Perseguidos, explotados y recluidos
La demanda de madera, soja y etanol se ceba con los ind¨ªgenas latinoamericanos
Sobrevivieron a la llegada de Col¨®n, a las enfermedades de Europa, a los dictadores, a la United Fruit Company y a la fiebre del caucho. Pero las prospecciones petrol¨ªferas, las empresas madereras y los cultivos de soja no s¨®lo les han espantado la caza sino que los han espantado a ellos mismos: pueblos enteros de nativos obligados a vivir cada vez m¨¢s lejos de donde siempre estuvieron.
A¨²n quedan en Am¨¦rica Latina unos 500 pueblos ind¨ªgenas (la palabra tribu les parece peyorativa), con 43 millones de miembros que abarcan el 7,6% de la poblaci¨®n del continente. Varias decenas de estos grupos no oyeron hablar nunca de Cristo, ni de Mozart, ni de la penicilina, ni de las Torres Gemelas, ni de Sin tetas no hay para¨ªso. La ONG Survival calcula que existen 40 de estos grupos en Brasil con los que nadie ha contactado, unos 15 en Per¨² y uno en Paraguay. Es en estas comunidades de escasa o nula relaci¨®n con el resto de la sociedad donde se aprecian de forma m¨¢s cruda los estragos del consumismo disfrazado de progreso.
Hay unos 50 grupos nativos que nunca han contactado con el resto del mundo
"Las invasiones de las reservas son constantes", dice la directora de Survival
Para ayudar a los ind¨ªgenas en una batalla donde tienen todas las de perder, investigadores como Almudena Hernando, arque¨®loga de la Universidad Complutense de Madrid, han convivido en la Amazonia brasile?a con pueblos como los aw¨¢, tambi¨¦n conocidos como guaj¨¢.
"Cuando los funcionarios brasile?os de la Funda??o Nacional do ?ndio (Funai) detectan a un aw¨¢ perdido en la selva lo trasladan a una zona legalmente demarcada para los ind¨ªgenas donde nadie puede entrar. Pero los madereros terminan entrando. Hacen unas talas muy selectivas, que no se pueden detectar mediante fotos a¨¦reas, porque cortan los ¨¢rboles m¨¢s viejos y dejan los j¨®venes, que no tienen valor en el mercado. Y detr¨¢s de ellos viene un ej¨¦rcito de campesinos sin tierra, que no tienen tampoco nada para subsistir. La forma que tenemos en Occidente de combatir esos desmanes es pedir certificados de origen de la madera que se compra".
"El verano pasado", contin¨²a Almudena Hernando, "los madereros se acercaron a s¨®lo tres kil¨®metros de la zona protegida. Y cuando llegue la temporada seca, el pr¨®ximo agosto, seguro que se acercar¨¢n m¨¢s y m¨¢s. Cuando caz¨¢bamos junto a los aw¨¢, ellos, que tienen un o¨ªdo fin¨ªsimo, se paraban al o¨ªr las sierras mec¨¢nicas. Les espantan la caza, que es su ¨²nica forma de vida. En 2006 la Funai llev¨® all¨ª al Ej¨¦rcito y expuls¨® a los madereros. Pero, al a?o siguiente, volvieron".
"La teor¨ªa en Brasil es muy buena. La ley protege a los grupos aislados, pero las invasiones son constantes, y no se hace nada para frenarlas", indica Fiona Watson, directora de la ONG Survival.
"Por una parte el Gobierno crea un organismo como la Funai para protegerlos, y por otra pone en marcha el Plan de Crecimiento Acelerado, que proyecta entrar en la Amazonia y construir carreteras y centrales hidroel¨¦ctricas. Adem¨¢s, el presidente Lula da Silva visitar¨¢ a Barack Obama en abril con el objetivo de vender a Estados Unidos m¨¢s biocombustibles. Ya tiene en proyecto la creaci¨®n de m¨¢s f¨¢bricas en tierras reivindicadas por los guaran¨ªes. Y encima, el Congreso de Brasil est¨¢ debatiendo un anteproyecto de ley que permitir¨ªa explotar a gran escala la miner¨ªa en los territorios ind¨ªgenas".
Survival trabaja desde hace varios a?os con 35.000 guaran¨ªes de Brasil. "?ste era uno de los primeros grupos que contactaron con los colonos blancos hace casi 500 a?os y han sobrevivido a ello", indica Watson. "Pero en los ¨²ltimos 50 a?os, por culpa de la expansi¨®n agr¨ªcola en Mato Grosso, han perdido casi todas sus tierras y viven en reservas, rodeados por las plantaciones de soja y de ca?a de az¨²car, que se usan para fabricar biocombustibles [especialmente el etanol]".
Teresa Aguilar Larrucea, quien lleva varios a?os trabajando junto al fot¨®grafo Carlos D¨ªez Polanco en distintos proyectos con decenas de pueblos ind¨ªgenas en Latinoam¨¦rica, sostiene que todos los individuos con los que ha tratado siempre han salido perdiendo en su relaci¨®n con el hombre blanco.
"Apenas se les otorga el rango de personas. Pueden quedar muy bonitos como cartel tur¨ªstico, pero nadie quiere tenerles cerca. Y encima la sociedad blanca les quita sus tierras alegando que no las cultivan y que son improductivas. ?Pero cu¨¢l es el concepto de improductividad? El ind¨ªgena tiene ah¨ª su tienda y su farmacia, saca beneficio de ellas. Llevan miles de a?os conviviendo en armon¨ªa con la naturaleza. Deber¨ªamos aprender de ellos".
A pesar del pesimismo con que Aguilar Larrucea atisba el futuro de los pueblos ind¨ªgenas, a¨²n ve signos esperanzadores. "Venezuela es un claro ejemplo de lo peor y lo mejor. Los indios caracas viv¨ªan en el centro del pa¨ªs y ahora en el centro no queda ninguno, todos se han desplazado a la Amazonia y a la frontera. Sin embargo, Venezuela ha sido un pa¨ªs pionero en la lucha por los derechos de los nativos al crear el Ministerio de los Pueblos Ind¨ªgenas, y ponerlo en manos de Nicia Maldonado, que es ind¨ªgena yecuana. Porque en Brasil existe la Funda??o Nacional do ?ndio, pero sus dirigentes no lo son", explica.
"Con Hugo Ch¨¢vez", contin¨²a, "los ind¨ªgenas han adquirido m¨¢s conciencia de raza y dignidad. Ya no esconden sus ra¨ªces y cada vez aparece mayor n¨²mero de ind¨ªgenas en los censos. Pero al ser un ministerio nuevo, no llega a todos los pueblos ind¨ªgenas que deber¨ªan llegar". Detr¨¢s de esa aversi¨®n de la sociedad blanca al aborigen, seg¨²n Aguilar Larrucea, lo que se esconde es un complejo racial y cultural. "Los blancos quieren presumir de su pureza renegando del mestizo y el mestizo reniega del ind¨ªgena. Yo he visto en algunos pueblos a gente que hac¨ªa negaci¨®n de sus hermanos m¨¢s oscuritos porque se avergonzaban de ellos".
Un lenguaje para dos hombres
Si se busca en Wikipedia lenguas tup¨ª-guaran¨ª, la primera que aparecer¨¢ en una lista de 53 se llama aura. Su cobertura geogr¨¢fica es el Estado brasile?o de Maranh?o. El n¨²mero de hablantes, reducido. "S¨®lo dos hombres y yo los conozco", asegura la arque¨®loga de la Universidad Complutense Almudena Hernando. "La Funda??o Nacional do ?ndio [Funai, organizaci¨®n dependiente del Ministerio de Justicia brasile?o] les han facilitado una caba?a junto a un puesto ind¨ªgena donde viven indios aw¨¢. Hablan una lengua que nadie conoce. Les pusieron de nombre Aur¨¦ y Aur¨¢. Parece que son los ¨²ltimos representantes de un grupo al que debieron masacrar".
"La Funai los contact¨® cuando estaban perdidos y solos. Ning¨²n ling¨¹ista conoce su lengua. Los trasladaron ah¨ª, lejos de la tierra donde se les hall¨®. Cuando te acercas, te cuentan muchas cosas que no entiendes. Y si entras en su caba?a te quedas completamente impactada: las vigas que sujetan el tejado de paja sirven de soporte a cientos y cientos de flechas, con las puntas envueltas en hojas y atadas en racimos", contin¨²a Hernando.
"Aur¨¦ y Aur¨¢ se han pasado los a?os que llevan viviendo ah¨ª haciendo flechas y m¨¢s flechas, en un ejercicio in¨²til desde el punto de vista funcional, porque ya no las usan. Pero imagino que eso les sirve de terapia para neutralizar el trauma de haber sido arrancado de tu tierra y forma de vida. Tal vez se han agarrado a ello como mecanismo de seguridad. Cuando todo se ha hundido bajo tus pies quieres saber qui¨¦n eres introduciendo la m¨ªnima cantidad de cambio en tu vida. Eso es lo que hacen estos dos hombres. Es impresionante ver su caba?a, neur¨®ticamente ordenada. Te das cuenta del horror que han debido vivir muchos de estos grupos en el momento del contacto con el blanco".
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