23-F: recuerdos y preguntas
Me encontraba hablando por tel¨¦fono con Fernando Claud¨ªn para organizar unas conferencias conmemorativas del 50? aniversario de la Segunda Rep¨²blica cuando lleg¨® la noticia de la dimisi¨®n de Adolfo Su¨¢rez. "Ruido de sables", sentenci¨®. Tambi¨¦n estaba al tel¨¦fono, ahora preparando la edici¨®n de un libro, cuando a ambos lados de la l¨ªnea retumbaron los disparos en el Congreso. "?Polic¨ªas malos que no dejan trabajar a los ait¨¢s!", dictamin¨® mi hijo de cuatro a?os. En las horas que siguieron, atend¨ª la consigna del partido, pronto por fortuna anulada, de concentrarnos en las inmediaciones de las Cortes. Los c¨ªrculos protectores de grises nos relegaban a la plazuela de Goya, junto al Prado. Horas despu¨¦s, la Polic¨ªa Municipal anunci¨® que unas fuerzas de la Brunete ven¨ªan para liberar a los diputados. Un amigo me cont¨® el fin del episodio. En realidad, quien llegaba era Pardo Zancada para reforzar a Tejero. El grupo de concentrados le salud¨® con los gritos de "?Democracia, s¨ª; dictadura, no!". Nuevo caos de consignas por la ma?ana: primero, atrincherarse en las Facultades; luego abandonarlas para no provocar.
Un cierto grado de confusi¨®n alcanz¨® en esa jornada a todos los niveles de la sociedad
Un cierto grado de confusi¨®n alcanz¨® en esa jornada a todos los niveles de la sociedad, del poder pol¨ªtico y de los mandos militares, incluidos los golpistas, que acabaron atrapados en su propia tela de ara?a. Es el clima reflejado en la dign¨ªsima miniserie de TVE. La ¨²nica objeci¨®n reside en el hecho de que sea la televisi¨®n del Estado la que difunde una versi¨®n tan cerrada del episodio, con el Rey como protagonista inmaculado, cuando hay puntos oscuros a¨²n por dilucidar. El fondo de la cuesti¨®n parece claro: la opci¨®n constitucionalista del monarca y sus gestiones para obtener la obediencia de unos jefes militares partidarios del "golpe de tim¨®n"; la lealtad de algunos, como Fern¨¢ndez Campo y Gabeiras; la voluntad golpista de Mil¨¢ns o de Tejero; la felon¨ªa de Armada. La combinatoria de las actuaciones es, sin embargo, m¨¢s compleja.
Escuch¨¦ al Rey su narraci¨®n de los hechos con ocasi¨®n de una cena en casa de Jaime Sartorius, all¨¢ por julio de 1988, y una vez que ya tenemos una versi¨®n oficial, resulta imprescindible destacar algunas diferencias. As¨ª, la conciencia del riesgo asumido por el monarca. El pr¨ªncipe Felipe le pregunta: "?Qu¨¦ pasa, pap¨¢?". Y ¨¦l responde: "Nada, hijo; he dado una patada a la Corona, est¨¢ en el aire y ya veremos donde cae". M¨¢s importante es la observaci¨®n hecha por la Reina al conocer la ocupaci¨®n del Congreso: "?Esto es cosa de Alfonso!". Consecuencia: tajante rechazo a cualquier intento de Armada para acudir a la Zarzuela y advertencia a Gabeiras de que no delegase nada en su segundo, protagonista en todo momento de la narraci¨®n regia. Hay, pues, un hilo conductor de las relaciones entre Armada y el Rey que la serie no aborda suficientemente. Todo indica que Armada participa en ese "ruido de sables" de que hablaba Claud¨ªn y que dio en tierra con Su¨¢rez, quien para nada quer¨ªa al futuro golpista en el Estado Mayor. Nada sabemos de su larga conversaci¨®n con el Rey diez d¨ªas antes del 23-F. Resulta veros¨ªmil que el Rey prefiriera tenerle cerca como hombre de confianza en tiempo de inseguridad y que reaccionara al sospechar su intervenci¨®n en la trama, dej¨¢ndole claro que no secundaba el golpe.
Tampoco cabe descartar que siguiera pensando en utilizarle en ¨²ltimo extremo, y ah¨ª est¨¢ el visto bueno dado para presentarse en las Cortes. En la miniserie es Gabeiras quien lo otorga, pero el general cont¨® a?os despu¨¦s que la autorizaci¨®n previa fue del Rey, cosa l¨®gica, para convencer a Tejero de que depusiera su actitud. S¨®lo que a esas alturas estaba bien probado que Armada jugaba su propio juego golpista. Dif¨ªcilmente don Juan Carlos pod¨ªa ignorarlo. Culminando una labor iniciada tiempo atr¨¢s, m¨¢s de sierpe que de elefante, ir¨ªa a proponer a los diputados presos su gobierno de salvaci¨®n nacional. Tejero revent¨® el intento. El resto es bien conocido. Debilitada ya por la presi¨®n del monarca sobre los capitanes generales y por los propios celos entre estos, la baza de espadas hab¨ªa fracasado. Una hora m¨¢s tarde, el Rey aclar¨® todo con su comunicado constitucionalista en televisi¨®n. La imagen jug¨® as¨ª un papel sustancial, desde la providencial c¨¢mara que transmiti¨® el tejerazo e invalid¨® todo intento de presentar aquel ejercicio de barbarie como un acto de salvaci¨®n de la patria. La ¨²ltima batalla de la guerra civil se hab¨ªa perdido para los sublevados, entre la traici¨®n y el esperpento.
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