El genio escondido
El problema de Manuel Chaves Nogales fue que siempre qued¨® fuera de sitio. Justo lo contrario de su amigo el torero Juan Belmonte, cuya biograf¨ªa, o novela, o reportaje, vuelve a publicarse ahora en Libros del Asteroide. Este hombre ¨ªntegro, hiperactivo y clarividente anduvo un paso o dos por delante del resto los 47 a?os que trot¨® por el mundo. Mientras vivi¨® y despu¨¦s de su muerte tambi¨¦n, con el legado fascinante de su obra, que poco a poco empieza a reivindicarse ahora.
En cuesti¨®n de ideas, cuando en Espa?a la cosa se puso cruda y salpicaba la sangre, Chaves Nogales eligi¨® eso tan poco valorado entonces como era el sentido com¨²n. Por lo que respecta a su oficio, ?c¨®mo considerarle? Aquel camino de periodismo literario que emprendi¨® radicalmente no respond¨ªa a nada conocido hasta entonces. ?Creador del lenguaje? ?Un reportero, sencillamente? ?Por qu¨¦ no todo a la vez? Ahora, a los 65 a?os de su muerte en Londres all¨¢ por 1944 cuando estaba a punto de concluir la Segunda Guerra Mundial, ha llegado el momento de colocarle en el lugar que se merece: el de un grande del siglo XX finalmente entendido en el siglo XXI.
"Sus libros pueden leerse como biograf¨ªas noveladas o simplemente como novelas. Eso los convierte en excepcionales", se?ala Felipe Ben¨ªtez Reyes
La historia, la literatura y el periodismo -si es que hay que diferenciar entre estas dos ¨²ltimas categor¨ªas- han acabado por darle la raz¨®n. Para la vida, Chaves Nogales fue valiente; para el oficio, audaz y creativo hasta la genialidad. Es decir, hasta inventar caminos que nunca antes hab¨ªa explorado nadie y crear con ellos una escuela que es vigente, en la que trastoc¨® todos los g¨¦neros y los moderniz¨® hasta un punto en que hoy, al leerlo, parecen reci¨¦n inventados. Genial es un adjetivo tan manoseado ante el que se impone no malgastar gratuitamente el uso para aquellos que no lo merezcan. Pero en el caso de este hombre, cuadra a la perfecci¨®n por abrir caminos que unen la urgencia del periodismo con el arte literario. Por su utilizaci¨®n proverbial y acertada del lenguaje, tan efectiva y pr¨¢ctica como bella, contundente y alejada del artificio.
Viaj¨® por toda Europa husmeando cambios y convulsiones. Se comprometi¨® con la Rep¨²blica y repudi¨® los totalitarismos, ya fueran de extrema izquierda o de extrema derecha. Su vida fue una pel¨ªcula dentro de una ¨¦poca tr¨¢gica y revuelta. Retrat¨® la Europa en armas, apoy¨® a Aza?a y se indign¨® ante la locura de la Guerra Civil. Quiso alertarnos y dar luz. Por ello recogi¨® el estigma del olvido. "Fue un visionario", asegura Pilar Chaves Jones, ¨²nica superviviente de los cuatro hijos que tuvo con su compa?era de fatigas sevillana, Ana P¨¦rez. Pero su b¨²squeda de la verdad le depar¨® un buen c¨²mulo de desgracias. Aventuras tambi¨¦n, pero ante todo desgracias para alguien a quien le gustaba disfrutar de la vida.
Pag¨® el precio de sus predicciones. Tuvo que huir de Espa?a hacia Francia pero su compromiso no le dio tregua. Le persiguieron los nazis y la izquierda le conden¨® a la hoguera por no responder al patr¨®n de los dogmas. Fue lib¨¦rrimo y angl¨®filo. Guapet¨®n, y hasta quedaba fuera de sitio tambi¨¦n en su aspecto. "Un sevillano de aire n¨®rdico, rubiasco y de ojos azules", comenta su hija, con esa desenvoltura gen¨¦tica que empleaba ¨¦l para definir a sus personajes.
Aunque a la hora de retratarse a s¨ª mismo, no se daba mucha importancia. "Yo era eso que los soci¨®logos llaman un peque?oburgu¨¦s liberal", escrib¨ªa Chaves Nogales en el pr¨®logo de una de sus obras maestras, tan lleno de iron¨ªa como provocaci¨®n. Era la ¨²ltima y se titul¨® A sangre y fuego. H¨¦roes, bestias y m¨¢rtires de Espa?a. Estas ocho p¨¢ginas, para Andr¨¦s Trapiello -que le reivindic¨® con toda su grandeza en Las armas y las letras-, son, sencillamente, "lo mejor que se ha escrito nunca sobre la Guerra Civil".
Como tales, las historias que este autor contaba fueron publicadas por entregas en la prensa de la ¨¦poca. De peripecias completamente reales sobre la contienda, Chaves Nogales pari¨® nueve relatos, o reportajes, o testimonios, como quieran, que hoy le hacen temblar a uno. Eso que luego se dio en llamar Nuevo Periodismo americano vino d¨¦cadas despu¨¦s. Un se?or de Sevilla, hijo a su vez de otro periodista, Chaves Rey, ya lo hab¨ªa inventado sin que nadie fuera capaz de caer en ello.
Lo cuenta Ana G. Ca?il en el pr¨®logo de esta obra reeditada ahora por Austral despu¨¦s de que la recuperara Espasa en 2001 y fuera publicada por primera vez como tal en Chile hacia 1937. Ningunearle ese m¨¦rito da cuenta de la ceguera patria. ?Pocos se acuerdan de ¨¦l en ese sentido. Lo que manifiesta ignorancia y muestra el estatus perif¨¦rico de nuestro pa¨ªs y su historia. Ninguno de esos valores le sirvi¨® para evitar el ostracismo?, escribe Ca?il.
Ese olvido, ese hurto ante los lectores y la memoria que ha sufrido Chaves Nogales tiene que ser aniquilado a la voz de ya para que no se rompa un nudo generacional continuo que se rinda a sus pies. Merece ser le¨ªdo en las escuelas. Dejar la rareza para convertirse en ejemplo. Las razones del desprecio hist¨®rico ven¨ªan jaleadas por todos los bandos. Para la izquierda, un tipo que cuestion¨® contundentemente un hito como la Revoluci¨®n Rusa en boca de un bailaor flamenco se convert¨ªa en hereje. Eso era, ni m¨¢s ni menos, El maestro Juan Mart¨ªnez que estaba all¨ª (Libros del Asteroide), otra de sus obras ins¨®litas y geniales. Para la derecha, su posici¨®n proaza?ista y su propio exilio, primero en Par¨ªs y despu¨¦s en Londres, le dejaban tachado como rojo peligroso.
Hay razones que explican bien este rechazo. Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, que ha recogido dos relatos suyos para el libro Partes de guerra (RBA), lo explica: "La dictadura franquista dificult¨® durante mucho tiempo que se reivindicara a escritores como ¨¦l, cr¨ªtico con los desmanes cometidos en nombre de la Rep¨²blica y, al mismo tiempo, inequ¨ªvocamente prorrepublicano. Y tampoco el antifranquismo ve¨ªa con buenos ojos esas sutilezas. Para valorar en su justa medida la obra de Chaves Nogales se ha tenido que esperar a que todo eso quedara definitivamente superado", asegura el escritor.
"Adem¨¢s", a?ade, "tradicionalmente, la guerra se ha venido interpretando en clave ¨¦pica y, por tanto, maniquea". Algo que en la mentalidad de Chaves Nogales no entraba. Ni buenos ni malos, sino todo lo contrario. "En A sangre y fuego hay de todo menos epopeya y manique¨ªsmo. Eso queda perfectamente claro en el pr¨®logo, cuando Chaves declara que no est¨¢ dispuesto a mostrar solidaridad con ning¨²n asesino, sea del bando que sea. Me pregunto qu¨¦ suerte habr¨ªa corrido A sangre y fuego entre los lectores espa?oles si el libro hubiera llegado a nuestro pa¨ªs mucho antes de cuando lo hizo", asegura Mart¨ªnez de Pis¨®n.
S¨®lo los taurinos le han reivindicado hasta hoy por su biograf¨ªa de Belmonte. "Uno de los mejores libros espa?oles escritos el pasado siglo. Tanto que llegu¨¦ a ponerlo en una de esas listas que suelen preguntarte por ah¨ª?, asegura Javier Mar¨ªas. "Me impresionaron su enorme originalidad y su viveza narrativa", a?ade el autor de Coraz¨®n tan blanco. Aquello tambi¨¦n fue publicado entre junio y diciembre de 1935 por entregas en la revista Estampa. Despu¨¦s apareci¨® en libro y en los setenta fue recuperado por Alianza. Vuelve ahora en una edici¨®n prologada por Felipe Ben¨ªtez Reyes. Otro ejemplo de lo fuera de sitio que estuvo Chaves Nogales. La obra taurina de un autor al que ni siquiera interesaban los toros.
En ella, Chaves Nogales vuelve a trastocar los g¨¦neros. "Tuvo una habilidad premonitoria para la mescolanza, sin duda porque en ¨¦l conviv¨ªan un escritor muy bueno y un periodista tambi¨¦n muy bueno. Su Belmonte y su maestro Juan Mart¨ªnez son personajes reales como punto de partida y personajes a secas como punto de llegada. Son libros mutantes, digamos. Pueden leerse como biograf¨ªas noveladas o simplemente como novelas. Eso los convierte en excepcionales", se?ala Ben¨ªtez Reyes.
Otra pieza sorprendente, en suma: biograf¨ªa que parece autobiograf¨ªa, reportaje que retrata en forma de novela esa Espa?a de una ¨¦poca m¨ªsera y m¨¢gica al tiempo. "A trav¨¦s de Belmonte, Chaves Nogales nos cuenta su visi¨®n de este pa¨ªs. Lo trasciende todo?, afirma Mar¨ªa Isabel Cintas, catedr¨¢tica de la Universidad de Sevilla que ha seguido el rastro del autor por todo el mundo desde 1990. Su trabajo le llev¨® a reunir sus obras completas publicadas por la Diputaci¨®n de Sevilla, hoy agotadas. ?Aunque van a volverse a reimprimir este a?o", anuncia.
Los trabajos de esta estudiosa ponen de manifiesto el cosmopolitismo de Chaves Nogales. Su vocaci¨®n de trotamundos y su entrega apasionada al periodismo como forma privilegiada de observar la vida. "Si como algo se le puede definir es como un periodista. Ante todo, eso", concluye Cintas. Su p¨¢lpito estaba en las redacciones en las que trabaj¨®. Sus pinceles, en la calle. A los 14 a?os acompa?aba a su padre a la redacci¨®n de El Liberal y tambi¨¦n colabor¨® en El Noticiero Sevillano y La Noche. Su sangre ya estaba oscurecida por la tinta cuando se traslada a Madrid en 1922, con 25 a?os. Pronto entra en El Heraldo y de ah¨ª pasa a La Acci¨®n.
Viaja obsesivamente por toda Europa. De Venecia a Ginebra, Sintra, Londres y Marsella. Por all¨ª, como por Sevilla, encuentra las materias de sus libros. La carne de los personajes que pueblan las p¨¢ginas de El maestro Juan Mart¨ªnez que estaba all¨ª, a quien encontr¨® en Par¨ªs, o los viajes de Un peque?o burgu¨¦s en la Rusia Roja, Lo que ha quedado de la Rusia de los zares y La ca¨ªda de Francia, en la que retrata la invasi¨®n alemana y los tiempos oscuros de Vichy.
?ste es el libro m¨¢s querido de su hija Pilar. Le trae recuerdos crudos, pero no necesariamente malos. "De todos es el que m¨¢s me gusta. Adem¨¢s, a trav¨¦s de su lectura, supimos, por ejemplo, qu¨¦ fue de ¨¦l despu¨¦s de marcharse de Par¨ªs", cuenta Pilar Chaves.
Y es que la ¨²ltima vez que ella, su madre embarazada y sus dos hermanos, Josefina y Pablo, vieron a su padre fue en Par¨ªs en 1940. "Sali¨® de casa con una maleta y una gabardina al hombro. Le dijimos adi¨®s desde la ventana y no le volvimos a ver". Ni siquiera ¨¦l sab¨ªa que acabar¨ªa en Londres. Lo que s¨ª sab¨ªa era que deb¨ªa viajar solo. Poner en peligro a su familia en plena guerra con su mujer embarazada era una locura: "Supo que los nazis entrar¨ªan en Par¨ªs. Nos dijo que nos qued¨¢ramos dos meses y que despu¨¦s nos fu¨¦ramos a Espa?a".
Eso fue lo que hicieron. A Pilar, concretamente, que ya era mayor para entender la gravedad de ciertas cosas, le dio algunas instrucciones m¨¢s. "Me orden¨® que quemara todos sus papeles. Sab¨ªa que la Gestapo, al entrar en Par¨ªs, vendr¨ªa a buscarlo porque hab¨ªa escrito ya sobre los nazis. Y, como usted sabe, en esa ¨¦poca no se andaban con tonter¨ªas". As¨ª fue. Llegar¨ªan a cobrar una cuenta que seguramente hubiera pagado cara: haber calificado a Josef Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, como "grotesco e impresentable" despu¨¦s de entrevistarle. A las tres semanas de la ocupaci¨®n, llamaron a la puerta. Pero al encontrar a dos mujeres y dos ni?os peque?os se fueron con las manos vac¨ªas.
Salv¨® la vida. Pero Chaves Nogales segu¨ªa fuera de sitio. Esta vez lejos de los suyos, aunque ellos quedaran fuera de peligro. En Londres, donde se instal¨® y no le fue dif¨ªcil encontrar trabajo. Mont¨® una agencia: la Atlantic Pacific Agency, con sede en Fleet Street, en la que distribu¨ªa art¨ªculos de firmas prestigiosas para Am¨¦rica. "Ayud¨® a varios exiliados, entre ellos a Luis Cernuda", comenta Mar¨ªa Isabel Cintas. Ana y los ni?os volvieron a Espa?a aunque el viaje estuvo lleno de incidentes. "Al ver qui¨¦n era nuestro padre, nos pararon en la frontera y nos trasladaron a un campo", recuerda Pilar. Adem¨¢s, Juncal, su hija peque?a, naci¨® por el camino. "Fue despu¨¦s de salir de all¨ª. En Ir¨²n. Por eso la pusimos Juncal, porque es la patrona del pueblo?, comenta su hermana mayor. De ah¨ª bajaron a Sevilla. Su t¨ªo Pepe Chaves, que regentaba un negocio pr¨®spero, les ayud¨®. "Nos instalamos a las afueras. En una casa en El Ronquillo. All¨ª echamos ra¨ªces. Fuimos felices. Nos llamaban las francesas del puente".
Su apellido era un estigma que les pon¨ªa en peligro. Pero el riesgo no tard¨® en borrarse. El hecho de que su padre muriera de una peritonitis fulminante que le perfor¨® por dentro amilan¨® algo la inquina de los vencedores. Se fue solo y sin disfrutar la paz que iba a llegar por entonces a Europa. Descolocado, como siempre, aunque fuera en la Inglaterra de sus amores. Su lugar en la historia quedaba a¨²n lejos. En un tiempo donde su clarividencia explica a las mil maravillas cosas que no se pod¨ªan entender f¨¢cilmente mientras vivi¨®. Todav¨ªa no es tarde para asentarle en el trono que se merece. Para colocar a ese grande que fue Manuel Chaves Nogales en su sitio.
Manuel Chaves Nogales. Juan Belmonte, matador de toros. Pr¨®logo de Felipe Ben¨ªtez Reyes. Libros del Asteroide. Barcelona, 2009. 376 p¨¢ginas. 17,95 euros. A sangre y fuego. Pr¨®logo de Ana G. Ca?il. Espasa-Calpe. Colecci¨®n Austral. Madrid, 2009. 270 p¨¢ginas. 11,90 euros. Partes de guerra. Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n (editor). RBA. Barcelona, 2009. 492 p¨¢ginas. 25 euros. El maestro Juan Mart¨ªnez que estaba all¨ª. Pr¨®logo de Andr¨¦s Trapiello. Libros del Asteroide. Barcelona, 2007. 320 p¨¢ginas. 17,95 euros.
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