Cacer¨ªa
Un ministro de Justicia de cualquier pa¨ªs, de cualquier ideolog¨ªa, con una escopeta o con un rifle de mira telesc¨®pica en la mano, apuntando a un ciervo, a un mufl¨®n, a un guarro, a un conejo o a una perdiz es una imagen que le deja a uno desarmado. Si encima ese ministro de Justicia es socialista y se deja fotografiar rodilla en tierra agarrado con orgullo a las cuernas de un venado, que exhibe un balazo en la frente, entonces esa estampa resulta tan grosera que no da otra opci¨®n que la de salir corriendo en direcci¨®n contraria. Juntos, el ministro Bermejo y el juez Garz¨®n han participado en varias cacer¨ªas. Puede que lucieran abrigos con fuelles en las axilas y una pluma en el sombrero, que desayunaran migas con chorizo en compadreo con el resto de la cuadrilla, que entonaran a coro la salve de los monteros antes de la matanza. Basta con este pavoneo para merecer la repulsa de gran parte de los ciudadanos, m¨¢s all¨¢ de que trataran o no de apa?ar alg¨²n mejunje judicial entre animales muertos o de que ofrecieran, como membrillos, una baza pol¨ªtica a la derecha. Hay que imaginar al ministro de Justicia con el rifle cargado, bien apalancado en el puesto ante un venado, que se ha destapado entre unos arbustos. A trav¨¦s de la mira telesc¨®pica vislumbra en primer plano por un instante sus ojos de terciopelo, su belleza, su inocencia y, no obstante, frente a esa armon¨ªa de la naturaleza no duda en apretar el gatillo. Entre gran alborozo recibe la felicitaci¨®n de los secretarios por ese tiro tan certero y luego marca la culata de la pieza ensangrentada con sus iniciales. No posee un esp¨ªritu muy fino el ministro Bermejo si no es no es capaz de percibir que los ciervos que mata, miran antes la boca de su rifle llorando. Hay que imaginar tambi¨¦n al juez Garz¨®n ajusticiando con propia mano a unos venados, que han sido cebados entre alambradas s¨®lo para que despu¨¦s unos se?oritos de pelo ensortijado se den el gustazo de llenarles de plomo la barriga. El ministro Bermejo y el juez Garz¨®n, juntos o por separado, no deber¨ªan matar animales, porque el oficio tan delicado de hacer justicia no encaja en una afici¨®n tan violenta y antiest¨¦tica. Es como ver al ministro de Sanidad totalmente borracho. ?se y no otro es el esc¨¢ndalo.
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