa como hoy hace 25 a?os, en Par¨ªs, Julio Cort¨¢zar hizo un viaje por Espa?a, pose¨ªdo por la melancol¨ªa desconsolada producida por la muerte de su ¨²ltima mujer, Carol Dunlop; estuvo con amigos suyos (Mario Muchnick, entre otros) en Segovia, fue abordado por guardias civiles que quer¨ªan su aut¨®grafo, y pas¨® por Madrid y Barcelona. En Barcelona tuvo un encuentro que ¨¦l cont¨® luego en una de las ¨²ltimas entrevistas que dio, a The Paris Review. En esa an¨¦cdota cabemos todos los que le¨ªmos Rayuela.
Contaba en esa entrevista Cort¨¢zar que en el barrio g¨®tico de la Ciudad Condal se hab¨ªa detenido a escuchar un concierto de una joven que cantaba como Joan Baez. Escondido en la oscuridad de la calle, harto de que le abordaran para tener su aut¨®grafo, este hombre de casi dos metros se vio asaltado por un joven que le ofreci¨® una torta.
Era una novela de amor, de aventuras, un caleidoscopio feliz y un pu?etazo en el h¨ªgado
"Pobre Oliveira, che. Qu¨¦ l¨¢stima me dio encontr¨¢rmelo de nuevo y qu¨¦ tipo formidable es"
-Julio, toma un pedazo, le dijo el chico.
Cort¨¢zar se hizo a un lado; era, desde que fue un chiquillo, un hombre t¨ªmido; no le gustaban las fiestas ni los saraos literarios; por no estar en ning¨²n sitio fijo fue capaz (con Aurora Bern¨¢rdez, su primera mujer, su viuda) de renunciar incluso a los empleos fijos. As¨ª que all¨ª estaba, en Barcelona, t¨ªmido siempre, y enfermo, escuchando a una chica que cantaba como Joan Baez, y deseando desaparecer del camino del joven que le ofrec¨ªa el pastel. Hasta que se convenci¨® de que deb¨ªa tomarlo. Y le dijo al chico:
-Muchas gracias por acercarte y convidarme.
Fue entonces cuando el joven le dijo a Julio Cort¨¢zar lo que muchos de los que le¨ªmos Rayuela (y los cuentos, y los cronopios, y Los premios, y 62 Modelo para armar) le hubi¨¦ramos dicho en ese sitio o en el limbo si existiera y fuera el sitio donde ahora estuviera mirando:
-Pero, escucha, te di muy poco comparado con lo que t¨² me diste a m¨ª.
Julio le dijo: "No digas eso, no digas eso", y le coment¨® despu¨¦s a quien le hizo esta entrevista (Jason Weis), quiz¨¢ la pen¨²ltima: "Y nos abrazamos y ¨¦l se alej¨®. Bien, cosas como ¨¦stas son las mejores recompensas de mi trabajo como escritor. Que un muchacho o una chica se acerquen a hablarme y a ofrecerme un pedazo de torta, es maravilloso. As¨ª vale la pena el trabajo de escribir".
Y el trabajo de leer. En ese p¨¢rrafo, que ahora parece p¨®stumo, est¨¢ la validez de Rayuela, todav¨ªa y hasta cu¨¢ndo. Se hizo t¨®pico decir, hace a?os, y a¨²n ahora, que Rayuela era la novela de aquel momento; la clave de Rayuela es que no es de ning¨²n momento; es universal, pero latinoamericana, y no tiene tiempo, es de cualquier tiempo; como dice Luis Harss (el autor de Los nuestros, un libro de finales de los a?os 60 donde est¨¢ todo el boom que habr¨ªa de venir), Rayuela es una novela "donde el tiempo se despliega como un biombo".
En ese libro se despliega Oliveira como si fuera Cort¨¢zar, pero Cort¨¢zar es tambi¨¦n Rocamadour, y Morelli, e incluso la Maga puede ser Cort¨¢zar. De pronto aquel tipo que viv¨ªa "hacia adentro" descubre Par¨ªs, lo recorre como si fuera el continente de un sue?o, y se pone a escribir para romper en mil pedazos la literatura, para hacerla de nuevo. Y despu¨¦s vuelve a Buenos Aires, a hacer de la pesadilla y del sue?o que constituyen Rayuela una marca en el agua de la literatura latinoamericana y espa?ola tal como la conocemos ahora.
?Se puede concebir la literatura de nuestra lengua sin Rayuela? No, fue una explosi¨®n. Harss dice en ese libro que la novela provoc¨® un hurac¨¢n. Pero en todo caso un hurac¨¢n consistente, cuyo rumor sigue hasta hoy, con una vitalidad que quiz¨¢ se contradice con la melancol¨ªa con la que se conducen los personajes y el autor mismo.
?Qu¨¦ nos dio? Lo que nos da. Se puso de moda algunos a?os despu¨¦s de su muerte, quiz¨¢ una d¨¦cada, dar por saldadas las cuentas con Julio Cort¨¢zar. Su lenguaje se puso en el div¨¢n de los estudiosos, y se pens¨® que ya los j¨®venes no iban a regresar a Cort¨¢zar porque su universo se hab¨ªa encerrado en sus juguetes de nostalgia. Tremendo error. Aquel joven que le ofrec¨ªa un pastel de gratitud en Barcelona era un elemento m¨¢s de lo que suceder¨ªa luego, cuando Cort¨¢zar abandon¨® el purgatorio en el que lo reclu¨ªan (en Espa?a) los que eran capaces de decir que a Cort¨¢zar hab¨ªa que traducirlo para divulgarlo otra vez.
El asunto es que esa novela, Rayuela, que es su monumento principal, proven¨ªa de una tradici¨®n rota, la tradici¨®n latinoamericana, se encontraba con los fantasmas literarios (Lautreamont, Jarry, Poe) que habitaban ya en la mente juvenil de Cort¨¢zar, y a su vez entroncaba con Borges, con Paz, con Lezama, con Onetti, que eran sus cuates m¨¢s viejos y que est¨¢n rondando en ese libro, o para ser tachados o para ser queridos.
Rayuela era un manifiesto extra?o. En medio de la literatura que se abr¨ªa paso (Fuentes, Vargas Llosa, Garc¨ªa M¨¢rquez), al lado del realismo m¨¢gico y de la melanc¨®lica fiereza de Onetti, o la enso?aci¨®n n¨®rdica de Juan Rulfo, Rayuela se propon¨ªa como el motor humor¨ªstico de unas vidas que parec¨ªan no tener ni fin ni sue?o. Nessun dorma: es la novela del nessu dorma. Cort¨¢zar, adem¨¢s, le dio una estructura que la convert¨ªa tambi¨¦n en un juguete. La propuesta era rara pero tambi¨¦n generosa: hab¨ªa que seguir un laberinto (como en Borges) para leerla, pero pod¨ªas leerla como te diera la gana.
Y as¨ª, entre juegos, noches, m¨²sica y melancol¨ªas, se hizo la lectura de Rayuela. Muchos de nosotros estuvimos tan subyugados por su atm¨®sfera que dese¨¢bamos que no acabara nunca el d¨ªa para que su atm¨®sfera no se evaporara al cerrar el libro; era una novela de amor, de aventuras, un caleidoscopio feliz y tambi¨¦n un pu?etazo en el h¨ªgado. En ese libro que no me cansar¨¦ de recomendar (Los nuestros, me parece que ahora inencontrable), Luis Harss dice, cuando una afirmaci¨®n as¨ª todav¨ªa era un riesgo: "[Julio Cort¨¢zar] es tal vez el primer latinoamericano que ha creado una completa metaf¨ªsica moderna". Y a?ad¨ªa Harss, como si ¨¦l mismo fuera Cort¨¢zar, "un astr¨®logo que dibuja caracteres": "Si por el momento, como todos los originales, parece estar un poco fuera de la corriente principal de nuestra literatura, podr¨ªa muy bien anunciar el porvenir".
Su pasi¨®n por Rayuela, la de Cort¨¢zar, se encontr¨® pronto con la pasi¨®n de los lectores, y del editor. ?l le escribi¨® a su editor, Paco Porr¨²a, de Sudamericana, despu¨¦s de corregir las galeradas, las palabras que mejor reflejan qu¨¦ le pas¨® mientras escrib¨ªa: estaba leyendo. Le dijo a Porr¨²a, por ejemplo: "Yo mismo estoy abrumado por la ambici¨®n del libro, y por lo que en algunos momentos llega a conseguir. Es realmente uno de esos despelotes que solamente de tiempo en tiempo, no te parece".
Era un despelote en el que muchos vieron autobiograf¨ªa; ¨¦l dijo que no, siempre; y aunque hay rasgos (e incluso identidades) que se han ido constituyendo como oliveiras o magas probables, e incluso morellis, lo cierto es que habr¨ªa que hacerle caso a Cort¨¢zar y comprender con ¨¦l que esta es una novela total, hecha por un tipo que se quer¨ªa encontrar con otra vida en otras vidas. As¨ª reacciona cuando se lee otra vez en Oliveira: "Pobre Oliveira, che", le escribe a Porr¨²a. "Qu¨¦ l¨¢stima me dio encontr¨¢rmelo de nuevo y qu¨¦ tipo formidable es. A ¨¦l le toc¨® (sin que yo me diera cuenta hasta el final) llevar hasta sus consecuencias ¨²ltimas la tentativa de Johnny Carter. Estos d¨ªas ando muy habitado por Oliveira y le tengo envidia. Yo, con mi casita y mi pasar...".
No est¨¢ hecha Rayuela tan solo para ser escrita; est¨¢ hecha, como otros libros grandes, para ser bailada, cantada, hasta besada, y el cap¨ªtulo del beso (el famoso cap¨ªtulo 7) es capital en el recuerdo adolescente de este libro hecho para volver a ¨¦l por cualquiera de los caminos de sus laberintos. Veintis¨¦is a?os despu¨¦s de aquel brindis de su joven lector en Barcelona no se me ocurre mejor homenaje de gratitud a lo que nos dej¨® Cort¨¢zar que volver a sumergirnos, como dice Harss, "en la plenitud intermitente de Rayuela".
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