Vivir del cuento
No s¨¦ si la trama de los esp¨ªas de Madrid dar¨ªa para una novela. Por l¨®gica, encontramos pedestre todo lo que nos resulta cercano, pero por qu¨¦ no. De un tiempo a esta parte, varias ficciones relacionadas con la Mafia, como Los Soprano o Gomorra, se han despojado de los discursos filos¨®ficos que adornaron siempre las pel¨ªculas de bandidos organizados y nos ofrecen a gente sin clase, barriguda, hortera, que practica una crueldad sin justificaci¨®n. ?Por qu¨¦ ese periodista llamado Francisco Mercado, que estos d¨ªas concentra su energ¨ªa en desliar esa enredada madeja de tr¨¢ficos de corrupci¨®n y escuchas, no habr¨ªa de llegar a casa, sentarse delante del ordenador y convertir a toda esa pandilla de pol¨ªticos de ambici¨®n desmedida, empresarios y funcionarios dispuestos a dejarse corromper, en personajes de un argumento de intriga? Eso es lo que hizo otro periodista, el sueco Stieg Larsson, que, tras entregarse devotamente al reporterismo de guerra, decidi¨® un d¨ªa divertirse y utilizar todos los trucos del oficio para escribir tres tomazos sobre las haza?as del periodista Mikael Blomkvist y una extra?a muchacha de nombre Lisbeth Salander, que se ha convertido en una hero¨ªna para el p¨²blico l¨¦sbico por encarnar unas virtudes que normalmente no se les conceden a las mujeres: superdotada intelectualmente, bisexual, peque?a pero matona, tatuada del hombro al culo, marcada por un pasado violento, valiente y vengativa sin remordimientos con todos aquellos hombres que no aman a las mujeres. Yo le pongo la cara de una joven Jodie Foster. Lisbeth es como un dibujo manga, te gusta si aceptas que no toda la literatura ha de ser ultraliteraria. Hay cr¨ªticos que tuercen el gesto cuando un periodista escribe una novela; a su vez, el periodista sabe que tendr¨¢ que sufrir su purgatorio antes de hacerse perdonar por un pasado tan poco noble. Hay periodistas que cuando escriben novelas piensan que han de atiborrarlas de adjetivos y, en la mayor¨ªa de los casos, no consiguen m¨¢s que hacerlas enfermar de literatosis. Stieg Larsson, ese reportero que escribi¨® su libro casi en secreto, por las noches, a la vuelta del chusco mundo real, no quiso fingir lo que no era, y escribi¨® una novela nutrida de esa realidad diaria que, saltando de una secci¨®n a otra, acapara las p¨¢ginas de los peri¨®dicos: corrupci¨®n financiera; trata de blancas; pol¨ªticos que sacan tajada; polic¨ªas que incurren en delitos; personas intachables, integrantes incluso de organizaciones humanitarias, que ocultan un comportamiento delictivo y protectores de menores que abusan de ellos. ?Les suena? La historia literaria del escritor Stieg Larsson, que tanto hizo como periodista por desentra?ar la conexi¨®n de los grupos nazis de su pa¨ªs con la extrema derecha, no tuvo un final feliz. O s¨®lo a medias, porque ?qu¨¦ m¨¢s puede pedir un cuentista que verse le¨ªdo por ciudadanos que, a primera hora de la ma?ana, van al trabajo en los metros de medio mundo? Pero en el caso de Larsson, este final se ha convertido en su triste posteridad, porque, como todos los seguidores larssianos saben, el periodista cincuent¨®n que, probablemente, harto de realidad, decidi¨® jugar por las noches a la ficci¨®n, muri¨® pocos d¨ªas despu¨¦s de entregar el tercer tomo y sin haber visto publicado el primero, lo cual le convierte casi en un personaje tan intrigante como los que integran su novel¨®n, Millenium. A eso hay que a?adir que amigos del escritor est¨¢n haciendo rondar por ah¨ª la teor¨ªa, bastante novelesca, de que Larsson no muri¨® de infarto, sino asesinado. Sospecho que ¨¦sa le divertir¨ªa. El caso es que el escritor secreto no disfrut¨® del fen¨®meno de ventas en que se convirti¨® su trilog¨ªa; tampoco tuvo que padecer a muchos cr¨ªticos que le mirar¨ªan por encima del hombro, estimando que las novelas que s¨®lo se basan en el argumento y trucos de g¨¦nero para enganchar al lector no son literatura en el sentido m¨¢s noble de la palabra. Discrepo. Si hay algo que cabe en el concepto de lo literario es el entretenimiento, una palabra por la que muchos expertos sienten grima. Recuerdo aquel falso debate sobre la muerte de la novela que llen¨® p¨¢ginas de cultura (debate que, por cierto, caus¨® gran disgusto a mi suegro, a quien le parec¨ªa que eso de vivir del cuento no pod¨ªa durarnos mucho); lo que m¨¢s me chirriaba es que esa predicci¨®n pasaba por alto la psicolog¨ªa m¨¢s apegada a la naturaleza humana, la necesidad de representar la realidad por medio de la ficci¨®n que est¨¢ presente en la historia de la humanidad. Los que somos padres hemos visto c¨®mo nuestros ni?os entend¨ªan el mundo a trav¨¦s de la fantas¨ªa. Contaba Scorsese que ¨¦l nunca tuvo una gran confianza con su padre (tampoco eran muy habituales en la ¨¦poca las confidencias entre padre e hijo), pero ambos compart¨ªan una gran pasi¨®n por el cine. Cuando, tras ver una pel¨ªcula, caminaban de vuelta a casa, discut¨ªan de los personajes como quien discute de personas reales; a trav¨¦s de las vidas de otros establec¨ªan una intimidad que hubiera resultado imposible si la conversaci¨®n hubiera girado sobre ellos mismos. Los personajes de Millenium est¨¢n presentes, llenan muchas sobremesas. L¨¢stima de Larsson, ignorante de su ¨¦xito. Y a qui¨¦n co?o le importa la posteridad. -
Stieg Larsson, tras ser reportero, utiliz¨® todos los trucos del oficio para escribir libros sobre las haza?as de un periodista
Los amigos del escritor hacen rondar la teor¨ªa, bastante novelesca, de que no muri¨® de un infarto, sino asesinado
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