Lo peor
Chaves Nogales represent¨® durante medio siglo lo peor: periodista, espa?ol y republicano liberal, o sea, en lo que respecta a esto ¨²ltimo, tampoco nada, nadie. Quiz¨¢ el orden de los factores podr¨ªa ser otro, pero la suma, es decir, la resta, seguir¨ªa dando lo mismo. Como los directores de cine de aquel tiempo, el de las revoluciones totalitarias, los periodistas aparec¨ªan en un rinc¨®n del cartel en letra menuda, frente a las colosales tipograf¨ªas de los divos y las estrellas del momento: pol¨ªticos, mes¨ªas y redentores. Chaves se aprovech¨® de su condici¨®n grisolenta para llegar a todos los rincones sin llamar demasiado la atenci¨®n, lo mismo fuera la Rusia de los zares que la de los bolcheviques, la Italia mussoliniana o la Andaluc¨ªa de las revueltas anarquistas. Pero no puede decirse que se sintiera en ning¨²n sitio como en casa, porque la suya era la indecidibilidad, o sea, la imposibilidad de decidir si lo narrado era la realidad, toda la realidad y nada m¨¢s que la realidad, o algo m¨¢s, esa verdad, su verdad, a la que aspiraba, cuanto m¨¢s escueta mejor. Siendo ¨¦l mismo andaluz, le gustaban poco los arrequives con los que suele adornarse la profesi¨®n, esa clase de borborigmos estil¨ªsticos que suelen acabar en gongorismos. Jam¨¢s se le habr¨¢ visto a Chaves recrearse en la suerte, como suele decirse, ni desde luego pulsar los tr¨¦molos sentimentales. Al contrario, su manera de contar los hechos tiene algo de austeridad senequista, condici¨®n indispensable para exorcizar el ¨²nico demonio que debiera temer cualquiera que se ponga a escribir: la ret¨®rica. En este sentido Chaves es uno de los pocos stendhalianos que ha dado nuestro pa¨ªs: no le veremos escribir jam¨¢s corcel por caballo.
Vayamos al segundo de los factores. Ser espa?ol. Durante cincuenta a?os, pongamos que de 1939 a 1989, el cerrilismo crio en unos el chovinismo de ser espa?ol y en otros, por opon¨¦rseles, un resentimiento profundo por serlo. La consecuencia inmediata de esto fue que muchos llegaran a creer que la mayor parte de los escritores espa?oles, si no hab¨ªan perdido la guerra como Dios manda no eran buenos espa?oles ni por supuesto buenos escritores. De ese modo se entiende que muchos no quisieran ning¨²n trato con la literatura espa?ola por temor a estar infect¨¢ndose, sin saberlo, de la s¨ªfilis franquista, as¨ª se hablara de Unamuno o de Azor¨ªn, de Pla o de Manuel Machado. ?Y qu¨¦ pasaba con quienes como Chaves hab¨ªan perdido la guerra netamente? Lo de Chaves fue de nuevo lo peor: ni comunistas ni fascistas le perdonaron jam¨¢s que dijera algunas cosas... imperdonables.
Cuando en 1994 muchos lectores de Las armas y las letras se tropezaron por primera vez con extractos del pr¨®logo de A sangre y fuego, donde figuran las p¨¢ginas acaso m¨¢s sagaces sobre la Guerra Civil, no pod¨ªan dar cr¨¦dito. Fue el gran descubrimiento, y desde luego, acicate para contar por fin las cosas de otra manera. Era posible "leer" esa guerra de modo distinto a como comunistas y fascistas la hab¨ªan estado "fijando" interesadamente durante cincuenta a?os. Chaves lo dijo antes que nadie, en los ¨²ltimos meses de 1936: su lealtad para con el Gobierno de la Rep¨²blica llegaba hasta el momento en que ¨¦ste abandon¨® Madrid, lo que le facultaba moralmente para abandonar Espa?a, toda vez que en esa guerra ya no se luchaba por la democracia sino por el fascismo o el bolchevismo. Una misma tragedia. Se exili¨® en Londres, donde muri¨® ocho a?os despu¨¦s. Los que quisieron acusarle de cobarde, tampoco pudieron: acompa?¨® al ej¨¦rcito aliado en la liberaci¨®n de Francia como corresponsal de guerra, y muri¨® sin filiaci¨®n y firme en su idea de democracia y de Rep¨²blica. Se lo hicieron pagar caro: con el silencio.
En los sesenta se reedit¨® su biograf¨ªa de Belmonte, pero entonces se reedit¨® a Belmonte, no a Chaves. Hubo que esperar todav¨ªa treinta a?os; entonces el pa¨ªs empezaba a normalizar su literatura como normaliz¨® antes su vida pol¨ªtica: se pod¨ªa ser republicano sin tener que comulgar con el estalinismo, y ser espa?ol sin tener que elegir entre dos Espa?as, porque ninguna de las dos le gustaba, y ser periodista sin renunciar a la literatura, o al rev¨¦s, ser escritor sin menoscabar ni los hechos ni la verdad, y as¨ª despu¨¦s de ser durante tantos a?os lo peor, podemos hablar ahora de Chaves Nogales como de uno de los mejores. -
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