El hijo del guantero
Biograf¨ªa. En el mes de mayo de 1597, a la edad de 33 a?os, William Shakespeare compr¨® una casa en el centro de su pueblo, Stratford-upon-Avon. Se llamaba New Place y era una de las viviendas m¨¢s grandes y vistosas de la localidad, marcando esa compra, al menos ante sus vecinos, un notable ascenso en la posici¨®n social del hijo de guantero John Shakespeare. New Place ya no existe, y en este caso no vamos a culpar a la especulaci¨®n inmobiliaria; fue un propietario posterior de la mansi¨®n, el reverendo Francis Gastrell, quien la derrib¨® en el ¨²ltimo tercio del siglo XVIII, cansado de tener que salir a todas horas a la puerta para ahuyentar a los curiosos que quer¨ªan ver el entorno en que vivi¨® el genio y llevarse de recuerdo alguna hoja de la morera que, seg¨²n el folclore, habr¨ªa plantado el mism¨ªsimo Cisne del Avon.
Shakespeare. La biograf¨ªa
Peter Ackroyd
Traducci¨®n de Margarita Cav¨¢ndoli
Edhasa. Barcelona, 2008
830 p¨¢ginas. 45,50 euros
El episodio lo relata Peter Ackroyd en este libro bien escrito (y bien traducido), bien documentado y muy recomendable para los que deseen tener en un solo volumen (grueso como ¨¦ste lo es, a la fuerza) todos los datos, todos los perfiles, incluso los borrosos, todas las incidencias y, como a?adido muy de agradecer, un comentario de la mayor¨ªa de las obras de Shakespeare, que Ackroyd lleva a cabo con finura y un eficaz filtrado de la descomunal manufactura editorial que desde hace siglos se amontona sobre el dramaturgo, sin dejar ninguna tecla erudita por tocar. Doy un ejemplo: pocos d¨ªas despu¨¦s de recibir esta biograf¨ªa, pas¨® por mis manos Cooking with Shakespeare, un libro de dos aplicados gastr¨®nomos y -por qu¨¦ no decirlo- cocineros que, despu¨¦s de examinar el papel de la comida en la sociedad isabelina, dan las recetas de m¨¢s de 180 platos que Shakespeare menciona o Shakespeare pudo comer, a unos precios (los autores se molestan en enumerarlos) que desaf¨ªan cualquier imaginaci¨®n, por inflacionista que sea.
Ackroyd pertenece a una especie literaria que s¨®lo crece, creo yo, en las Islas Brit¨¢nicas. Graduado en Cambridge, fellow de Yale, excelente periodista cultural (en The Spectator y en The Times), s¨®lido escritor y hombre de amplia cultura (que llega, en la faceta de cr¨ªtico, no s¨®lo al cine sino a la televisi¨®n, que ya es llegar), ha cultivado sobre todo una que llamar¨ªamos doble militancia en el terreno de la biograf¨ªa. Gracias a esa duplicidad, y con la disciplina inglesa que uno espera de hombre tan educado, Ackroyd sabe ser fantasioso en las novelas sobre personas reales (le¨ª con gran placer en su d¨ªa El ¨²ltimo testamento de Oscar Wilde y Chattterton), y concienzudo en la biograf¨ªa pura, que inici¨® con una muy justamente premiada sobre T. S. Eliot y ahora, despu¨¦s de pasar por Blake y Dickens, culmina con ¨¦sta del Bardo. Entre tantas vidas imaginadas y reales, tambi¨¦n tuvo tiempo de biografiar espl¨¦ndidamente su ciudad natal, Londres, en un libro que, sin embargo, disgust¨® por su meridiana objetividad a no pocos londinenses.
Partiendo de una amplia base bibliogr¨¢fica secundaria que comprende los t¨ªtulos capitales sobre Shakespeare (desde los can¨®nicos de Chambers y Schoenbaum a los m¨¢s recientes y estimulantes de Gary Taylor y Stephen Greenblatt), Ackroyd desarrolla una l¨ªnea narrativa en la que la profusi¨®n documental no le recorta el poder de vivificaci¨®n, limitado, como debe ser, en torno al protagonista de la biograf¨ªa, escurridizo, opaco, ambiguo y -en su prematuro silencio literario- sometido a las conjeturas. El debatido catolicismo de su familia, su afici¨®n a la caza y sus tempranos estudios de pronunciaci¨®n, su etapa como maestro, su llegada a la capital del reino, son debatidos y reflejados, destacando Ackroyd en el retrato de trasfondos, lugares y conjuntos sociales: la campi?a inglesa, el Londres tabernario y prostibulario, las compa?¨ªas de actores, las pr¨¢cticas esc¨¦nicas, la morfolog¨ªa de los teatros donde el joven Will hace carrera; hay tambi¨¦n en el libro semblanzas muy bien pintadas de algunos de los mayores histriones de la ¨¦poca, como el c¨®mico Kempe o el todoterreno dram¨¢tico Richard Burbage, el primer Lear, Otelo y Hamlet, en esta ¨²ltima actuando al lado del propio autor, que habr¨ªa encarnado el personaje del fantasmal padre del pr¨ªncipe. Pero tampoco desde?a la leyenda, que acompa?a a Shakespeare como a todos los seres amados esquivos. Ackroyd recoge y cuenta con gracia la que atribuye el arranque de su carrera teatral al trabajo de palafrenero free lance (aparcador de monturas, dir¨ªamos hoy para ser mejor entendidos), en el que el a¨²n entonces muchacho habr¨ªa despertado curiosidad por el modo en que sujetaba las bridas de los caballos de ciertos caballeros que pronto pasaron a ser sus mecenas.
Ackroyd plasma despu¨¦s los progresos de Shakespeare, tanto art¨ªsticos como de gesti¨®n, en las compa?¨ªas de los Lord Chamberlain's Men y, a la muerte de la reina y el acceso al trono del m¨¢s favorable Jacobo, los King's Men; sus amistades masculinas, algunas posiblemente amorosas; sus espor¨¢dicos retornos a Stratford, donde viv¨ªa la esposa Anne con los hijos, y, cuando el sustrato vital no da para m¨¢s, lo suple con comentarios de los principales textos. Son especialmente originales el del descentrado Hamlet (cap¨ªtulo 71) y el que, en el cap¨ªtulo 46, analiza la peculiaridad shakesperiana de comenzar in media res, como si los actores ya llevasen un rato representando y el p¨²blico fuera invitado a sumarse a una historia en desarrollo.
La muerte est¨¢ descrita con viveza, dentro de la incertidumbre: ?s¨ªfilis, "perles¨ªa del escribiente" (que afectaba a los que pasan mucho tiempo escribiendo), fiebre tifoidea? El m¨¢s grande autor de todos los tiempos muri¨® a los 52 a?os, leg¨® a su mujer su "segunda mejor cama", y, pese a su ¨¦xito en vida, fue, hasta que pas¨® casi un siglo, menospreciado. Quiz¨¢, despu¨¦s de todo, ten¨ªa raz¨®n Emerson al decir que "Shakespeare es el ¨²nico bi¨®grafo de Shakespeare".
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