?Y si fueran los p¨¢jaros, est¨²pido?
Al Adri¨¤ y la Carme, mis maestros en p¨¢jaros
Hay gente que no entiende que pueda haber otra interesada por los p¨¢jaros. Nadie puede hacerse una idea de la distancia que hay entre los aficionados a la ornitolog¨ªa y los que ignoran que exista esta ciencia. O esta pasi¨®n. Y sin embargo, hay personas que no se imaginan su vida sin ella, como tampoco aciertan a explicarse c¨®mo es que durante tanto tiempo les fue tan indistinto un petirrojo que un carbonero com¨²n, sombras voladoras sin sentido que se posaban en el alf¨¦izar de sus ventanas desafiando su indiferencia. Al amante de los p¨¢jaros, leer que "el cambio clim¨¢tico acelera los factores que ponen en riesgo de extinci¨®n a 1.226 especies de aves" le dibuja en su mente un escenario imposible de concebir. Nada podr¨ªa ser m¨¢s triste que un h¨¢bitat sin la llegada o la partida de todos sus p¨¢jaros. Ning¨²n aficionado conoce in situ todos los p¨¢jaros. Los que sobrevivir¨¢n y los que tienen las horas contadas. Y es probable que nunca los atrape a todos con sus prism¨¢ticos. Pero sabe que existen. Tiene registrado en su libro m¨¢gico -su gu¨ªa especializada- el vuelo, la silueta, la envergadura y la mancha de sus alas desplegadas, el color de su pico, el tiempo y la ruta de sus migraciones, el color de su plumaje. Tiene incluso grabado sus cantos. As¨ª que la sola posibilidad -nada remota- de que esa palpitante informaci¨®n de la vida se convierta en letra muerta, sume al amante de los p¨¢jaros en una l¨²cida y necesaria melancol¨ªa.
Como las clases medias y obreras en tiempos de Bush, los p¨¢jaros ven rebajado su nivel de vida
?Recuerda el lector de P¨¢jaros de Am¨¦rica, la hermosa novela de Mary McCarthy, la inmensa pena de su joven e idealista personaje Peter Levi cuando le comunican que el gran b¨²ho real de una reserva que ¨¦l visita cada a?o ha muerto? Una mujer que est¨¢ a su lado, que no entiende una tan repentina aflicci¨®n por la desaparici¨®n de un simple p¨¢jaro, no encuentra un consuelo mejor que decirle casi como un reproche: "No se puede esperar que todo siga siempre igual". Los que aman los p¨¢jaros s¨ª quieren que todo siga siempre igual. No es una rutina cualquiera que la naturaleza nos prometa en cada estaci¨®n o cada continente, en cada migraci¨®n anual, sobre el mar, entre el ramaje de los ¨¢rboles, en un humedal o una reserva o en los parques de nuestra ciudad, la especie que necesitamos observar para corroborar que en nuestro amado planeta las cosas siguen su orden, su reloj puntual, su latido crucial. Ya es bastante que la ornitolog¨ªa sea una ciencia descriptiva y no pretenda alterar la biolog¨ªa de los p¨¢jaros, nos dice Peter Levi. Ahora s¨®lo faltar¨ªa, rogar¨¢ el aficionado de nuestros d¨ªas, que no se pretenda hacernos creer que pase lo que pase, p¨¢jaro m¨¢s p¨¢jaro menos, la vida sigue igual. Porque si falta una especie de ave, como si falta una especie marina o una lengua, la vida no puede seguir jam¨¢s igual. ?Qu¨¦ ocurrir¨ªa si un d¨ªa no muy lejano dej¨¢ramos de escuchar el canto del pinz¨®n vulgar en primavera, circunstancia nada imposible toda vez que esta especie ya merm¨® su n¨²mero en Reino Unido desde 1960, coincidiendo con el inicio del uso masivo de insecticidas t¨®xicos? Sabemos que Arist¨®teles ya observ¨® el picapinos, pero ?hasta cu¨¢ndo podr¨¢ nuestra civilizaci¨®n permitir ese casi invisible vuelo ondulado de exhibici¨®n que nos regala antes de entregarse a su labor carpintera?
"Hay en la actualidad menos de 350 grullas cantoras salvajes en todo el planeta, y aunque la cifra representa una clara mejora con respecto a la poblaci¨®n de 22 que hab¨ªa en 1941, la perspectiva a largo plazo para toda especie con tan peque?a colecci¨®n de genes es muy sombr¨ªa". Este diagn¨®stico pertenece al escritor norteamericano Jonathan Franzen. En Mi problema con los p¨¢jaros, art¨ªculo autobiogr¨¢fico que incluye en el volumen Zona fr¨ªa. Una historia personal, Franzen nos relata su paulatino amor a las aves. Yo recomiendo su lectura fervorosamente. Lo hago porque me parece la mejor descripci¨®n no s¨®lo de c¨®mo alguien tan ajeno a los p¨¢jaros un milagroso d¨ªa descubre en ellos un universo de vida inesperado, sino porque precisamente a trav¨¦s de ellos Franzen destripa el mecanismo de los pol¨ªticos neoliberales para producir no s¨®lo masas paup¨¦rrimas de personas sino tambi¨¦n masas de p¨¢jaros pobres. Como las clases medias y obreras norteamericanas en recientes tiempos de Bush, los p¨¢jaros tambi¨¦n ven rebajados su dignidad y su nivel de vida. Esta pobreza no es balad¨ª porque se trate de los p¨¢jaros. Especies expulsadas de su lugar exacto en el mundo para ir a buscar refugio en una trist¨ªsima y humillante adaptaci¨®n. O desaparecer. Todo un temible s¨ªntoma.
"Uno de los aspectos que me gusta de la ornitolog¨ªa es la buena relaci¨®n que hay entre la comunidad profesional y la de aficionados, mientras que en otras materias se odian a muerte", dice el doctor Josep del Hoyo, uno de los ornit¨®logos m¨¢s prestigiosos de Europa. Jonathan Franzen es un aficionado. Quien conoce a uno de ellos, sabe que cuando regresa de alguna excursi¨®n hay una sola pregunta que para ¨¦l tiene sentido: "?Y? ?Qu¨¦ has visto?".
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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