No te proteger¨¢s de tu pr¨®jimo
Si no se vislumbra una pronta recuperaci¨®n econ¨®mica, la tentaci¨®n proteccionista ser¨¢ intensa en todos los pa¨ªses. Pero hay que evitar ese pecado. La principal responsabilidad recae en el Gobierno de Obama
Proteccionismo es la imposici¨®n por las autoridades de un pa¨ªs de impedimentos al flujo natural de mercanc¨ªas (en un sentido amplio que incluir¨ªa muchos servicios) a trav¨¦s de sus fronteras, donde natural significa condicionado solamente por la estructura de los precios. O dicho de una forma m¨¢s abstracta: el proverbial (para los economistas) observador de Marte no podr¨ªa dibujar, a partir del conocimiento de los flujos de mercanc¨ªas, las fronteras pol¨ªticas del pa¨ªs. Por supuesto, la forma cl¨¢sica de proteccionismo son las tarifas aduaneras, pero hay muchas otras: las subvenciones a industrias (o entidades financieras) del pa¨ªs constituir¨ªan otro ejemplo.
Estrictamente hablando, es m¨¢s dudoso que la preferencia de los consumidores por los productos de su pa¨ªs, si se presenta, merezca el nombre de proteccionismo. En principio, las preferencias individuales hay que aceptarlas como son. Si los ciudadanos norteamericanos y espa?oles tienen ambos una clara preferencia por filmes norteamericanos ello es muy favorable a los intereses norteamericanos, pero no puede llamarse proteccionismo.
Cuidado con el 'compre estadounidense': puede provocar ideas semejantes en el resto del mundo
El ¨²nico modo de sostener el librecambio es apostar por la cooperaci¨®n multilateral
La teor¨ªa econ¨®mica al uso ha demostrado que un mundo informado por el libre comercio ofrece garant¨ªas de un resultado econ¨®mico superior al de un mundo dominado por barreras al comercio. Por supuesto, el argumento no es tan simple como para justificar una afirmaci¨®n seg¨²n la cual en un tr¨¢nsito desde una estructura cerrada del comercio mundial a una abierta todos los pa¨ªses ganar¨ªan. La contenci¨®n es m¨¢s bien que con una pol¨ªtica de transferencias orientada a este prop¨®sito todos pueden ganar (es decir, los ganadores directos pueden compensar a los perdedores directos).
M¨¢s all¨¢ de esta consideraci¨®n de orden est¨¢tico tambi¨¦n se contemplan efectos din¨¢micos muy poderosos a favor del comercio libre, tanto a largo plazo como a corto. En negativo, estos ¨²ltimos quedaron muy bien ilustrados en la Gran Depresi¨®n del 29 cuando la tarifa Smoot-Hawley aprobada en 1930 por el Congreso Norteamericano (pero ya en camino de aprobaci¨®n antes del crash) gener¨® una cadena de represalias que hundi¨® el comercio mundial en poco tiempo, constituyendo as¨ª uno de los eslabones principales de la espiral descendente de la Depresi¨®n. Por cierto, aunque como hemos indicado las preferencias deben aceptarse como son, es indudable que si en un pa¨ªs se inician procesos de inducci¨®n al cambio de preferencias (buy american), hay que contar con los efectos din¨¢micos y, en particular, con movimientos semejantes en otros pa¨ªses. El que inicia el proceso debe entender bien con lo que est¨¢ jugando, no sea que al final los ciudadanos del resto del mundo acaben siendo m¨¢s propensos a inclinarse por sus productos que los del propio pa¨ªs por los propios.
Pero hay m¨¢s. En un contexto econ¨®mico normal (en particular, en uno conducente al pleno empleo), el librecambio no es s¨®lo una buena opci¨®n desde el punto de vista del bienestar global, sino que configura tambi¨¦n una situaci¨®n muy estable. Ello es as¨ª porque con independencia de si los otros pa¨ªses practican o no el proteccionismo, le sale a cuenta al pa¨ªs propio abrir su econom¨ªa (m¨¢s precisamente, si una econom¨ªa cerrada se abre, los ganadores internos podr¨ªan compensar a los perdedores internos). O en los t¨¦rminos de la teor¨ªa de los juegos de estrategia: si las dos estrategias que un pa¨ªs puede practicar son el proteccionismo o el librecambio, entonces el librecambio es el mejor curso de acci¨®n a seguir tanto si el resto del mundo es librecambista como si es proteccionista. En condiciones de normalidad, la estrategia de abrir la econom¨ªa propia es, en t¨¦rminos t¨¦cnicos, dominante.
A pesar de estas bondades te¨®ricas el proteccionismo constituye hoy un peligro inminente y potencialmente devastador sobre la estructura de la econom¨ªa mundial. La explicaci¨®n es que ¨¦stos no son tiempos normales, sino profundamente anormales. Y esto tiene la consecuencia de cambiar dram¨¢ticamente la naturaleza del juego econ¨®mico. Me explico.
En un contexto de anormalidad que, para el prop¨®sito presente, ser¨ªa simplemente uno con desempleo o, m¨¢s generalmente, uno donde los factores predominantes de ajuste son los de cantidad (empleo), la estrategia proteccionista pasa a ser la dominante para un pa¨ªs individual: es la que siempre sale a cuenta. Nos encontramos en lo que se denomina un dilema del prisionero. La aparente paradoja es f¨¢cil de comprender. Supongamos que un pa¨ªs (que para resaltar el efecto que ahora queremos ilustrar es mejor concebirlo como muy peque?o) desea implementar una pol¨ªtica de expansi¨®n de la demanda para combatir el desempleo, es decir, una pol¨ªtica de corte keynesiano. Esta pol¨ªtica la financian sus ciudadanos y ser¨ªa muy dif¨ªcil de justificar (de hecho, seamos sinceros y reconozc¨¢moslo, no tendr¨ªa sentido en caso contrario) que los efectos de la expansi¨®n de la demanda se diluyeran en compras m¨¢s all¨¢ de las fronteras y que, por tanto, el empleo se generase en otros pa¨ªses.
Otro ejemplo: si, justificadamente o no, se decide proteger el empleo en la industria automovil¨ªstica, es muy improbable que ello se implemente a trav¨¦s de ayudas a la compra de autom¨®viles que no impongan restricci¨®n alguna sobre el pa¨ªs de origen (o que no vayan acompa?adas de medidas proteccionistas cl¨¢sicas como un arancel). N¨®tese que este argumento, desde la perspectiva de un pa¨ªs individualmente considerado, tiene la misma fuerza tanto si el resto del mundo practica el proteccionismo como si no. La ¨²nica diferencia es que si el resto del mundo no se protege, el proteccionismo del pa¨ªs propio aparece como un caso de ventajismo (variedad free riding), mientras que si aqu¨¦l practica el proteccionismo, hacer lo propio aparece entonces como moralmente justificado.
En resumen: el aspecto clave de la discusi¨®n que antecede es que si rige la normalidad el autointer¨¦s aconseja el librecambio, y si rige la anormalidad el autointer¨¦s recomienda el proteccionismo.
Ahora bien, tanto si el proteccionismo no sale individualmente a cuenta como si lo hace, los argumentos a los que alud¨ª al principio de este art¨ªculo son plenamente v¨¢lidos: un mundo de econom¨ªas abiertas es mejor que un mundo de econom¨ªas cerradas. Pero entonces, ?como evitar la estrategia dominante proteccionista cuando el juego tiene la naturaleza de un dilema del prisionero? No es nada f¨¢cil. Ser¨ªa una posici¨®n demasiado pesimista concluir que no hay soluci¨®n, aunque no hay que hacerse ilusiones. En ausencia de un Gobierno mundial precisar¨ªamos de la existencia de unos procesos de cooperaci¨®n multilateral y de coordinaci¨®n que creen suficiente inercia para que la opci¨®n por el librecambio pueda sobrevivir un periodo suficiente para que la opci¨®n proteccionista no sea la primera, y se d¨¦ as¨ª una oportunidad a que los tiempos de anormalidad sean cortos y permitan un tr¨¢nsito r¨¢pido a un juego donde la opci¨®n abierta vuelva a ser dominante.
Con referencia al momento actual, es obvio que si el resto del mundo no expande no tiene l¨®gica que lo haga un pa¨ªs por s¨ª solo en r¨¦gimen abierto. Por tanto, para hacer la expansi¨®n compatible con el librecambio se necesita un acuerdo multilateral para expandir simult¨¢neamente. Es lo que, bien o mal, se est¨¢ intentando en el mundo (la responsabilidad de la Administraci¨®n Obama es ah¨ª enorme). Es un acuerdo dif¨ªcil, porque las realidades y tradiciones de los distintos pa¨ªses son distintas. Pero ha de ser posible.
Ser¨¢, sin embargo, un acuerdo penetrado por el virus de la inestabilidad: los incentivos para adoptar una postura ego¨ªsta (proteccionismo) estar¨¢n presentes en cualquier caso (aunque, y esto es positivo, no ser¨¢n m¨¢s fuertes si el resto del mundo se comporta bien). Ciertamente, los acuerdos son acuerdos y por tanto hay que confiar que los mismos, acompa?ados por las exhortaciones y los avisos, tengan efecto por un tiempo suficiente para dar margen a las fuerzas impulsoras de una recuperaci¨®n. Pero si ¨¦sta no se presenta pronto, me temo que la tentaci¨®n proteccionista ser¨¢ intens¨ªsima. Pero la debemos resistir. Es pecado mortal.
Andreu Mas-Colell es catedr¨¢tico de la Universitat Pompeu Fabra y de Barcelona Graduate School of Economics (GSE).
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