Elogio de la autoestima
No puede ser casual que Sergio Makaroff naciera en Buenos Aires. S¨®lo un hombre con la autoestima en buena forma (y los porte?os, vive Dios, la cultivan como s¨®lo ellos saben) podr¨ªa reaparecer tras seis a?os de silencio discogr¨¢fico con un trabajo titulado N¨²mero uno. Era su presentaci¨®n el pasado jueves y este trovador de 57 a?os compareci¨® en la sala Clamores de tiros largos: americana y una boina negra de la que no tard¨® en despojarse para lucir un cr¨¢neo despoblad¨ªsimo.
Tierno, socarr¨®n y sentimental, cronista de corazones voluptuosos y magullados, este "hombre feo" (como titulaba uno de sus ¨¢lbumes) constituye un buen ejemplo de optimizaci¨®n de recursos. Dista de tener una voz prodigiosa o de figurar entre los guitarristas abrumadores, no se basta para llenar ¨¦l solito el escenario y rara es la canci¨®n de la que se sabe bien la letra. Ni siquiera anda sembrado como monologuista, pero es dif¨ªcil no dejarse cautivar por sus letras p¨ªcaras y esos estribillos desinhibidos.
Todo son¨® m¨¢s convincente en cuanto Ariel Rot y Candy Caramelo le escoltaron en el escenario. Desfilaron los mejores cortes de N¨²mero uno, como esa psic¨®loga matadora, Ingrid, con la que el cantante experimenta un apasionado romance plat¨®nico. Pero el sobresaliente cum laude corresponde a Como un condenado, maravillosa canci¨®n de amor de la que ya pod¨ªan aprender los chicos de las radiof¨®rmulas. Reg¨¢lensela ma?ana, por favor, a quien se la merezca. Seguro que contribuyen a elevarle la autoestima.
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