El m¨ªstico de la generaci¨®n del 27
Una antolog¨ªa rescata al visionario Juan Larrea, pionero del surrealismo
Juan Larrea era irreductible. En 1961, su hija muri¨® en un accidente de avi¨®n junto a su marido. ?l malviv¨ªa exiliado en la ciudad argentina de C¨®rdoba y tuvo que hacerse cargo de su nieto, de seis meses. Al poco tiempo, recibi¨® desde M¨¦xico un cheque enviado por Luis Bu?uel. El cineasta quer¨ªa rodar Ilegible, hijo de flauta, un gui¨®n surrealista -llamado a "abrir horizontes independientes de tiempo y espacio"- firmado por el poeta bilba¨ªno. El proyecto no se concret¨® porque ¨¦ste se negaba a eliminar la escena final: un encuentro multitudinario de los testigos de Jehov¨¢.
Aquel cheque mexicano le llegaba a Larrea cuando m¨¢s lo necesitaba, pero lo devolvi¨®. Y lo hizo sin decirle una palabra a Bu?uel de su penosa situaci¨®n econ¨®mica. Las circunstancias no le hab¨ªan llevado a cambiar de opini¨®n por dinero y quer¨ªa que el director de La edad de oro actuara con la misma libertad. As¨ª era Juan Larrea (1895-1980), del que acaba de publicarse Poes¨ªa y revelaci¨®n (Fundaci¨®n Banco Santander), una antolog¨ªa de verso y prosa preparada por el hispanista italiano Gabriele Morelli.
"Sin Larrea no se explica 'Poeta en Nueva York", dice Gabriele Morelli
Bu?uel quiso rodar un gui¨®n suyo y Picasso alab¨® su libro sobre el 'Guernica'
Su car¨¢cter irreductible fue, de hecho, el que convirti¨® al escritor vasco en un raro dentro del grupo del 27. Incluido por Gerardo Diego en la famosa antolog¨ªa que, en 1932, canoniz¨® a la generaci¨®n de la Rep¨²blica, Larrea fue durante a?os autor de un solo libro, Oscuro dominio, publicado en 1934 en una edici¨®n de 50 ejemplares. La influencia que ejerci¨® en sus contempor¨¢neos se debe sobre todo a Versi¨®n celeste, un libro m¨ªtico cuyos poemas, escritos en franc¨¦s, circulaban entre los surrealistas del momento: "Sin Larrea no se explican ni Sobre los ¨¢ngeles ni Poeta en Nueva York", dice Morelli. Que ese poemario se publicara antes en Italia que en Espa?a -donde apareci¨® en 1970, con traducciones de, entre otros, Carlos Barral- es un ejemplo m¨¢s de la suerte editorial de un poeta que busc¨® distanciarse de s¨ª mismo escribiendo sus versos en otra lengua y que siempre quiso vivir al margen de toda oficialidad, incluida la de la literatura.
Versi¨®n celeste es uno de los n¨²cleos de Poes¨ªa y revelaci¨®n. Otro es Orbe, un diario que Pere Gimferrer, que lo edit¨® parcialmente en 1990, compara con el Libro del desasosiego, de Pessoa. El volumen se completa con una selecci¨®n de ensayos que ilustran la variedad de intereses -de la religi¨®n a la est¨¦tica- de un hombre cuyo costado m¨ªstico y visionario nunca se vio resentido por su compromiso pol¨ªtico ni por su red de complicidades. ?ntimo de Diego y Huidobro, su gran devoci¨®n fue C¨¦sar Vallejo, que mecanografi¨® el original de Orbe y con el que Larrea fund¨® la revista Favorables Par¨ªs Poema en la capital francesa. All¨ª trab¨® amistad tambi¨¦n con artistas como Juan Gris y Jacques Lipchitz, con el que Larrea mantuvo una correspondencia in¨¦dita de 800 p¨¢ginas.
El arte fue una de las grandes pasiones del poeta. Suya es, seg¨²n el propio Picasso, una de las mejores interpretaciones del Guernica, un mural cuya elaboraci¨®n hab¨ªa seguido muy de cerca en 1937 como secretario de la Junta de Relaciones Culturales de la Embajada de Espa?a en Francia. Ese a?o, el escritor don¨® a la Rep¨²blica la colecci¨®n de arte inca, de cerca de 600 piezas, que hab¨ªa reunido durante un largo viaje a Per¨² y que se integr¨® en la instituci¨®n que sirvi¨® de precedente al actual Museo de Am¨¦rica de Madrid.
Antes de llegar a Argentina, el exilio de Larrea se detuvo en M¨¦xico y Estados Unidos. Volvi¨® a Espa?a una sola vez. Fue en diciembre de 1977 y para presentar, d¨¦cadas despu¨¦s de escribirlo, la edici¨®n espa?ola de su ensayo sobre el Guernica, un cuadro que todav¨ªa tardar¨ªa cinco a?os en cambiar el MOMA de Nueva York por el Museo del Prado. Entre los presentadores estaba Felipe Gonz¨¢lez. Esos d¨ªas, Juan Larrea, que se consideraba a s¨ª mismo un personaje del "drama espa?ol", dio una impagable definici¨®n de s¨ª mismo en la que, de paso, met¨ªa a su amigo Le¨®n Felipe: "M¨¢s que inclasificables, somos desorbitados".
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