Alerta zombi en Madrid
No ser¨¢n tan glamourosos como los vampiros ni tan bestiales como los hombres lobo, pero es evidente que los zombies tienen su atractivo. Su mirada perdida, su andar tambaleante o su absoluta ineptitud seducen desde hace d¨¦cadas a ciertos humanos, que ven en ellos algo as¨ª como el pasaporte a una vida sencilla y libre de ataduras. Hasta el punto de que hoy se han convertido en una suerte de tribu urbana con sus asociaciones, sus tiendas y sus manifestaciones reivindicativo-festivas como la del pasado 7 de febrero en Madrid.
"La moda viene de Estados Unidos, pero lleva varios a?os arraigada en Espa?a. Y cada vez somos m¨¢s", comenta con los dientes verdosos Gorka Arranz, de La Kasa del Maquillaje, uno de los ide¨®logos de la primera marcha zombi, en 2007. Entonces, la cita arrastr¨® a 150 muertos por las calles de la capital. La de este a?o, a m¨¢s de 400. La ruta: de la plaza de Felipe II, en el barrio de Salamanca, a la c¨¦ntrica plaza del Carmen. "Los muertos no pagamos", gritaba una masa de zombies mientras entraba en el metro de Goya. Ni?os llorando, j¨®venes riendo y personas que, cuando ve¨ªan el vag¨®n cargado de cad¨¢veres amenazantes, dudaban si entrar o no. "Pensaba que estaba en el videoclip de Thriller, de Michael Jackson. Da un poco de yuyu", admit¨ªa una viajera con media sonrisa.
La sociedad es zombi, no tiene iniciativa y se mueve por instinto
Entre la multitud, un clon de Obama... zombificado: "En mi equipo, los muertos vivientes ya tienen representaci¨®n", dec¨ªa con sorna mientras sus guardaespaldas
le proteg¨ªan de una nube de fot¨®grafos.
"He venido a la marcha a buscar cerebros y 10 minutos de gloria", reconoce Frankiezombi. Los motivos que les llevan a la transformaci¨®n, dicen, van desde el puro entretenimiento hasta el compromiso social. "Somos zombies en nuestra vida. Nos dejamos llevar por la rutina: del trabajo a casa, de casa al trabajo, y de ah¨ª no salimos. No tenemos iniciativa, nos movemos casi por instinto", explica Adolfo, asiduo a los foros de Internet sobre el tema.
En los albores del siglo XXI, el contagio no empieza con un mordisco, sino que se produce por un mensaje, en un blog o en Facebook, donde existen m¨¢s de 500 perfiles zombies. El grupo ?Sobrevivir¨¢s al apocalipsis zombie?, por ejemplo, tiene 5.606 adeptos. Su versi¨®n en ingl¨¦s, m¨¢s de 50.000. En ellos se ensalzan la zombificaci¨®n del mundo o los videojuegos sobre muertos y se discute sobre manuales varios.
Entre la diversidad de perfiles existe una pasi¨®n que les une: George A. Romero, el director de La noche de los muertos vivientes, filme que sent¨® las bases del zombi moderno desmarc¨¢ndose del mito proveniente del vud¨². Tras seis pel¨ªculas del g¨¦nero (una pendiente de estreno en 2009), nadie le discute el trono. "Todo esto lo hacemos por ¨¦l, queremos mantener su legado, y nos reunimos la primera semana de febrero para celebrar su cumplea?os", explica un joven con la cara llena de l¨¢tex.
En sus guiones, los descerebrados cad¨¢veres representaban los problemas de la sociedad estadounidense de la ¨¦poca. Su primera cinta, de 1968, era una cr¨ªtica velada a la guerra de Vietnam y, a la vez, un alegato antirracista en el que su protagonista era negro. "Una pel¨ªcula subversiva que alegaba por la contracultura", opina Rom¨¢n Pinazo, anfitri¨®n de la marcha y creador de El blog de Sephiroth, una bit¨¢cora sobre el tema. En una de las secuelas, El amanecer de los muertos, la sociedad de consumo se convertir¨ªa en la diana. Mientras los vivos se refugiaban en las tiendas de un centro comercial, los muertos les acechaban de manera compulsiva "siguiendo una especie de instinto, porque ¨¦se era un lugar importante cuando estaban vivos", aclaraba en una escena uno de sus protagonistas. Treinta a?os despu¨¦s, las analog¨ªas con la sociedad actual son evidentes.
Quiz¨¢ porque muchos consideran que del escenario socioecon¨®mico actual al apocalipsis hay un paso, el fen¨®meno se est¨¢ propagando r¨¢pido como el virus Solanum, origen de la plaga en los libros de Max Brooks Guerra mundial Z (Ed. Almuzara) y Gu¨ªa de supervivencia zombi (Ed. Berenice). Emulando a Romero, el autor ?hijo de Mel Brooks y Anne Bancroft? ha refundado la mitolog¨ªa zombi, provocando un segundo despertar del g¨¦nero en la literatura. "Seguimos sus libros al pie de la letra. Para defenderme cuento con un l¨¢tigo, herencia familiar, y agua bendita. Habr¨¢ resistencia a la plaga y ser¨¢ de serie B", explica en la marcha un pretendido superviviente del cataclismo.
Los luchadores contra la epidemia se est¨¢n preparando; dicen que la falta de humanidad llevar¨¢ al mundo a un apocalipsis zombi en 2010. Mientras esperan, los zombies espa?oles planean batir el r¨¦cord de la zombie walk de Toronto de 2007, que despert¨® a 1.100 engendros. Para ese resurgimiento, Madrid ya cuenta con un l¨ªder: Obama. Aunque sea en versi¨®n zombi.
La muerte no hace ascos a nadie
El zombi moderno es, en esencia, moderno: escucha m¨²sica cl¨¢sica o g¨®tica; le seduce un cerebro hetero o uno gay, y se pierde tanto por fosas barriobajeras como por elegantes mausoleos.
A pesar de que el estereotipo reza que a los muertos vivientes les gusta agitarse al ritmo de la m¨²sica g¨®tica, heavy o siniestra; que son aficionados a los videojuegos y al rol, y que son, esencialmente, heterosexuales, la realidad es que cualquiera puede formar parte del colectivo. Para ser admitido basta con una actitud pasiva-reivindicativa ante la vida. Los zombies carecen de ambiciones, todo les da lo mismo, no se comprometen con nada. Tendemos a etiquetar, pero hay mucha mezcla. No es un tipo de gente o una tribu urbana concreta. Son personas a las que les gusta el g¨¦nero de terror y, en un momento dado, se contagian y transforman. Es un movimiento en contra del consumismo que nos come el cerebro, aunque luego todos estamos ah¨ª, explica Gorka Arranz, coorganizador de la marcha madrile?a. Y es tan abierto que hasta los que lo combaten tambi¨¦n tienen cabida en ese particular cementerio, ataviados de cazadores o supervivientes. Para muchos se trata de sentirse parte de algo, de un grupo determinado, m¨¢s que de defender una bandera concreta. Sin m¨¢s ganas que las de divertirse y unas dosis de desenga?o social, banqueros, dependientes, ni?os, se?oras o familias pueden aspirar al contagio. En Madrid se pudo ver, por ejemplo, a un cad¨¢ver de Harry Potter junto a una pija que se hizo enterrar en un ata¨²d de ¨¦bano y unas cuantas zombiconas que se van para Chueca (el barrio gay capitalino), como exclamaba un macabro enfermero a sus amigos. Se sabe que la muerte, tan democr¨¢tica ella, no discrimina ni por raza, sexo u opci¨®n sexual. Seg¨²n los zombies, una vez muerto ya s¨®lo queda el placer.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.