La melod¨ªa de la felicidad
?Burt Ba-cha-rach! Como el sonido de una maquina de escribir su nombre teclea medio siglo de historia de la m¨²sica popular. M¨¢s o menos el repertorio que incluye este CD grabado en directo -su primer live- con la Orquesta Sinf¨®nica de Sydney. Unas performances que a veces denotan un cierto tono crepuscular o tributo testamentario. Qu¨¦ le vamos a hacer. Quiz¨¢s porque en los ¨²ltimos a?os vivimos una saturaci¨®n orquestal y lo que te rondar¨¦ morena, miramos con cierta alergia la etiqueta sinf¨®nica. Afortunadamente el cancionero de BB resiste toda clase de intevenciones estilisticas. Un repertorio de v¨¦rtigo solo de pensar que detr¨¢s han estado nombres como Dusty Springfield, Dione Warwick, Walker Brothers, Tom Jones, Aretha Franklin, Carpenters, por citar s¨®lo a los primeros de la lista o Elvis Costello, Diana Krall o White Stripes por nombrar de los ¨²ltimos de la cola. Ya les digo, de lipotimia.
De todos los autores de este mundo terrenal, el se?or Burt Bacharach, ser¨ªa posiblemente el ¨²nico -a?adamos los Beatles- en conseguir que sus melodias como un bucle sin fin fueran tarareadas por los cinco continentes en una vuelta al mundo a trav¨¦s de la melod¨ªa de la felicidad. Ning¨²n compositor -dejemos al genio de Cole Porter- ha sabido como ¨¦l atrapar la melod¨ªa del gen de la felicidad, esa que nos hace a todos un poco m¨¢s dichosos m¨¢s all¨¢ de pigmentaciones, credos y fronteras gracias al hilo musical que en su d¨ªa compusieron a media, yo la m¨²sica, tu la letra, Burt Bacharach y Hal David.
Juntitos y en alquimia levantaron un songbook que te pone los pelos de punta en la voz de un Scott Walker o en estado efervescente gracias a la trompeta de Herb Alpert y sus Tijuana Brass. Con Bacharach el pop se hizo ¨¦pico y rom¨¢ntico, mineral y gaseoso, y lo mismo serv¨ªa para transformar en crooner el charme galo de un Sacha Distel que en dama sofisticada a una chica vaquera como Bobbie Gentry jur¨¢ndonos no volver a enamorarse. Que para una reina del soul como Aretha Franklin o una princesa del pop como Sandie Shaw.
A cambio es cierto que tuvimos que ver como sus canciones eran codiciadas por los cantantes de los trajes de lentejuelas y cardados babil¨®nicos pero al final siempre estaban a punto Cilla Black o Dusty Springfield para demostrar que hab¨ªa coraz¨®n y vida en el plat¨® televisivo.
Ahora, con la inestimable ayuda de la Sinf¨®nica de Sydney, Bacharach recorre el camino de ¨¦xitos y canciones que han hecho de ¨¦l compositor de las melodias de acero inoxidable. Hasta Homer Simpson no se ha resistido a tararearlas. -
Live At The Sydney Opera House. Burt Bacharach. Universal
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