"En 1996 mi hija se volvi¨® loca"
Llega a Espa?a el libro 'Hacia el amanecer', uno de los fen¨®menos editoriales del a?o en EE UU - Michael Greenberg evoca la vida de Sally, aquejada de trastorno bipolar
Entrar en casa de Michael Greenberg es entrar en Nueva York. El esp¨ªritu mismo de la ciudad se respira en este apartamento del Upper West Side, un ambiente indefinible de caluroso desorden, de suelo de roble que ha sido pisado por muchas almas, una sensaci¨®n de pasado y de presente viv¨ªsimo. Es el mismo olor de la ciudad que con tanta hondura y desenfado sabe plasmar este escritor en esas cr¨®nicas callejeras que publica quincenalmente en el Times Literary Supplement. "?Vienes buscando un tema para tu art¨ªculo?", me dice sonriendo al abrirme la puerta, "yo me paso los d¨ªas obsesionado con encontrar un asunto interesante que contar". Pero yo no s¨¦ exactamente a qu¨¦ he venido. Nos conoc¨ªamos ligeramente. Somos vecinos, y mi marido y ¨¦l toman de vez en cuando un bourbon en un peque?o club de jazz cercano a casa, el Smoke. Para los esp¨ªritus curiosos, la escritura del peri¨®dico es siempre una excusa para meter las narices en la vida de otro. Eso es lo que hago. Observar de cerca al hombre que ha escrito un libro de memorias sobrecogedor, Hacia el amanecer, calurosamente recibido por la cr¨ªtica norteamericana (y que ahora publica Seix Barral en Espa?a).
El autor recuerda qu¨¦ le pas¨® a Sally desde que la posey¨® la psicosis
La enferma no se ha curado, pero sabe anticipar sus crisis, y se siente feliz
"No hay pretensi¨®n de estilo, s¨®lo quer¨ªa contar las cosas como fueron"
"Ella tiene ese temperamento art¨ªstico del bipolar", dice el escritor
"El 5 de julio de 1996 mi hija se volvi¨® loca", ¨¦sta es la primera frase del libro, la que marca el tono directo con el que la historia est¨¢ contada, una claridad que le confiere en ocasiones un aire po¨¦tico. "No ten¨ªa ninguna pretensi¨®n de estilo, yo s¨®lo quer¨ªa contar las cosas como fueron, una vez que he podido ordenar el recuerdo, porque cuando estaba inmerso en aquella abrumadora experiencia s¨®lo pod¨ªa tomar algunas notas inconexas". Greenberg sirve un whisky y a la luz helada de la tarde va recordando, una vez m¨¢s, con generosidad y sin reservas, qu¨¦ es lo que pas¨® desde que su hija de 15 a?os fue pose¨ªda por ese monstruo interior llamado psicosis, que se apoder¨® de su dulce temperamento y la convirti¨® en un ser seco, duro, que cre¨ªa percibir el mundo con la intensidad de los elegidos, hasta que un tratamiento hospitalario se la devolvi¨® al padre, al mundo real. Es una historia que trasciende lo individual y se convierte en un cap¨ªtulo m¨¢s de este Nueva York que a veces ense?a los dientes y se ceba con los m¨¢s d¨¦biles. "No puedo evitar sentir empat¨ªa por los locos", dice Greenberg, "la imagen de mi hija est¨¢ siempre presente. Ha modificado mi vida. Esa acera que tenemos enfrente atrae, no s¨¦ por qu¨¦, a los locos del barrio; la gente los considera medio peligrosos, medio delincuentes, pero yo establezco relaci¨®n con ellos f¨¢cilmente, evito ese contacto visual que puede perturbarles y me dejo llevar por los caminos extra?os de su conversaci¨®n". Pero Sally no fue el primer miembro de la familia Greenberg que padeci¨® un tipo de trastorno mental. Antes que ella, el escritor creci¨® con Steven, su hermano, un soci¨®pata que vive escondi¨¦ndose de las miradas ajenas.
En el momento en que la enfermedad de Sally hace su violenta aparici¨®n, Michael siente algo parecido a la culpabilidad sangu¨ªnea, y es su madre, uno de los personajes m¨¢s enigm¨¢ticos de esta historia, quien le quita esa idea de la cabeza de una manera brutal: "Sally y Steven", le dice, "no padecen el mismo tipo de locura. Steven es as¨ª porque yo no lo quise, no lo quise nunca", confiesa la madre en una conversaci¨®n que hiela la sangre. ?Qu¨¦ tipo de reacci¨®n tuviste, le pregunto, cuando ella te revel¨® ese cap¨ªtulo familiar tan perturbador? Tal vez el episodio que pueda ser m¨¢s lejano al lector espa?ol. "Mi madre es tan especial, una especie de Catherine Deneuve de Brooklyn...", se r¨ªe, "s¨ª, entiendo lo que dices, una madre que no quiere a un hijo es considerada un monstruo, una mujer al estilo de April, la madre de Revolutionary road, pero yo sent¨ª que confi¨¢ndome esa experiencia tan dolorosa tambi¨¦n para ella me estaba haciendo un gran favor, quer¨ªa que yo me desprendiera de cualquier responsabilidad sobre la enfermedad de mi hija, deseaba dejarme claro que mi hermano estaba desquiciado a consecuencia de una falta total de amor y que, sin embargo, lo de mi hija era una enfermedad inevitable. A pesar del shock le estoy agradecido".
Sally fue internada en el hospital. El litio, ese regulador de los estados de ¨¢nimo, no le hizo efecto, y del ¨¦xtasis pas¨® a la apat¨ªa provocada por los tranquilizantes. Pero la locura no es un camino sin retorno. En ese Nueva York en el que, para ser atendido en un hospital, hay que llevar la tarjeta de cr¨¦dito en la boca, tambi¨¦n hay funcionarios que hacen la vista gorda a tu falta de recursos (como era el caso del escritor) y psiquiatras que tienden la mano a los pacientes. Sally tuvo suerte. Tuvo una psiquiatra que supo interpretar su dolor: "S¨¦ que te sientes como si tuvieras un le¨®n dentro de ti", y que la convenci¨® poco a poco de que la man¨ªa es abusiva, se presenta como una de esas personas carism¨¢ticas que finge ser tu amiga y que lo ¨²nico que hace es joderte la vida; es lo que el cient¨ªfico Oliver Sacks llama muy expresivamente "la seducci¨®n del mal". Sally se recuper¨®, aprendi¨® a intuir cu¨¢ndo esa aberraci¨®n de su identidad estaba a punto de poseerla. No se ha curado, pero ha aprendido a anticipar sus crisis; vive en Vermont, cerca de su madre, de la naturaleza, y se siente feliz entre aquellos a los que puede ofrecer calor o ayuda: ancianos, perros, ni?os.
?C¨®mo vivir¨ªa ella en Nueva York?: "Mal", dice Greenberg, "y yo me sentir¨ªa terriblemente inseguro. La ciudad est¨¢ llena de amenazas para alguien como ella. Pueden hacerle da?o". Los dos entendemos a qu¨¦ tipo de da?o se refiere. Los periodos de exuberancia dejan al maniaco depresivo a merced de peligrosas tentaciones. "Ella me escribe cartas maravillosas, tiene ese temperamento art¨ªstico que se atribuye a los bipolares". Es cierto, los bipolares perciben la realidad de manera intensa, aunque esa intensidad les acabe llevando a perder la raz¨®n. ?Y c¨®mo se siente ella al ser protagonista ahora de un libro y dentro de poco de una pel¨ªcula? "Me da miedo la pel¨ªcula, no quisiera que su personaje fuera una caricatura. Pero ella est¨¢ contenta; cuando ley¨® el libro, me dijo: "sent¨ª que estaba leyendo la historia de otra chica, la historia de una chica llamada Sally que hab¨ªa pasado un tiempo viviendo en el infierno y era la ¨²nica que no lo sab¨ªa".
Un desembarco europeo a lo grande
Despu¨¦s de su ¨¦xito de ventas y cr¨ªtica en Estados Unidos, el escritor y periodista Michael Greenberg (Nueva York, 1952) desembarca en Europa de la mano de 14 editoriales con su libro Hacia el amanecer, seleccionado por la revista Time como uno de los 10 mejores t¨ªtulos de no ficci¨®n y por Amazon como el segundo mejor de 2008. El libro narra la vida junto a su hija Sally (aquejada de un trastorno bipolar) y ha recibido los encendidos elogios de autores como Joyce Carol Oates y Oliver Sacks. Greenberg es columnista en el Times Literary Supplement desde el a?o 2003 y colabora en The Boston Review y The New York Review of Books con relatos, rese?as y art¨ªculos de viajes. Ha colaborado como guionista con el fot¨®grafo y cineasta Robert Frank, cuya experiencia vital es parecida a la suya, ya que tiene un hijo esquizofr¨¦nico. En su faceta de escritor cinematogr¨¢fico ha trabajado tambi¨¦n con el realizador Sergio Castilla y con los directores Rudy Wurlitzer y David Atkins. Para este ¨²ltimo, escribi¨® el gui¨®n Novocaine, una comedia negra protagonizada por Steve Martin. Actualmente vive en Nueva York con su segunda esposa y su hijo.
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