Camps y Garz¨®n
La primera vez llam¨® porque ten¨ªa dudas con la combinaci¨®n de telas y texturas. Realmente, ?pod¨ªan casar bien el tweed y la seda? La segunda vez fue para consultar al sastre si el traje milrayas aceptar¨ªa un chaleco liso. Otra llamada. ?Qu¨¦ bot¨®n conven¨ªa dejar fuera del ojal para lograr un punto de descuidada elegancia? ?l era un hombre bien plantado. Con buen talle. Resist¨ªa el acoso conspirativo de la grasa que lleva aparejada la pol¨ªtica populista. Pero aquel d¨ªa se sent¨ªa inc¨®modo con todas las prendas. No se encontraba a s¨ª mismo. Tal vez por eso no pod¨ªa soltar el m¨®vil. ?Por qu¨¦ llamar de forma tan compulsiva a un sastre? Por su agenda fren¨¦tica de presidente, no ten¨ªa mucho tiempo para escuchar otros discursos que no fuesen el propio. A veces, ni siquiera ¨¦se. Hab¨ªa conseguido hablar en p¨²blico sobre un asunto y pensar en otra cosa. Pero en una ocasi¨®n, en la inauguraci¨®n de un simposio de antropolog¨ªa, oy¨® a un conferenciante hablar del "alma externada". Por alguna extra?a raz¨®n, retuvo ese concepto. Y hoy se hab¨ªa despertado con la idea turbadora percutiendo en la mente. Remov¨ªa en el vestuario a la b¨²squeda del alma externada.
Siempre hab¨ªa sido consciente de la correspondencia entre el ser y el vestir. Pancho Villa s¨®lo se quit¨® el sombrero dos veces: una para nadar y otra para morir. ?Bah! ?Eso era un chiste o lo hab¨ªa o¨ªdo en otro simposio?
Llam¨® de nuevo. Con un traje negro, ?reloj de plata o de oro? Aquel silencio opaco le estaba desquiciando. Otra vez. Hab¨ªa dos rojos que le fascinaban para las corbatas. El Burdeos y el Venecia. ?Cu¨¢l ir¨ªa mejor con un traje azul noche? No, se estaba liando.
El sastre no pod¨ªa responder porque estaba ante la polic¨ªa y un juez buscaba en los trajes la pista del alma externada. As¨ª que llam¨® a quien ten¨ªa que llamar.
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