Boadella, Esperanza Aguirre... y tambi¨¦n dos huevos duros
Un triste trasunto de 'Una noche en la ¨®pera' inaugura los Teatros del Canal
Cuando en 2004 Albert Boadella dio calabazas a Esperanza Aguirre ("no soy el perfil adecuado para trabajar en la administraci¨®n p¨²blica"), la regidora de la Villa y Corte no sab¨ªa que cuatro a?os despu¨¦s el joglar iba a cambiar el no, gracias por el s¨ª, quiero. Cuando en septiembre del a?o pasado el fundador de Els Joglars firm¨® por fin como director art¨ªstico de los Teatros del Canal, la presidenta no sab¨ªa que ven¨ªa una crisis econ¨®mica y que, a lo mejor, 100 millones de euros para un teatro se iban a revelar como demasiados millones. Cuando lleg¨® la crisis, Esperanza Aguirre no sab¨ªa que se le avecinaba un tsunami de presuntos esp¨ªas y de presuntos manguis. Y ayer por la noche, en los Teatros del Canal, nadie sab¨ªa qu¨¦ se le pasaba por la cabeza a la premier madrile?a.
"Este garito de post¨ªn vive de los cheques de la Sra. Ag¨¹aire", se dice en la pieza
La primera parte del espect¨¢culo es una visita guiada por las tripas del teatro
La vida, salvo para Rappel y alg¨²n que otro superdotado con bola de cristal en casa, es un c¨²mulo de ignorancias.
Tambi¨¦n un c¨²mulo de absurdos, como por ejemplo acudir sin complejos al mundo de Sam Wood y los hermanos Marx para, sobre la base de cinco o seis sketches de violencia ajena, copiar sin sonrojo la fastuosa Una noche en la ¨®pera. Homenaje, le llaman ahora al papel de calco.
No se es Groucho Marx f¨¢cilmente, aunque uno se empe?e. Y no se es no porque no a secas, sino porque es imposible: as¨ª que nadie deber¨ªa usurpar, en adelante, el adorable, y genial, y complej¨ªsimo personaje de Otis B. Driftwood. Tampoco se es Chico ni Harpo porque uno se empe?e y le eche buena voluntad, como los actores de Una noche en el Canal.
El responsable del atrevimiento es Boadella, que de repente se ha cre¨ªdo Herman Gottlieb (el hilarante empresario malhumorado de aquella obra maestra del cine de humor). Boadella lleva casi medio siglo desplegando insolencias en los escenarios, la mayor parte de ellas plagadas de lucidez, genio y mala baba. Est¨¢ claro: no todas las insolencias, por el mero hecho de serlo, pueden reivindicar el derecho al aplauso, aunque ayer hubo muchos, pero hab¨ªa truco: hab¨ªa cla en el patio de butacas.
Por ¨²ltimo, cabe preguntarse si la nueva mecenas del indomable joglar reconvertido en funcionario p¨²blico reviste semejanzas con la entra?able se?ora Claypool, aquella mujer masiva de sonrisa sincera tan enamorada de Otis B. Driftwood. Por si acaso, uno de los di¨¢logos de Una noche en el Canal as¨ª lo deja entrever, al subrayar que "este garito de post¨ªn" (los Teatros del Canal) s¨®lo puede funcionar "gracias a los cheques de la se?ora Ag¨¹aire" (ustedes saben qui¨¦n). Y una cosa queda clara: tras 47 a?os de re¨ªrse del poder, Albert Boadella se r¨ªe, por fin, con el poder. Y que ya est¨¢ inmerso hasta las cejas en ese "teatro de Estado" al que tanto y tantas veces masacr¨®. Es el ritmo de los tiempos en lo cultural y en lo pol¨ªtico. La parte contratante de Albert Boadella es hoy por hoy la que es.
A la inauguraci¨®n oficial de los Teatros del Canal -la inauguraci¨®n social fue el 23 de septiembre de 2008 y cost¨® 1,2 millones de euros, entre canap¨¦s y Nacho Cano- asisti¨® un elevado n¨²mero de invitados que participaron con ganas en la primera parte de la noche: un recorrido guiado, en grupitos, por el apabullante mastodonte de cristal, hormig¨®n y acero firmado por el arquitecto Juan Navarro Baldeweg. Varios gu¨ªas-acomodadores, meg¨¢fono en ristre, iban paseando a los espectadores por las tripas del teatro, por las salas de ensayo de danza y m¨²sica (donde asistieron, por ejemplo, a una surrealista Rapsodia de salmos silenciosos), por una atalaya desde la que se ve¨ªa dormitar al propio Boadella en su imaginario despacho, e incluso por un corredor en el que dos mimos -de los habituales de la Puerta del Sol o la Plaza Mayor de Madrid: un cow-boy dorado y un hombre que lucha contra el viento- mostraban su arte, que de repente hab¨ªa dejado de ser callejero para convertirse en institucional. Fue, quiz¨¢, lo m¨¢s original de Una noche en el Canal.
Ni la Plataforma de Titiriteros Descontentos (otra de las invenciones del libreto boadelliano), ni el muy real y muy creciente desasosiego ante el oleaje de la crisis lograron que la gente se quedara en casa. Y eso que la dura actualidad pol¨ªtica apareci¨®, de refil¨®n y en plan co?a, eso s¨ª, con esta r¨¦plica en mitad del show:
- ????Y el Museo de las Sinverg¨¹encer¨ªas!!??
- ??Pero si los sinverg¨¹enzas ya no caben en ¨¦l!!
- ?Y el dinero?
- ?En los bancos!
- ?Pero si el dinero lo pone el Estado!
- ?Si tampoco tenemos Estado!
La Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid, con m¨²sicos de entre 15 y 25 a?os, el Coro de la Comunidad, la compa?¨ªa de danza Losdedae, los grupos Yllana, Teatro Meridional e Impromadrid; la mezzosoprano Adriana Mastr¨¢ngelo y el tenor Carlos Moreno cumplieron con sus misiones respectivas.
Una noche en el Canal se representar¨¢ de nuevo hoy y ma?ana. Y tambi¨¦n dos huevos duros.
Babelia
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