Cinco aforismos sobre la crisis
Durante meses hemos o¨ªdo decir que la actual crisis -primero, financiera pero luego extendida al conjunto de la econom¨ªa- era una crisis de confianza. Y aunque la acumulaci¨®n de malas noticias ha ido desvirtuando ese tipo de an¨¢lisis, todav¨ªa hay quien se agarra a ¨¦l con todas sus fuerzas, como tuvimos ocasi¨®n de comprobar no hace mucho en la intervenci¨®n del presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en el programa de la primera cadena de la televisi¨®n p¨²blica Tengo una pregunta para usted. Por ello, no est¨¢ de m¨¢s insistir en que la realidad es mucho m¨¢s complicada. Reparemos si no en la cadena causal que presentamos a continuaci¨®n en forma de aforismos:
- La crisis financiera, que es la que ha provocado la tan mentada p¨¦rdida de confianza de los actores econ¨®micos, no se habr¨ªa producido sin el estallido de la denominada burbuja inmobiliaria.
El aut¨¦ntico origen de la crisis est¨¢ en las transformaciones estructurales de la econom¨ªa mundial
- No habr¨ªa existido una burbuja inmobiliaria si la concesi¨®n de cr¨¦dito por parte de los bancos y otras instituciones financieras no hubiera sido tan alegre (con el benepl¨¢cito de las autoridades monetarias).
- El cr¨¦dito no hubiera sido tan f¨¢cil si los tipos de inter¨¦s no hubieran estado tan bajos.
- Los tipos de inter¨¦s no habr¨ªan ca¨ªdo tanto sin el exceso de liquidez (Emilio Bot¨ªn) o el exceso de ahorro (Martin Wolf) que hemos conocido en la ¨²ltima d¨¦cada.
- No se habr¨ªa producido ese exceso de ahorro si el aumento de las desigualdades no hubiera dejado tanto dinero en manos de quienes, por tener ya mucho, no pueden gast¨¢rselo. Y si las aventuras b¨¦licas de los EE UU de Bush no hubieran propiciado a partir de 2003 un aumento explosivo del precio del petr¨®leo que ha engordado las arcas de los jeques ¨¢rabes -y de los clubes de f¨²tbol ingleses- a costa de ponernos en apuros a todos los dem¨¢s.
?Resulta convincente el razonamiento que hemos tratado de resumir en esos cinco aforismos?
Pues falta lo m¨¢s importante. Porque si se escarba un poco en ese fen¨®meno del aumento de las desigualdades al que acabamos de aludir y que ha sido objeto de un reciente informe de la OCDE (octubre 2008), nos encontramos con un acontecimiento trascendental que se ha producido en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas como consecuencia de la incorporaci¨®n de China, India y del antiguo Bloque Sovi¨¦tico a la econom¨ªa mundial. El economista Richard Freeman (The Great Doubling: The Challenge of the New Global Labor Market. Agosto de 2006) se ha referido a ese acontecimiento como la alteraci¨®n del equilibrio entre el capital y el trabajo; unos t¨¦rminos que la mayor¨ªa de nuestros economistas hace tiempo que no emplean. Manejando datos de las Penn World Tables (estad¨ªsticas sobre la econom¨ªa mundial que recoge la Universidad de Pensilvania), Freeman calcula que la fuerza de trabajo a nivel mundial pas¨® de 1.080 millones poco antes de 1990 a 2.930 en los primeros a?os de este siglo (las estad¨ªsticas de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo arrojan cifras parecidas). Naturalmente que antes de 1990 los trabajadores chinos, indios o de la Europa del Este eran econ¨®micamente activos, pero las circunstancias pol¨ªticas (o institucionales, como les gusta decir a los economistas) les manten¨ªan al margen del mercado mundial.
?C¨®mo ha influido la incorporaci¨®n a la econom¨ªa mundial de esos trabajadores en el aumento de las desigualdades? Dado el nivel de desarrollo del que part¨ªan China e India y el atraso tecnol¨®gico de los pa¨ªses del bloque sovi¨¦tico respecto a los occidentales, la incorporaci¨®n de los trabajadores de esos pa¨ªses a la nueva econom¨ªa mundial se ha traducido en un fuerte empeoramiento de la posici¨®n negociadora de los trabajadores del mundo desarrollado, obligados a competir con los bajos salarios (y las estructuras pol¨ªticas autoritarias) de esas zonas del mundo; lo que explica el incremento de las desigualdades en los pa¨ªses avanzados.
En cuanto a las tres ¨¢reas geogr¨¢ficas a las que nos venimos refiriendo, las desigualdades sociales, seg¨²n todos los indicadores disponibles, tambi¨¦n crecieron sustancialmente entre 1980 y 2000. Un hecho que a veces queda disfrazado porque, simult¨¢neamente, el mismo proceso de integraci¨®n en la econom¨ªa mundial contribuy¨® a que millones de ciudadanos chinos e indios salieran de la econom¨ªa de subsistencia o de la extrema pobreza.
La utilidad de estas reflexiones es que nos permiten vincular la crisis financiera, no con factores morales tales como la codicia de los banqueros o cosas parecidas, sino con las transformaciones estructurales que se est¨¢n produciendo en la econom¨ªa mundial. Aunque este nexo no har¨¢ probablemente m¨¢s felices a nuestros responsables pol¨ªticos, que se enfrentan, no a un problema (c¨®mo salir de una recesi¨®n moment¨¢nea provocada por el estallido de las burbujas inmobiliaria y financiera), sino a dos o m¨¢s (qu¨¦ hacer con la creciente desigualdad, c¨®mo afrontar la competencia de los pa¨ªses con bajos salarios, etc.). Y a dos escenarios, uno local y otro planetario. Con la consiguiente complejidad pol¨ªtica y t¨¦cnica de las medidas a adoptar.
En cualquier caso, es obvio que la crisis actual se resiste a cualquier simplificaci¨®n y que, por ello, las recetas moralistas, las continuas llamadas a la confianza y al esfuerzo suenan en muchos o¨ªdos a m¨²sica celestial, en el peor de los sentidos que esta expresi¨®n tiene en nuestro irreverente idioma.
Mario Trinidad, ex diputado socialista, es escritor.
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