"El periodismo es un oficio cruel"
Eugenio Scalfari, entonces director y fundador del diario La Repubblica de Italia, dijo hace 20 a?os ante un grupo de estudiantes del m¨¢ster de Periodismo de EL PA?S y la Universidad Aut¨®noma de Madrid qu¨¦ era para ¨¦l un periodista.
Ante cuarenta alumnos, autoridades acad¨¦micas, dirigentes del Grupo Prisa y de este peri¨®dico, aquel hombre solemne, de buenos modales, de 64 a?os muy bien llevados, se sent¨® a pronunciar la conferencia inaugural de aquel curso, escuch¨® con atenci¨®n lo que dijo de ¨¦l Juan Luis Cebri¨¢n, primer director de este peri¨®dico, se acarici¨® las manos largas como si se preparara para una batalla, y dijo simplemente:
-Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente.
La prensa responsable, como la nuestra, s¨®lo entra en la vida privada cuando ¨¦sta se entrelaza con la vida p¨²blica
Es necesaria una mayor credibilidad, hacer que la marca del peri¨®dico atraiga al p¨²blico por encima de las tecnolog¨ªas
Veinte a?os m¨¢s tarde, ante un grupo igual de estudiantes, en Roma, el ahora ex director de La Repubblica dijo, despu¨¦s de escenificar los mismos gestos:
-El periodismo es un oficio cruel.
Le vimos a mediados de enero en su despacho de fundador de La Repubblica. Sigue escribiendo habitualmente en su peri¨®dico; acaba de publicar un libro de peculiares memorias, L'uomo che non credeva in Dio, y sigue dictando los s¨¢bados su art¨ªculo dominical, para el que se prepara como un gimnasta.
Comenzamos la conversaci¨®n pregunt¨¢ndole por lo que ha sucedido entre aquellas dos frases -"Periodista es gente"... y "El periodismo es un oficio cruel..."-, y cuando acabamos la ronda de preguntas dejamos su despacho, sin ordenador, y subimos por la escalera que va de su lugar de trabajo a la Redacci¨®n, y en ese trayecto -¨¦l fue delante: "Faccio via"-, el elegant¨ªsimo caballero del periodismo italiano iba mostrando sus espaldas ya cargadas por el tiempo, como si dejara atr¨¢s una melancol¨ªa, la del oficio, que no est¨¢ en su semblante, donde todav¨ªa anida la pasi¨®n por el periodismo. Con nosotros estaba M¨®nica Andrade, alumna de aquel m¨¢ster en los tiempos en que Scalfari dijo aquella definici¨®n del periodista, y que ahora escribe para EL PA?S desde Roma; as¨ª que ¨¦l le hablaba tambi¨¦n a ella como si rememorara lo que suced¨ªa entonces.
Pregunta. Durante a?os hemos repetido en Espa?a esa frase suya: "Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente". ?Y ahora usted dice que ¨¦ste es "un oficio cruel"?
Respuesta. Es verdad, en mi ¨²ltimo libro hay un cap¨ªtulo sobre mi experiencia period¨ªstica titulado Un mestiere crudele. Veinte a?os despu¨¦s de lo que usted recuerda, hay un cierto cambio de mi punto de vista sobre el periodismo. El periodista no s¨®lo es quien escribe lo que piensa la gente, sino que hay una crueldad en este oficio.
P. ?Y cu¨¢l es esta crueldad?
R. En una cierta manera nos atrae el hecho de que tenemos que ver a los personajes de la actualidad, de los que nos tenemos que ocupar, poni¨¦ndolos al desnudo, intentando saber c¨®mo son m¨¢s all¨¢ de la apariencia. Y esto es cruel porque la gente no ama ser desnudada y luego ser descrita en su desnudez, en su realidad, la que nos parece a nosotros, que no quiere decir que sea una verdadera realidad. Por tanto, hay algo de crueldad en esto que ha llegado a crear un proverbio sobre lo que es una noticia.
P. ?Cu¨¢l es el proverbio?
R. Que el perro muerda al hombre no es noticia; que el hombre muerda al perro es noticia. S¨®lo que a los hombres no les gusta verse descritos mientras muerden a un perro, ¨¦sa es la crueldad.
P. ?Y cu¨¢l es el l¨ªmite de esa crueldad referida al ejercicio del periodismo?
R. El l¨ªmite es muy subjetivo. No hay una regla y no puede haberla, porque cualquier regla sobre este punto disminuir¨ªa la autonom¨ªa del periodismo, as¨ª que la regla se remite al sentido de la responsabilidad del periodista. No todos los periodistas y no todos los peri¨®dicos tienen este sentido de la responsabilidad.
P. Su amigo Jean Daniel [fundador de la revista francesa Le Nouvel Observateur] dec¨ªa, en esta serie de entrevistas, que este poder puede ser muy peligroso para la vida privada.
R. Esto, desde luego, deber¨ªa tenerse en cuenta. La vida privada no tendr¨ªa que formar parte de esta desnudez, porque, precisamente por esto, est¨¢ protegida por el derecho a la intimidad. Peri¨®dicos responsables como los nuestros, tanto EL PA?S como La Repubblica, nunca han entrado, que yo sepa, en la vida privada, sino cuando la vida privada se entrelaza con la vida p¨²blica. El objetivo de poner a la luz virtudes y defectos, hechos y fechor¨ªas, de la vida p¨²blica, cuando adem¨¢s la investigaci¨®n tiene que ser completa, hace que se entre tambi¨¦n en la vida privada; es por tanto la prolongaci¨®n de la investigaci¨®n sobre la vida p¨²blica, pero la vida privada deber¨ªa ser excluida. Existen, por el contrario, unos peri¨®dicos, habitualmente de un nivel malo, pero los hay tambi¨¦n buenos, que entran en la vida privada, publican cotilleos. Pero, repito, hay grandes peri¨®dicos que lo acogen, y no quiero nombrarlos.
P. Ahora todo es muy r¨¢pido; no se sabe cu¨¢l es el l¨ªmite de la privacidad.
R. Y no tendr¨ªa que ser as¨ª. Por lo menos, nosotros en La Repubblica nos esforzamos en que no sea as¨ª. Esto afecta, por ejemplo, a las escuchas telef¨®nicas que ordenan los jueces; no s¨¦ c¨®mo se hace en Espa?a, pero en Italia es muy frecuente, y hay personas interceptadas que no tienen nada que ver con los delitos. Cuando sus nombres llegan al conocimiento de los peri¨®dicos es cuando ¨¦stos han de ejercer su sentido de la responsabilidad. No siempre esto ocurre. Es un terreno muy delicado...
P. ?Cu¨¢l es su percepci¨®n ahora de este oficio? ?Es un trabajo manual, un oficio intelectual, es una orquesta, como dec¨ªa Carlo Caracciolo, con quien usted fund¨® La Repubblica y que acaba de morir?
R. El trabajo del periodista no es casi nunca s¨®lo individual. Lo es por supuesto cuando hay un corresponsal, que est¨¢ solo, con su intuici¨®n, su experiencia. Sin embargo, sabe cu¨¢l es el p¨²blico de su peri¨®dico, y el hecho de que ¨¦l lo conozca representa lo que se define como la presencia de los lectores. Se trata de una presencia que no se ve. Cuando se dice que el periodista tiene como verdadero y ¨²nico due?o a sus lectores se dice algo que parece no ser verdadero.
P. ?Qui¨¦n hay, adem¨¢s?
R. Esa expresi¨®n deber¨ªa referirse al editor que se preocupa por motivos econ¨®micos de que el peri¨®dico se venda mucho. El periodista sabe qui¨¦nes son los lectores, los tiene en cuenta al escribir, de una cierta manera est¨¢ condicionado por los lectores que tiene a sus espaldas. Esto no es verdad para todos; por ejemplo, la prensa gratuita no se plantea este problema porque tiene unos lectores ocasionales. Aquellos peri¨®dicos que antes hemos dicho que se ocupan del cotilleo, saben en cambio qui¨¦nes son sus lectores, son los que quieren el cotilleo. Es el caso de todos los tabloides ingleses que saben cu¨¢l es el tipo de noticia que los lectores quieren y siguen ese tipo de indicaci¨®n. Tomemos, en cambio, unos peri¨®dicos como nuestros dos diarios, que no son de gossip
(cotilleo) y ni siquiera de nicho, entendiendo por nicho aquellos que tienen un p¨²blico espec¨ªfico...
P. ... Qu¨¦ palabra, nicho.
R. Pero en este caso es un nicho para vivos... Los peri¨®dicos de nicho internacional son el Financial Times o The Wall Street Journal, diarios econ¨®micos que tambi¨¦n dan noticias pol¨ªticas, cr¨®nicas, cultura... La verdadera nobleza del periodismo es cuando se habla de peri¨®dicos de nuestro tipo. Nosotros no tenemos nichos, aparentemente, porque somos peri¨®dicos generalistas. ?De qu¨¦ manera nuestros lectores condicionan nuestra manera de trabajar, de qu¨¦ manera queremos satisfacerlos? La pertenencia, nosotros tenemos un liderazgo que es de pertenencia. El lector de La Repubblica no es ocasional, como no lo es el lector de Le Monde o de EL PA?S...
P. ?En qu¨¦ sentido no son ocasionales?
R. Son lectores que tienen unos valores comunes. En Italia yo conozco bien esos valores, porque cuando fundamos el peri¨®dico [en enero de 1976, unos meses antes de que saliera EL PA?S] eran los valores a trav¨¦s de los cuales busc¨¢bamos a los lectores: la moralidad p¨²blica, la innovaci¨®n y, por tanto, la modernidad, el laicismo, la conciliaci¨®n del inter¨¦s individual con una visi¨®n del bien com¨²n, y lo que los franceses llaman "lealtad republicana". Vosotros sois una monarqu¨ªa, pero vuestro peri¨®dico tiene una lealtad republicana: se preocupa de la democracia, de la solidaridad entre clases diferentes; en vuestro concepto, la libertad, que es un valor fundamental, est¨¢ unida a una idea de igualdad. Todo esto lo expresa todav¨ªa muy bien un viejo eslogan, que est¨¢ en la base de concebir la vida, libert¨¦, egalit¨¦, fraternit¨¦... En este tricolor est¨¢ toda la historia de la democracia europea, y esto condiciona nuestra manera de escribir.
P. Me gustar¨ªa volver a aquella palabra, cruel, para definir el periodismo. La vuelve a usar usted en un art¨ªculo que escribi¨® sobre los j¨®venes: "Mi sue?o es ¨¦ste: ser su maestro, volcar en ellos mi experiencia, sacar su candor a veces cruel".
R. Los ni?os son crueles en su candor. Si me puedo expresar de una manera figurada, el adolescente de 16 o 18 a?os encuentra a Atenea. Utilizo esta imagen porque la us¨® conmigo por primera vez, cuando los dos est¨¢bamos en el mismo colegio, Italo Calvino. Al despedirnos, el 8 de septiembre de 1943, porque ¨¦l se quedaba en Liguria y yo me iba al sur, porque Italia estaba separada en dos por la ocupaci¨®n, yo le dije: "Quiz¨¢ nos veamos, pero si nos volvemos a ver piensa que hemos pasado espl¨¦ndidos a?os juntos". Y me contest¨®: "Pero juntos hemos conocido a Atenea". Es la diosa de la inteligencia y tambi¨¦n de la polis. Luego reflexion¨¦ mucho sobre esta frase y la hice m¨ªa. Un joven es alguien que ya conoce a Atenea, y por tanto, las asociaciones de ideas. El ni?o a¨²n no. Por ello el joven adolescente mantiene un candor cruel que no le permite distinguir entre el ego¨ªsmo y el bien com¨²n; de ah¨ª viene la crueldad.
P. Como ni?o usted tem¨ªa la oscuridad, "las presencias invisibles, los riesgos de las haza?as valientes". ?C¨®mo lo super¨® para ser el periodista que es?
R. El rey Enrique IV de Navarra y de Francia era muy miedoso. En una batalla, para animarse, se dijo: "Est¨¢s temblando, cuerpo, pero ahora ver¨¢s d¨®nde te llevo". Espole¨® el caballo y se meti¨® en la trifulca. Este episodio me impresion¨® mucho, lleva a pensar: "Mi voluntad te llevar¨¢ a temblar todav¨ªa m¨¢s, pero esto es lo que tienes que hacer". Eso ocurre si tienes un proyecto. Mi caso era mucho menos heroico que el proyecto de Enrique IV. Pero si t¨² quieres con todas tus fuerzas el proyecto, esa voluntad te lleva a superar algunos de tus l¨ªmites naturales.
P. Usted dio batallas contra Craxi, contra Andreotti, contra Berlusconi... ?Qu¨¦ fuerza debe haber detr¨¢s de un periodista para llevar a cabo batallas tan arriesgadas en este mundo industrial?
R. Caracciolo y yo tuvimos la suerte de ser los due?os de estas iniciativas period¨ªsticas en las que nos embarcamos... No ten¨ªamos un due?o, puesto que nosotros lo ¨¦ramos. Luego no pudimos m¨¢s porque no ten¨ªamos los capitales suficientes para sostener el ¨¦xito de La Repubblica. Por ejemplo, cuando se decidi¨® introducir el color tuvimos que cambiar todas las m¨¢quinas tipogr¨¢ficas, las rotativas... Era un gasto enorme y no ten¨ªamos dinero; vendimos nuestras acciones y constituimos el grupo Mondadori-Repubblica-L'Espresso, que dur¨® siete meses porque fue asaltado por Berlusconi. Pero nosotros elegimos a nuestro editor, que fue Carlo de Benedetti. Desde entonces, La Repubblica tiene un due?o que no se puede identificar con los que hac¨ªan el peri¨®dico, como era nuestro caso, pero lo hab¨ªamos elegido, era uno que pensaba como nosotros y adem¨¢s no le gustaba estar dentro del coro.
P. ?Y qu¨¦ debe tener un periodista para dar batallas?
R. Un car¨¢cter, un proyecto. Cuando hicimos L'Espresso, los peri¨®dicos italianos nos parec¨ªan momias con vendas: daban los comunicados, no contaban los entresijos; los due?os ten¨ªan otros intereses, los de sus empresas. Los peri¨®dicos serv¨ªan como el aceite que se usa para que funcionen los engranajes. Serv¨ªan para hacer m¨¢s f¨¢cil el favor de los Gobiernos... Esto les obligaba a un cierto tipo de lenguaje y hasta de dise?o... Y hasta en el dise?o, en el uso de las letras, La Repubblica quiso renovar el mensaje...
P. ?C¨®mo lo hizo?
R. Quer¨ªa que la titulaci¨®n fuera por im¨¢genes... Ten¨ªa que ser como un eslogan. Los titulares tienen que cantar, o endecas¨ªlabos o heptas¨ªlabos esdr¨²julos... [canta Scalfari: "Tanto va la gatta al lardo que ci lascia lo zampino"]. Pero, con respecto a la fuerza: Yo estoy hecho de una cierta manera. A m¨ª me afectan las discusiones, el mal humor. Si lo percibo me paralizo. Pero si se armaba una batalla, contra Andreotti, por ejemplo, me sent¨ªa muy tranquilo. Para explicar esa reacci¨®n me viene a la mente el arca de No¨¦. No¨¦ deja entrar en el arca a todo el mundo, a condici¨®n de que dentro todos est¨¦n de acuerdo, porque afuera est¨¢ el diluvio universal. Por tanto, yo necesitaba el diluvio afuera para que dentro todos se llevasen bien. No s¨¦ si le he dado la idea.
P. Hoy he recibido una informaci¨®n escrita en mi m¨®vil diciendo que la prensa escrita acabar¨¢ en 2018. ?Estamos tan cerca del fin?
R. En la prensa escrita hay una transformaci¨®n. Las im¨¢genes y los sonidos han tomado el sitio de la palabra escrita. Ya no leen los peri¨®dicos y leen muy poco los libros, y est¨¢n pegados a la televisi¨®n, no s¨®lo porque la televisi¨®n es pasiva. Pasan mucho tiempo navegando en la Red, leyendo peri¨®dicos. The New York Times ha publicado un sondeo en el que se dice que los lectores de peri¨®dicos americanos est¨¢n en aumento. La venta de la prensa escrita est¨¢ en clara y grave disminuci¨®n. Si sumamos la venta de quiosco y suscripciones de nuestros peri¨®dicos a los que escuchan o leen los peri¨®dicos en las p¨¢ginas web tenemos una suma m¨¢s alta que antes, y en crecimiento. Sin embargo, lo que est¨¢ en la Red no se paga, la publicidad en la Red es menor y cuesta menos. Aqu¨ª hay una crisis espantosa de publicidad, tanto en los semanales como en los diarios. Esto obliga a unos sacrificios muy duros. Hemos tenido que reducir las p¨¢ginas; si lo haces durante unos seis meses puedes resistir, pero si reduces con perspectivas de dos o tres a?os tienes que reducir tambi¨¦n las redacciones, porque con menos p¨¢ginas disminuye el trabajo.
P. ?Qu¨¦ hay que hacer para recuperar el inter¨¦s de los lectores?
R. Me temo que por la prensa escrita volver¨¢ poco. Hay que hacer que nuestros reportajes, nuestra parte cultural, se convierta en nuestro punto de fuerza. La gente sabe las noticias de la noche anterior. La fuerza ya no reside ah¨ª. Nosotros tenemos que darle orden al lector, establecer cu¨¢les son las noticias importantes... Todo lo que es cultura, comentario, representa la fuerza para los que quieren reflexionar y entender.
P. Dec¨ªa Zorrilla: "Los muertos que vos mat¨¢is gozan de buena salud...". ?Gozan de buena salud a¨²n los peri¨®dicos cuyo fin se pregona?
R. Dir¨ªa que no gozan de buena salud, pero son a¨²n un gran punto de referencia. Es necesario darles mayor credibilidad, hacer que la marca atraiga al p¨²blico por encima de las nuevas tecnolog¨ªas. No se puede hacer otra cosa, y naturalmente esto conllevar¨¢ una gran reorganizaci¨®n de las empresas. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.