Socialismos reales
El tiempo no pasa en vano. La Concertaci¨®n chilena de los comienzos, la de los primeros a?os de la transici¨®n, ten¨ªa una frescura, un sentido unitario, una energ¨ªa. Todo eso, ahora, se ha empezado a gastar, nos guste o no nos guste.
En sus or¨ªgenes, en sus pasos iniciales, la Concertaci¨®n fue el producto de la lucha com¨²n contra la dictadura, unidad favorecida por la evoluci¨®n interna de sus dos sectores principales: el socialismo, que se renovaba, y la democracia cristiana, que replanteaba sus v¨ªnculos con la izquierda. Pero la renovaci¨®n principal, la m¨¢s decisiva, era la del socialismo. Y era una autocr¨ªtica, no siempre declarada, pero impl¨ªcita, sostenida, consistente, del llamado socialismo real, que hab¨ªa causado estragos en la ¨¦poca de Allende y que hab¨ªa llevado a Cuba a un callej¨®n sin salida.
El viaje a Cuba de la presidenta chilena saca a relucir contradicciones inquietantes
El periodo de Ricardo Lagos fue el de un aut¨¦ntico socialismo renovado
En esas condiciones, socialistas y dem¨®crata-cristianos pod¨ªan trabajar juntos, mano a mano, con diferencias de matices, de ideolog¨ªa, de lo que ustedes quieran, pero sin reservas profundas, sin desconfianzas insuperables. Se inauguraba una democracia, y esto, despu¨¦s de tantos a?os oscuros, era una novedad extraordinaria, y se inauguraba, a la vez, una alianza pol¨ªtica que antes habr¨ªa parecido imposible. Los comunistas, el antiguo aliado de los socialistas, estaban excluidos de la nueva coalici¨®n, pero ocurr¨ªa que el comunismo, en los a?os duros, hab¨ªa optado por la lucha armada, por el apoyo decidido al Frente Patri¨®tico Manuel Rodr¨ªguez, y esto, por definici¨®n, los exclu¨ªa de una alianza de centro izquierda. En cierto modo, se hab¨ªan autoexcluido, y hab¨ªan optado por una l¨ªnea que ten¨ªa posibles explicaciones te¨®ricas, pero que en la acci¨®n pr¨¢ctica, frente a un Ej¨¦rcito bien organizado y bien instalado en el poder, no ten¨ªa el menor destino. Por otra parte, el desmoronamiento del bloque sovi¨¦tico, la ca¨ªda escandalosa y estrepitosa del Muro de Berl¨ªn, no facilitaban el papel del PC en la vida chilena. Su posici¨®n entre negativa y vacilante y su cambio de t¨¢ctica de ¨²ltimo minuto frente al plebiscito del a?o 88 fueron elementos reveladores.
Todo esto no ha cambiado, desde luego, con el viaje oficial a Cuba de la presidenta Bachelet y su numerosa comitiva. No pasa de ser una gira protocolaria, un intento de hacer negocios comerciales con una isla empobrecida y un evento cultural preparado con mucha minucia, con todos los resguardos habidos y por haber y con escaso vuelo. Pero el viaje, sin cambiar nada, ha puesto en evidencia algunas situaciones. En sus mejores momentos, la Concertaci¨®n no hac¨ªa una cr¨ªtica expl¨ªcita, beligerante, de los socialismos reales y de su influencia en el Chile de Allende. Rend¨ªa el homenaje de rigor a los h¨¦roes populares del pasado y guardaba silencio. Pero sab¨ªa lo que hab¨ªa pasado, lo hab¨ªa examinado desde todos los ¨¢ngulos y actuaba en forma consecuente: finanzas ortodoxas, prudencia frente a las fuerzas del mercado, esfuerzos por aumentar la protecci¨®n social, por mejorar la educaci¨®n y la salud p¨²blica, sin desbaratar los grandes equilibrios financieros.
Ahora se mantiene la ortodoxia econ¨®mica contra viento y marea, y eso nos permite enfrentar el descalabro internacional en condiciones relativamente buenas. La crisis mundial, por lo dem¨¢s, ha revelado en todas partes, y sobre todo en los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, que el tema de la funci¨®n del Estado y de la regulaci¨®n de las grandes entidades financieras tiene que replantearse a fondo, despu¨¦s de la etapa de aquello que Mario Soares, el ex presidente socialista de Portugal, bautiz¨® como "capitalismo de casino". Fracas¨® el capitalismo de casino, de aventura, de especulaci¨®n desenfrenada, y estamos enfrentados a la tarea no menor de refundar un capitalismo m¨¢s razonable y m¨¢s humano. Ninguna persona seria, que yo sepa, ha pensado que la soluci¨®n consista en volver a los socialismos reales del siglo pasado.
Se conservan en Chile, pues, las l¨ªneas centrales de la conducci¨®n econ¨®mica, pero si hacemos un poco de memoria llegamos a la conclusi¨®n de que la atm¨®sfera pol¨ªtica ha cambiado en forma impresionante. Despu¨¦s de los dos primeros Gobiernos de la Concertaci¨®n, que consolidaron en forma muy eficaz la salida de la dictadura y la conservaci¨®n relativa, con reformas importantes, del sistema econ¨®mico, me parece que el periodo de Ricardo Lagos fue el de un socialismo renovado aut¨¦ntico, dotado de una visi¨®n moderna de la pol¨ªtica y de la econom¨ªa. La prudencia y la discreta distancia del presidente Lagos con respecto al socialismo cubano, criticadas en estos d¨ªas de un modo m¨¢s o menos vociferante, fueron, precisamente, demostraciones de este esp¨ªritu renovado, que hab¨ªa hecho una autocr¨ªtica silenciosa y hab¨ªa sacado sus conclusiones.
Ahora el viaje a Cuba de la presidenta Bachelet ha sacado a relucir tensiones y contradicciones inquietantes. Parece que nuestro socialismo criollo, por lo menos en algunos sectores, puso el sentido cr¨ªtico y autocr¨ªtico entre par¨¦ntesis, y volvi¨® a entonar las anticuadas y olvidadas alabanzas de los socialismos reales. Me acord¨¦ de la amargura con la que un gran poeta h¨²ngaro, Goergi Petri, me contaba su sentimiento de frustraci¨®n y hasta de humillaci¨®n, en su condici¨®n de disidente pol¨ªtico encarcelado, cuando le¨ªa las noticias de los recibimientos oficiales, con delegaciones escolares y ramos de flores, a los poetas del mundo comunista que llegaban a Budapest (Pablo Neruda entre ellos). Neruda sab¨ªa, y despu¨¦s se arrepinti¨® de estas cosas en su Sonata cr¨ªtica, en Confieso que he vivido, en muchos otros lados. Por eso recibi¨® la violenta carta de cr¨ªtica de 1966 de sus "hermanos" de Cuba.
Las declaraciones de estos d¨ªas, en verdad, no terminan de apenarme y hasta de causarme verg¨¹enza ajena. La presidenta Bachelet, por ejemplo, dijo con todas sus letras, sin pesta?ear, que Cuba es "una democracia diferente". En los a?os sesenta y setenta del siglo pasado, con respecto a las "democracias populares", a Hungr¨ªa, Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, se dec¨ªa exactamente lo mismo. De ah¨ª su nombre oficial. Y despu¨¦s hemos sabido muy bien, con lujo de informaci¨®n, en qu¨¦ consist¨ªan esas democracias diferentes, donde la instituci¨®n que funcionaba mejor era la polic¨ªa secreta.
Pero s¨¦ de memoria lo que son las visitas oficiales, de Estado, como tambi¨¦n se suelen denominar, y comprendo que la presidenta, presionada por el protocolo, por la prensa, por el ambiente, haya tenido que utilizar alg¨²n t¨¦rmino amable. En las dictaduras, donde est¨¢n controladas, sofocadas, las palabras adquieren una parad¨®jica virulencia. Usar precisamente la palabra "dictadura", por ejemplo, habr¨ªa sonado terriblemente violento, malsonante. En cambio, me parece que Guillermo Teillier, cabeza de nuestro comunismo local, se pas¨® de la raya cuando sostuvo que en Cuba exist¨ªa libertad de expresi¨®n. Aqu¨ª entramos de frente en los terrenos de la tomadura de pelo, y no creo que los chilenos de a pie lo merezcamos.
Algunos episodios de este viaje nos indican que nos acercamos de nuevo a ciertos matices de los viejos socialismos reales, quiz¨¢ por una falla de la memoria, o por una nostalgia mal entendida. A la vez, en forma inevitable y paralela, los lazos del socialismo de siempre con el centro dem¨®crata cristiano vuelven a ponerse tensos. Los compromisos esenciales no se han roto, pero las familias pol¨ªticas, como se dice entre nosotros, con sus diversas culturas, han empezado a marcar sus distancias, sus desconfianzas, sus recelos. No son, en ning¨²n caso, promesas de futuro, indicios de nada bueno.
Jorge Edwards es escritor chileno.
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