El porvenir de la cat¨¢strofe
La depresi¨®n en que estamos instalados vive horas tr¨¢gicas. Muchos analistas sociales coinciden en que cuanto mayor sea la convulsi¨®n, m¨¢s beneficioso ser¨¢ el desenlace para las sociedades. Una catarsis colectiva que purificar¨¢ el alma del capitalismo. As¨ª lo argumenta el autor, que abordar¨¢ la crisis en su pr¨®ximo libro.
"Una Tercera Guerra Mundial fingida, una Gran Guerra en el capitalismo de ficci¨®n puede virtualmente realizarse. Esa guerra no conllevar¨ªa derramamientos de sangre: le bastar¨ªa con arruinar al enemigo. Durante la Primera Guerra Mundial, s¨®lo el 5% de las v¨ªctimas fueron civiles; en la Segunda Guerra Mundial, el recuento de v¨ªctimas civiles lleg¨® al 60%; en la Tercera Guerra Mundial, todos los civiles somos v¨ªctimas. ?Deseo de guerra? Un secreto deseo de que todo esto saltara por los aires ha presidido los primeros a?os del siglo XXI"
Contra las tertulias econ¨®micas sin fin, contra los art¨ªculos de miles de analistas financieros, contra los admonitorios discursos sobre los pecados del sistema y sus terribles secuaces, hay que decir que continuar interpretando la gran depresi¨®n en t¨¦rminos economicistas no es otra cosa que una actitud banal. Tan infantil como achacar los males que padece nuestro mundo al materialismo rampante, la desalmada conducta de los poderosos o la p¨¦rdida de religiosidad en las grandes ciudades.
En el primer supuesto, los economistas se erigen en los indiscutibles sabios del crash. En el segundo, regresa el colorista mito de un Dios b¨ªblico que castiga el descarr¨ªo de la humanidad mediante plagas y sevicias, empezando por la quiebra del rico y la general miseria de todos los dem¨¢s.
La incomparable ventaja de estas explicaciones radica en que, como en los cuentos infantiles, son comprensibles por la muchedumbre. La realidad se simplifica y allana a la manera de una f¨¢bula. Y as¨ª, en el caso del economicismo el problema consistir¨¢ en que o bien las autoridades e instituciones econ¨®micas fueron irresponsables y les vendr¨¢ bien una reforma o bien los activos financieros t¨®xicos envenenaron las aguas y despu¨¦s la liquidez. ?Productos t¨®xicos de extraordinario riesgo? Efectivamente. Pero no s¨®lo se trata de t¨ªtulos viciados y derivados. Estos son s¨®lo escamas de la enfermedad.
En todas las importantes crisis capitalistas desde los tulipanes holandeses (1637) a la South Sea (1637), desde el "efecto tequila" (1994) hasta las punto.com (2000), se acoplaron al menos tres antecedentes: euforia y estabilidad social, acusadas desigualdades sociales, consumo desequilibrado y desprestigio moral de la ¨¦poca. Homo bulla est, dec¨ªan atinadamente los moralistas romanos.
Pero ?c¨®mo no arriesgarse, burbujear en una cultura de consumo donde la aventura y el cambio son parte de sus pilares? ?C¨®mo no asumir cierta cantidad de riesgo cuando bulle la prosperidad vital?
Tres cuartas partes de las necesidades que existen en el mundo -dice Kurt Heinzelman en La econom¨ªa de la imaginaci¨®n- son rom¨¢nticas, basadas en visiones, idealismos, esperanzas y afectos. En consecuencia, la discusi¨®n sobre la naturaleza de los activos es un problema sumamente metaf¨ªsico y ps¨ªquico que los economistas, a lo que se ve, apenas tienen en cuenta.
La econom¨ªa, la ciencia social matem¨¢ticamente m¨¢s avanzada, es la ciencia humana m¨¢s atrasada. Y ello tiene que ver con que frecuentemente se abstrae de las condiciones sociales, hist¨®ricas, pol¨ªticas, psicol¨®gicas y ecol¨®gicas, que son inseparables de las actividades econ¨®micas. Como consecuencia, los expertos econ¨®micos son notablemente incapaces de interpretar las causas y las consecuencias de las perturbaciones monetarias o burs¨¢tiles y de prever el curso de la econom¨ªa, incluso en el corto plazo.
Obedientes al c¨¢lculo, ignoran lo que no es ni calculable ni mensurable, como la vida, el sufrimiento, la alegr¨ªa, el amor, el honor, el talento, la magnanimidad, la conciencia, el bien y el mal. Su sola medida de satisfacci¨®n viene a ser el crecimiento de la producci¨®n, de la productividad o de los ingresos monetarios. La econom¨ªa puede establecer las tasas de pobreza monetaria, pero ignora la subordinaci¨®n, la humillaci¨®n o el dolor que experimentan los pobres, concluye Bernardo Kliksberg en Hacia una econom¨ªa con rostro humano.
EL REINO DE LO COMPLEJO. La burbuja econ¨®mica y sus vidas latentes poseen la condici¨®n de un organismo y no, desde luego, de una secuencia causal al modo de una m¨¢quina. Las burbujas contienen tanto de raz¨®n como de loca epidemia y se desarrollan de un modo incomparablemente m¨¢s complejo que los storytelling divulgados a granel para satisfacci¨®n de los media y sus p¨²blicos elementales.
La historia ense?a, quiz¨¢, a comprender la historia pero el presente no se ha convertido a¨²n en esa pesada materia de instrucci¨®n. La actualidad manda apresuradamente y cualquier actualidad es s¨®lo interesante en cuanto noticia. Noticia candente pero, a la vez, desnuda de complejidad.
V¨ªctimas y culpables. Esto es lo que se desea saber con claridad. Pero v¨ªctimas aqu¨ª son todos, acaudalados y obreros, mientras los culpables son, a su vez, port¨¢tiles. Un d¨ªa se desenmascaran las malvadas instituciones monetarias, otro se detiene a estafadores Madoff, otro se se?ala a los bancos de la esquina, a los gobiernos neoliberales, a Milton Friedman y a George W. Bush.
El desfile de la delincuencia no es del todo falso puesto que alguna verosimilitud requiere lo literario pero, efectivamente, el mundo es demasiado correoso e interactivo como para aceptar un western de buenos y malos y apoyarse en ra¨ªdas razones de bien y de mal.
Desde que el capitalismo existe, las crisis han ido present¨¢ndose con una periodicidad de 22 meses (entre 1854 y 1919) y con un intermedio de tres trimestres en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. En casi todas tuvo que intervenir el Gobierno para restablecer la confianza. Pero precisamente las tesituras m¨¢s graves sirvieron para que el sistema afinara sus instrumentos y renovara tanto su dotaci¨®n tecnol¨®gica como la ideolog¨ªa de su porvenir. Con ello, no se estar¨ªa asistiendo a ninguna cosm¨¦tica ni tampoco a una mendaz maniobra del sistema, sino sencillamente a la asunci¨®n capitalista necesaria para sus imprescindibles metamorfosis como organismo vivo.
Organismo s¨ª; mecanismo no. Los mecanicistas del siglo XIX y los automovilistas del siglo XX trataron a la sociedad y a los coches como un ensamblaje de piezas y as¨ª como era posible volver al funcionamiento sustituyendo las buj¨ªas averiadas u obsoletas por otras nuevas parec¨ªa posible reparar el crash sustituyendo o corrigiendo alguna pieza. As¨ª viene a ser la idea de aquellos que atribuyen el colapso actual al mal funcionamiento de una autoridad econ¨®mica incompetente, anacr¨®nica o necesitada de correcci¨®n.
La clave consiste, sin embargo, no en que unas u otras piezas se hayan deteriorado sino que, como hace ya tiempo explica la teor¨ªa de la complejidad en f¨ªsica o en neurolog¨ªa, lo importante no son las partes sino las conexiones entre ellas. Como hab¨ªa observado Joseph Schumpeter en 1939 a prop¨®sito de las fluctuaciones c¨ªclicas, las fluctuaciones capitalistas no ser¨ªan "como am¨ªgdalas, ¨®rganos aislados que puedan tratarse por separado, sino, como latidos del coraz¨®n, parte de la esencia del organismo que los pone de manifiesto".
Ni el cerebro es un mecano ni tampoco es un mecano Internet y el paradigma de la globalidad del mundo. Mucho menos ahora en que la arquitectura en red (en sistemas el¨¦ctricos, de comunicaciones, de relaciones personales) se aborda en t¨¦rminos de nexos y nodos distintos y de los que depende que la perturbaci¨®n sist¨¦mica sea imperceptible o generadora de una explosi¨®n total.
LA TERCERA GUERRA MUNDIAL. ?ste es el caso de la Gran Depresi¨®n actual, cuyo mayor parecido es el de las dos guerras mundiales del siglo XX. El malestar social, el deseo de cambio, el desprestigio de la ¨¦poca, la ansiedad por la transformaci¨®n estaban presentes en cada una de sus v¨ªsperas. Pero, complementariamente, el sistema capitalista obtuvo gracias a ellas una renovaci¨®n y un impulso que determin¨® tanto el nuevo conocimiento como el nuevo estilo general del mundo.
Una Tercera Guerra Mundial real ser¨ªa una contradicci¨®n in terminis. Pero una Tercera Guerra Mundial simulada, una Gran Guerra, en el capitalismo de ficci¨®n puede suceder con ¨¦xito. Esa guerra apenas conllevar¨ªa derramamientos de sangre: le bastar¨ªa con arruinar econ¨®micamente al enemigo, tal como ocurri¨® en las contiendas armadas. Esa tercera guerra fingida no tendr¨ªa v¨ªctimas militares puesto que las bajas uniformadas han ido disminuyendo y han crecido, en cambio, las civiles. Durante la Primera Guerra Mundial, un 5% de las v¨ªctimas fueron civiles; en la Segunda Guerra Mundial, llegaron hasta al 66%. En esta Tercera Guerra Mundial, sigilosa, transparente, todos los civiles son v¨ªctimas.
?Imposible? En 2004, el miedo de los brit¨¢nicos a una guerra mundial era incluso superior al que se registraba medio siglo antes (The Daily Mail, 22 de noviembre de 2004). ?Deseo de guerra? Un secreto anhelo de que este mundo salte por los aires ha presidido los primeros a?os del siglo XXI. La corrupci¨®n (pol¨ªtica, econ¨®mica, religiosa, deportiva...), las drogas, la p¨¦rdida de valores fuertes, la decadencia de la escuela, de la justicia, de la moral p¨²blica, el hiperconsumismo, el hiperindividualismo, el relativismo, la muerte del planeta y las ballenas, han sido tenidos por factores de extrema degeneraci¨®n. Otro mundo debe ser posible puesto que de ¨¦ste hemos acabado hartos.
Albert O. Hirshman dice en su libro Inter¨¦s privado y acci¨®n p¨²blica que "el prolongado periodo de paz y de creciente prosperidad experimentado por Europa antes de la Primera Guerra Mundial gener¨® en sectores importantes de las clases medias y altas un sentimiento de repulsi¨®n contra la mezquindad del sistema burgu¨¦s. Para estos grupos, sigue Hirshman, la guerra lleg¨® como una liberaci¨®n del aburrimiento y la vacuidad, como una promesa de comunidad que trascender¨ªa "a las clases sociales y como un retorno a la acci¨®n y el sacrificio heroicos". Algunos autores contempor¨¢neos de entonces como Stefan Zweig (El mundo de ayer) trataron de explicar a¨²n m¨¢s el hecho de que Europa fuera a la guerra en 1914. (No se pierdan estas memorias).
Ser¨¢ acaso exagerado pero el desafecto por el prolongado periodo pac¨ªfico y materialista anterior a la guerra explicar¨ªa (en gran medida) su popularidad inicial, lo que a su vez ayud¨® a determinar la forma, la duraci¨®n y la intensidad de la contienda.
Las guerras -como las crisis- estallan por una chispa determinada, el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, las hipotecas subprime, pero algo iba anunciando que el colapso estaba cerca y ser¨ªa inevitable.
Philip Ball lo explica en su libro Masa cr¨ªtica mediante detallados an¨¢lisis que sirven para entonces tanto como para ahora mismo. Si hay "tensi¨®n" en un sistema complejo los sucesos m¨¢s menudos pueden tener consecuencias desproporcionadas.
No puede saberse en qu¨¦ instante un mont¨®n de arena llegar¨¢ a desmoronarse al ir a?adi¨¦ndole peque?as porciones m¨¢s pero la raz¨®n de su derrumbe no podr¨¢ atribuirse al ¨²ltimo pu?ado que se le eche encima, por muy t¨®xica o bonos basura que sea.
El modelo del atentado terrorista, s¨²bito y trastornador, reina hoy en territorios tan diferentes como el period¨ªstico, el best seller, el marketing, el tipping point de Macarena o la gripe aviar. O, exactamente, esta Gran Crisis viene a ser como la llamada "tormenta perfecta", el terrorismo de la crisis desde El Pocero hasta Wall Street. La Gran Crisis brota y se expande como un aire radiactivo, un virus o una melod¨ªa en el i-Pod.
TODOS CULPABLES. El mundo se ha preparado y vertiginosamente para comportarse como una bomba. Una y otra vez, el ejercicio de la explosi¨®n, sea de la pornograf¨ªa o de la web 2.0, del videojuego o del rumor, del gen o de la moda, ha llegado a convertirse en la manera m¨¢s actual de experimentar. Ser alguien viene asociado a producir impacto. Conseguir influencia queda asociado al don s¨²bito, al efecto blink y de s¨²bita percepci¨®n. El proyecto se resume de este modo en el proyectil, el proceso en el tiro raudo y el rosario de hechos en la cuenta de ING Direct. ?Falso? ?Inconsciente? ?Radical?
?Culpables todos? La tesis de Benedicto XVI tiende a aprovechar la gran decepci¨®n social para abominar de las vanidades de este mundo y cimentar, por tanto, la existencia en la verdadera solidez de Dios. ?Todos incautos? ?Todos culpables, todos pecadores? "? moiti¨¦ coupables et, ¨¢ moiti¨¦ victimes, comme tout le monde", dec¨ªa Sartre, sin descartar, seguramente, que unos fueran m¨¢s culpables o canallas que otros. O como escribe J. K. Galbraith en El crac del 29: "No es que sea peque?o el sentido de responsabilidad de la comunidad financiera respecto a la comunidad general. En realidad, es pr¨¢cticamente nulo".
El sistema nos miente y nos abate, tambi¨¦n nos abate y nos incorpora, nos identifica, nos mima y nos arrasa.
La gran convulsi¨®n en la que nos hallamos todos posee el extraordinario rostro de un fin de ¨¦poca y a la vez, l¨®gicamente, se erige como un epoch making. As¨ª como fue el car¨¢cter de las dos grandes posguerras mundiales, el pensamiento, la consideraci¨®n del mundo y su organizaci¨®n, la relaci¨®n con los valores y con todo lo dem¨¢s quedar¨¢ hondamente perturbado.
O, de otro modo, ser¨ªa imposible de soportar que el mundo fuera lo mismo el d¨ªa despu¨¦s. ?C¨®mo podr¨¢ ser de otro modo? Cualquier paquete de predicciones suele ser tan entretenido como imposible de demostrar puesto que, como saben las ciencias no econ¨®micas, la correcta proyecci¨®n de un futuro necesitar¨ªa introducir ignorados elementos de ese futuro para acertar su composici¨®n.
En consecuencia, las tendencias que ahora pueden enunciarse s¨®lo se aproximan a lo cabal si poseen, al menos, cierto grado de visibilidad en el presente.
Son, por ejemplo, tendencias negativas las que puedan deducirse de una mayor desigualdad social y sus previsibles convulsiones. Es tendencia negativa ya palpable la xenofobia y, tambi¨¦n, la acusada demanda de un l¨ªder o l¨ªderes que nos salven de la situaci¨®n. Las rogatorias que piden un mes¨ªas son del mismo orden b¨ªblico que la calificaci¨®n de la adversidad actual y de los probables castigos humanos que se deriven del Reino de los Cielos y con el supuesto mes¨ªas aqu¨ª.
"LA crisis financiera une al planeta", clamaba The Washington Post (13 de octubre de 2008). ?Habr¨¢ que dar gracias a esta cat¨¢strofe por procurarnos el sentimiento de solidaridad global? No pocos analistas sociales coinciden en que cuanto mayores son las crisis m¨¢s tienden a favorecer a las sociedades. Y no s¨®lo mediante una catarsis del alma sino por el ejercicio natural de las mentalidades. "Lo que no me destruye me fortalece", dice una m¨¢xima de Nietzsche que viene a ser el correlato de: "Lo que no mata engorda".
?Qu¨¦ cunde hoy, en fin, con este trastorno? ?Cu¨¢les son las tendencias a la vista? En primer lugar y como una fuerza hacia el borr¨®n y cuenta nueva, en tiempos de penumbra, casi todo tiende al blanco: son blancos los nuevos artefactos electr¨®nicos, las decoraciones de interiores, el color ascendente de los coches, las marcas blancas, las met¨¢foras de las grandes rebajas y los low cost.
Ahora las autoridades piden consumir: la rebeli¨®n de los consumidores es no consumir. Hacerse frugal es como practicar una dieta de adelgazamiento. La primac¨ªa de lo delgado sobre lo obeso, la patolog¨ªa de la obesidad se corresponde con la patolog¨ªa del gasto suntuario, exagerado, excrementicio. En Estados Unidos han comenzado ya los cursos sobre la manera de llevar una vida austera, oportunos y necesarios para cambiar las formas de comportamiento. Del mismo modo que proliferan los consultorios sobre c¨®mo vestirse, c¨®mo comer, c¨®mo elegir colores, c¨®mo decorar, proliferan los consultorios para hacerse a la nueva coyuntura.
Est¨¢ de moda salir menos y celebrar todo en casa, las fiestas, los entretenimientos, las cenas y la distracci¨®n. El ahorro del gasto se corresponde a su vez con un lavado del alma consumidora y esta ficci¨®n de ayuno se asocia con la tendencia de la purificaci¨®n. Contra la corrupci¨®n, la mentira, la estafa, la estratagema, el valor de la autenticidad de los productos que valen m¨¢s por su olor, su sabor y su realidad que por el prestigio de la marca. Igualmente, en las relaciones humanas, la desconfianza que propici¨® tanto las desigualdades como el c¨¦nit del individualismo se sustituye por la confianza -base del desarrollo de la red- y el "personismo", que consiste en degustar al otro, a muchos otros, en un determinado aspecto y sin duraderos ni profundos compromisos.
La presencia de Internet pasa m¨¢s f¨¢cilmente desde el interior de la pantalla al exterior tanto en operaciones comerciales como amorosas, l¨²dicas y pol¨ªticas. El ¨¦xito de Obama viene de Internet e Internet salta desde su complementariedad al centro de la democracia.
Hiperdemocracia ha empezado a llamarse a la interacci¨®n controladora que permite crear un conocimiento, un poder y un control pol¨ªtico a partir de muchos.
Una larga bater¨ªa de obras recientes en torno al conocimiento compartido, the wisdom of crowds, el saber de la Wikipedia, la infotop¨ªa y temas similares, desemboca en la utop¨ªa de una pr¨®xima "inteligencia universal" formada por la puesta en com¨²n de las capacidades creativas de todos los seres humanos conectados.
A falta de revoluci¨®n social, una revoluci¨®n mental. A falta de una gran idea brillante, la opacidad de la idea obesa.
Esta utop¨ªa colectivista dar¨ªa lugar a una nueva econom¨ªa llamada "relacional" que prestar¨ªa servicios sin ¨¢nimo de lucro y se batir¨ªa contra el mercado hasta ponerle fin. En ese mismo momento se fundar¨ªa una ¨¦poca in¨¦dita, de la misma manera que siglos atr¨¢s el mercado puso fin al feudalismo y la democracia a la monarqu¨ªa, seg¨²n una tesis so?adora de Jacques Attali.
Pero, efectivamente, no concluyen en este punto los futuros trastornos: de la econom¨ªa relacional se deducir¨¢ la desaparici¨®n de la envejecida democracia actual puesto que la idea y el af¨¢n democr¨¢tico no ha sido otro desde hace doscientos a?os que la promoci¨®n del individuo y su individualismo. Sin embargo, dise?ado el mundo en forma de red, avanzando mediante una trama humana o cerebro relacional, la conocida democracia adquirir¨¢ un sentido nuevo, diferente, superior.
Se la sigue llamando "hiperdemocracia" con un aumentativo que parece arrinconar esta palabra todav¨ªa sagrada, pero de ning¨²n modo ser¨¢ una versi¨®n perfeccionada del sistema existente sino su transustanciaci¨®n. Los partidos, los l¨ªderes, los discursos, las promesas quedar¨¢n arrasadas por la acci¨®n directa de la ciudadan¨ªa y a trav¨¦s de una interacci¨®n planetaria en constante transfusi¨®n.
La hiperdemocracia ser¨¢ as¨ª el reino de la hipercr¨ªtica positiva, tal como en la actualidad funcionan los m¨®viles que se recomiendan restaurantes o se compinchan para boicotear una lata de conservas china. La hiperdemocracia, en fin, se manifestar¨¢ desde un poder polic¨¦ntrico desde Brasil a la India, desde Los ?ngeles a Sidney, desde Luxemburgo a Castilla y Le¨®n.
En el v¨®rtice mismo de la crisis financiera mundial he aqu¨ª un sudoku para contemplar el mundo desde un caleidoscopio imaginativo. Una previsi¨®n propia de tiempos de calma en el momento de la Gran Turbulencia.
Por fortuna, las crisis est¨¢n tambi¨¦n llenas de oportunidades. "Buscando remedio en el mal mismo" fue la expresi¨®n repetida de Rousseau en el libro primero de sus Confesiones. En el arte, nunca hubo m¨¢s creatividad que en los tiempos de crisis o decadencia desde el Siglo de Oro a la Edad de Plata, desde el cubismo a la abstracci¨®n, desde las grandes obras del cine a los pensamientos en que se apoy¨® revolucionariamente el siglo XX.
Pero tambi¨¦n, de nuevo como a principios del siglo XX, la ornamentaci¨®n en arquitectura, en vestir, en dise?ar, recuerda a Albert Loos y su idea del ornamento como una forma de crimen. La mediocridad complica. La genialidad simplifica.
Si esto es un eufemismo de la Tercera Guerra cabe recordar que las guerras grandes propiciaron las invenciones tecnol¨®gicas. Y ahora, como ya se vislumbra, pueden acelerarse los programas de ahorro de energ¨ªa y la explotaci¨®n de nuevas fuentes de energ¨ªa.
LA mente se agudiza sobre los bienes materiales pero, adem¨¢s, las personas deben perfeccionar o ampliar o adaptar sus conocimientos y actitudes, una de las cuales tiene que ver en casi todos los ¨®rdenes con la eliminaci¨®n o desvanecimiento del intermediario. Internet ya colabora en la compra de toda clase de mercanc¨ªas y objetos, facilita la venta directa al agricultor o el fabricante, ofrece la posibilidad de intervenir, cuestionar, criticar, controlar al pol¨ªtico. O al banquero, representante hoy del odiado intermediario que tambi¨¦n aun testimonialmente ha sido sustituido en la red por los cr¨¦ditos P2P entre particulares.
Los contactos persona a persona acaban con el poder del cr¨ªtico, de la compa?¨ªa discogr¨¢fica, de la galer¨ªa de arte, la instituci¨®n. Un aire de anarqu¨ªa controlada va instal¨¢ndose como reacci¨®n al descr¨¦dito de los gobiernos, los pol¨ªticos, las viejas organizaciones y sus directivos piramidales.
En la misma sinton¨ªa, la narraci¨®n interactiva y no dirigida o prefijada fue ensayada en la literatura (Rayuela), en el cine (el Kinoo Automat que el checo Raduz Cincera present¨® en la Expo 67 de Montreal) o en los happenings y acciones de los artistas visuales o teatrales. Estos y otros experimentos se saldaron, entonces, con el fracaso, pero hoy lo interactivo lleg¨® con el videojuego, con la m¨¢quina o con otros jugadores y el final no se halla determinado.
El jugador es siempre un actor que no se conforma con ser espectador. Un nuevo saber deducido de los nuevas tecnolog¨ªas interactivas y del proceder multitareas se abrir¨¢ un camino m¨¢s r¨¢pido en el vac¨ªo de la poscrisis y sin saber ad¨®nde se llegar¨¢ a parar en la pol¨ªtica o en la ciencia, en lo personal o en lo social, algo es ya seguro: el saber de la decadencia. El saber de la decadencia o el punto ¨®ptimo del saber. El espacio desde donde se supera la contingencia y se prefiere lo esencial. Marx aseguraba que hab¨ªa llegado el tiempo, su tiempo, de abandonar la interpretaci¨®n de la historia y, en adelante, afanarse en transformarla. Ahora, la historia se ha transformado y, parad¨®jicamente, empieza la tarea de reinterpretarla y, naturalmente, de embellecerla. Keynes inst¨® en 1933, en un discurso ante el Gobierno irland¨¦s, a que se invirtiera m¨¢s dinero en belleza.
Keynes, siempre interesado por el arte, patrocin¨® e invirti¨® en el Cambridge Arts Theater, promovi¨® el Arts Concilium y, encima, se cas¨® con una bailarina. La fealdad (en arquitectura, en interiorismo, en ropas, en maniobras financieras) ha sido un factor de empobrecimiento humano, dentro y fuera del capitalismo de ficci¨®n. La nueva ficci¨®n ahora consiste en so?ar con un mundo m¨¢s justo, m¨¢s n¨ªtido, m¨¢s limpio.
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