?La madre de las libertades?
Con algunas excepciones, los parlamentarios y los miembros del Gobierno permiten que la libertad se muera poco a poco en el Reino Unido. Parece una pesadilla
Llevo 30 a?os viajando a lugares que carecen de libertad, desde Alemania Oriental hasta Birmania, y he escrito sobre ellos convencido de que mi pa¨ªs de origen era uno de los m¨¢s libres del mundo: el Reino Unido. Quer¨ªa que los habitantes de esos lugares disfrutaran m¨¢s de lo que ten¨ªamos nosotros. En los ¨²ltimos a?os he abierto los ojos -un poco tarde, pero m¨¢s vale tarde que nunca- a c¨®mo se est¨¢n recortando las libertades individuales, la intimidad y los derechos humanos en el Reino Unido, como si fueran rodajas de chorizo, bajo Gobiernos del nuevo laborismo que aseguran creer que la libertad es el tema central de la historia brit¨¢nica.
"No, estos poderes no se utilizar¨¢n casi nunca", dicen siempre. "La gente normal no tiene nada que temer. S¨®lo afecta al 0,1%". Pero 0,1%, multiplicado por 100 veces, es un 10%. Los alemanes del Este tienen hoy m¨¢s libertad que los brit¨¢nicos, al menos en cuanto a las leyes y a pr¨¢cticas administrativas en ¨¢mbitos como la vigilancia y la recogida de datos. Hace 30 a?os ten¨ªan la Stasi. Hoy, el Reino Unido posee unas leyes sobre vigilancia tan vagas y el¨¢sticas, que el Ayuntamiento de una peque?a ciudad llamada Poole ha podido aprovecharlas para espiar durante dos semanas a una familia err¨®neamente acusada de haber mentido en un formulario de solicitud de matr¨ªcula en un colegio. Los esp¨ªas oficiales, al parecer, tomaron abundantes notas sobre los movimientos de la madre y sus tres hijos, a los que denominaban "objetivos", y los vigilaron de noche para dejar claro d¨®nde dorm¨ªan. ?Y se supone que estamos en Inglaterra?
El nuevo laborismo recorta los derechos humanos y la intimidad como si fueran rodajas de chorizo
El Reino Unido tiene m¨¢s circuitos cerrados, m¨¢s poder policial y mayor vigilancia del correo que cualquier otra democracia
Que quede algo claro: aunque la comparaci¨®n con la Stasi es irresistible, el hecho de emplear esos m¨¦todos no quiere decir todav¨ªa que seamos un Estado controlado por una Stasi. El contexto pol¨ªtico es muy diferente. Los brit¨¢nicos no vivimos en una dictadura controlada por un partido ¨²nico. Pero tampoco es "un caso aislado", como protestan siempre los ministros. Casi cada semana aparece una nueva revelaci¨®n sobre c¨®mo est¨¢ recortando nuestro Gobierno otro pedazo m¨¢s de nuestra libertad, siempre en nombre de alg¨²n bien real o imaginado: la seguridad nacional, la protecci¨®n frente al crimen, la cohesi¨®n comunitaria, la eficacia (ja, ja) o nuestra "relaci¨®n especial" con Estados Unidos.
La libertad se queda para el final. Como dice el autor conservador Dominic Raab en su excelente libro The Assault on Liberty, este Gobierno "ha aprobado, con gran hiperactividad, m¨¢s leyes relacionadas con Interior que todos los dem¨¢s Gobiernos de nuestra historia juntos, ha acumulado un vasto arsenal de nuevos poderes legales y ha creado m¨¢s de 3.000 nuevos delitos penales".
Otros pa¨ªses libres, entre ellos Estados Unidos, tambi¨¦n han tenido una reacci¨®n desmesurada ante la amenaza del terrorismo y han violado sus propios principios constitucionales y normas legales. Lo peculiar del caso brit¨¢nico es que hemos menoscabado nuestras libertades individuales en muchos frentes distintos. Hemos sido c¨®mplices de los norteamericanos a la hora de torturar a nuestra propia gente, pero, al mismo tiempo, hemos erosionado la libertad de expresi¨®n de maneras impensables en Estados Unidos y nos hemos convertido en lo que Privacy International llama "una sociedad de vigilancia end¨¦mica".
No hay duda de que la lucha contra el terrorismo exige ciertas restricciones. No hay duda de que la existencia de los circuitos cerrados de televisi¨®n ayudan a reducir el crimen. Pero resulta que tenemos m¨¢s circuitos cerrados, una base de ADN m¨¢s grande, un Registro Nacional de Identidad m¨¢s ambicioso (e impracticable), m¨¢s poderes policiales y m¨¢s vigilancia del correo electr¨®nico que cualquier otra democracia liberal comparable. Y adem¨¢s disponemos de una burocracia tan centralizada e incompetente a la hora de administrar todo ese volumen de datos, que es capaz de perder un disco con los detalles de prestaciones por hijos de 25 millones de personas.
M¨¢s a¨²n, la p¨¦rdida de libertad, muchas veces, no produce el supuesto beneficio en seguridad ni eficacia. As¨ª, por ejemplo, el primer ministro Gordon Brown y otros miembros de su Gobierno presionaron para que hubiera 42 d¨ªas de detenci¨®n sin juicio, a pesar de que dos ex responsables de los servicios de seguridad, el director de la fiscal¨ªa p¨²blica, el antiguo presidente de la C¨¢mara de los Lores, el ministro de Justicia y el presidente del Tribunal Supremo -es decir, casi cualquiera en situaci¨®n de saber de qu¨¦ iba el tema- dijeron que era un error, innecesario y contraproducente. ?C¨®mo es posible que un Gobierno formado por personas inteligentes y a menudo de mentalidad liberal se comporte de forma tan autoritaria, arrogante y est¨²pida? ?Qu¨¦ tornillo les falta? ?Qu¨¦ neurona?
Por suerte, la reacci¨®n en contra ya ha comenzado. La encabezan tres grupos: jueces y abogados; miembros no electos de la C¨¢mara de los Lores (v¨¦ase un extraordinario informe reciente de la C¨¢mara sobre la cuesti¨®n de la vigilancia), y una coalici¨®n variopinta de periodistas, acad¨¦micos, escritores, artistas, miembros de think-tanks, activistas de la sociedad civil y ciudadanos corrientes, de izquierdas y derechas, j¨®venes y viejos, algunos de los cuales se han unido para lanzar la semana que viene, en varias ciudades brit¨¢nicas, una Convenci¨®n sobre la Libertad Actual (ver http://www.modernliberty.net/).
Llama la atenci¨®n la ausencia en esta lista del grupo que deber¨ªa estar en vanguardia a la hora de defender las libertades brit¨¢nicas: nuestros representantes electos. No es s¨®lo un fallo del nuevo laborismo. Con unas cuantas excepciones notables, como el ex portavoz conservador de Interior David Davis, nuestros parlamentarios, en general, se han mostrado complacientes y pusil¨¢nimes mientras nuestras libertades se ven recortadas. Por ejemplo, la semana pasada, el ministro del Interior, pat¨¦tica y est¨²pidamente, proh¨ªbe al parlamentario holand¨¦s Geert Wilders que entre en el Reino Unido para exhibir su nocivo y ofensivo filme contra el islam a invitaci¨®n de varios miembros de la C¨¢mara de los Lores. Resultado: una restricci¨®n de la libertad de expresi¨®n que da a Wilders una publicidad con la que no pod¨ªa so?ar. ?Y c¨®mo reacciona el portavoz de Interior de los dem¨®cratas liberales, Chris Huhne? No importa, dice, porque la pel¨ªcula es verdaderamente ofensiva. ?Y te llamas un liberal? John Stuart Mill debe de estar removi¨¦ndose en su tumba. Y tendr¨ªan que convencerme de que los primeros espadas conservadores lo har¨ªan mejor.
No estoy seguro de comprender del todo los motivos de esta cobard¨ªa, pero he aqu¨ª uno de ellos. Hace un par de a?os pregunt¨¦ a un importante pol¨ªtico del nuevo laborismo si su Gobierno no se hab¨ªa equivocado en su forma de establecer el equilibrio entre la seguridad y la libertad. "Bueno", me contest¨®, "lo que s¨ª le puedo decir es que, si se pregunta a los brit¨¢nicos, siempre escoger¨¢n m¨¢s seguridad". Por eso es por lo que la cuesti¨®n est¨¢ en nuestras manos. Dado que nuestros l¨ªderes se han vuelto en general seguidores -siguen el ¨²ltimo sondeo de opini¨®n, el ¨²ltimo grupo de estudio o la ¨²ltima campa?a de prensa-, somos nosotros, los brit¨¢nicos, quienes debemos hacerles cambiar de opini¨®n sobre lo que quiere "el pueblo".
Para ser sincero, todav¨ªa no acabo de creerme que est¨¦ ocurriendo esto en mi pa¨ªs. Parece una pesadilla. Pero est¨¢ sucediendo, y debemos impedir que contin¨²e. Ya.
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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