La lectura de los cl¨¢sicos
Para aprender periodismo deportivo basta con estudiar a dos cl¨¢sicos, italianos ambos: Gianni Brera y Candido Cannav¨®. En esos dos hombres est¨¢ todo. Por supuesto, jam¨¢s anduvieron de acuerdo.
Gianni Brera invent¨® el lenguaje del deporte italiano. Fue un escritor espl¨¦ndido, elev¨® a niveles insuperables las cr¨®nicas de ciclismo y dio legitimidad al juego c¨ªnico y reserv¨®n con el que muchos identifican al calcio. Un tipo tremendo, Brera. Grueso, arrogante, racista, con una cultura enciclop¨¦dica y un car¨¢cter insufrible. Su secreto fue revelado tras su muerte: amaba el f¨²tbol delicado y creativo de Gianni Rivera, pero no pod¨ªa decirlo sin echar por tierra sus teor¨ªas sobre las bondades de la defensa, el patad¨®n y el gol de picard¨ªa.
El sur italiano y sus habitantes ocupaban un puesto muy alto en su lista de man¨ªas. Brera, hombre del norte, toleraba con dificultad la existencia de Roma; cualquier cosa al sur de la capital le parec¨ªa insufrible. ?Creen que un hombre as¨ª no pod¨ªa ser un gran periodista? Se equivocan: fue grandioso. No s¨®lo observaba el deporte como nadie (la agon¨ªa de un ciclista rezagado en la escalada, el cambio t¨¢ctico que decanta un partido); era un maestro de la provocaci¨®n inteligente y la pol¨¦mica de profundidad, elementos fundamentales para la prevenci¨®n del atontamiento.
Lo que hizo en 1983 fue perfectamente previsible: denunci¨® que La Gazzetta dello Sport, el diario en el que hab¨ªa escrito sus mejores piezas, era v¨ªctima de "una conspiraci¨®n sure?a". La "conspiraci¨®n" consist¨ªa en que La Gazzetta, el diario con mayor difusi¨®n en Italia, hab¨ªa quedado en manos de un director siciliano. El siciliano, llamado Candido Cannav¨®, prefiri¨® no discutir con su ilustre colega y ponerse a trabajar.
El lector avisado puede imaginar la dificultad que entra?a dirigir la Biblia rosa del deporte italiano. En Espa?a resulta un poco m¨¢s sencillo porque los diarios deportivos tienen una clientela concreta. Para entendernos, no habr¨¢ muchos socios del Barcelona que compren el As ni muchos del Madrid que compren el Sport. La Gazzetta, en cambio, se ve obligada a mantener las distancias, cosa no siempre posible.
Cannav¨®, por ejemplo, opin¨® tras la tragedia de Heysel que el Juventus deb¨ªa devolver la Copa y dejar vacante el t¨ªtulo europeo: los aficionados juventinos empezaron a detestar al pobre director siciliano y bastantes se pasaron al Tuttosport, un diario inequ¨ªvocamente blanquinegro. Tambi¨¦n hubo bronca cuando Cannav¨® se mostr¨® partidario de que las maniobras de Luciano Moggi, el director deportivo del club de los Agnelli, fueran castigadas con el descenso del equipo. La peor bronca de todas fue interna: cuando aflor¨® el dopaje en el ciclismo, Cannav¨® exigi¨® la m¨¢xima dureza; cabe suponer c¨®mo se lo tomaron los due?os de La Gazzetta, diario patrocinador del Giro.
Cannav¨® no escrib¨ªa tan bien como Brera o como Gianni Mura, el gran cronista de La Repubblica. Pero era un grand¨ªsimo periodista, honrado y, adem¨¢s, bondadoso, tanto como para proclamar tras la muerte de Brera, en 1992, que su correoso rival hab¨ªa sido el mejor. Dej¨® la direcci¨®n de La Gazzetta en 2002, despu¨¦s de 20 a?os, y se instal¨® en una oficina pintada de rosa, como las p¨¢ginas del diario, para escribir columnas de portada y libros sobre la vida carcelaria o los discapacitados f¨ªsicos. Eran, a su manera, libros sobre el deporte porque hablaban de la capacidad humana para superar las dificultades.
Candido Cannav¨®, nacido en Catania en 1930, sufri¨® una hemorragia cerebral el pasado jueves mientras trabajaba en La Gazzetta. Falleci¨® ayer por la ma?ana.
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