Normalidad
Resulta comprensible la alegr¨ªa con que en la India se ha recibido el ¨¦xito de Slumdog millionaire. Parte de la gloria de ese relato tan perverso como ingenuo les pertenece. Parte de la moraleja tambi¨¦n. Suyos son los paisajes y la m¨²sica y los actores; suya es en gran medida la emoci¨®n que ha logrado transmitir a millones de espectadores de todo el mundo. Pero la pel¨ªcula empieza con un individuo que est¨¢ siendo torturado minuciosamente en los s¨®tanos de una comisar¨ªa de Bombay y al que no ahorran ninguno de los sufrimientos que todas las dictaduras, y algunas democracias, infligen a sus v¨ªctimas. Lo cuelgan, lo ahogan, le meten la cabeza en un retrete, le aplican descargas el¨¦ctricas... Por si fuera poco, el individuo ha sido detenido de forma irregular. En realidad, ha sido secuestrado por orden del director de un concurso televisivo. El espectador recibe esa informaci¨®n como normal. Del mismo modo que en el Chile de Pinochet te pod¨ªan arrojar al mar desde un avi¨®n o en la Norteam¨¦rica de Bush te pod¨ªan trasladar a una c¨¢rcel secreta, en la India actual -seg¨²n Slumdog millionaire- puedes ser raptado por la polic¨ªa en medio de la calle y desaparecer. ?No ha visto nadie esa parte de la pel¨ªcula? ?Han telefoneado los periodistas que cubr¨ªan la gala de los Oscar a los embajadores de la India en sus respectivos pa¨ªses para que confirmen o desmientan la veracidad de tal informaci¨®n? ?Ha habido alguna protesta diplom¨¢tica por parte de las autoridades de aquel pa¨ªs? ?El Oscar se ha entregado a lo que la pel¨ªcula tiene de denuncia de la tortura o a lo que tiene de exaltaci¨®n de la pobreza? ?Ha exigido el Gobierno indio alguna rectificaci¨®n? Por lo visto, las autoridades se han limitado a retirar temporalmente de la miseria a los ni?os actores. Queda por saber si han liberado a la gente secuestrada en las comisar¨ªas.
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