Despu¨¦s de ?stor Piazzolla
Dec¨ªa Daniel Piazzolla, el hijo del maestro tanguero, que cuando descubri¨® a La Camorra sinti¨® un escalofr¨ªo similar a la primera vez que escuch¨® la m¨²sica de su viejo. Es el mejor piropo al que puede aspirar este refinado quinteto bonaerense, inmerso en la celebraci¨®n de su decimoquinto aniversario con un repertorio de autor¨ªa propia, pero nacido siempre a partir de las premisas de quien ha escuchado muchas horas de nuevo tango.
La bendici¨®n encierra tambi¨¦n una parte de condena: tan colosal resulta el legado de don ?stor Piazzola, que cualquiera de sus admiradores, hasta los m¨¢s cualificados, tienden a palidecer si los comparamos con el primigenio. El gran paso adelante de La Camorra se produjo hace tres temporadas, cuando entre los cinco asumieron la responsabilidad de escribir nota por nota sus 12 postales, disco desde entonces referencial. Habitan en ¨¦l momentos singularmente hermosos, como ese contratango, concebido para el lucimiento arm¨®nico del contrabajista Asrin.
La Camorra
Luciano Jungman (bandone¨®n), Sebasti¨¢n Prusak (viol¨ªn), Jorge Kohan (guitarra), Nicol¨¢s Guerschberg (piano), Hugo Asrin (contrabajo). Casa de Am¨¦rica. Madrid, 24 de febrero. Lleno (150 espectadores).
Pero no se dejen enga?ar por las connotaciones jaraneras del nombre. Estos camorristas son gente docta y distinguida, de los de traje, chaleco y corbata, y se sit¨²an mucho m¨¢s cerca de la m¨²sica de c¨¢mara que del lumpen arrabalero que alumbr¨® este g¨¦nero musical absorbente.
Es el exceso de solemnidad lo ¨²nico que desluce, a ratos, el discurso de La Camorra. Eso y un acople zumb¨®n que les persigui¨® durante todo el concierto (?alg¨²n t¨¦cnico de sonido en la sala?) como un dolor de muelas. Tan absortos se les ve en ocasiones con sus partituras que el arrebato primario cede su lugar al academicismo.
Sintom¨¢tico que nada causara tanta admiraci¨®n como la prodigiosa lectura de Adi¨®s, Nonino, el cl¨¢sico de Piazzolla a la muerte de su padre. Primero, porque casi nada que escriba el tanguero m¨¢s pintado podr¨¢ superar tanta belleza. Y segundo, porque en ning¨²n otro momento se vio al quinteto tan desentendido del pentagrama. Y se agradec¨ªa.
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