Una Europa fraccionada
Las tensiones entre los distintos miembros de la eurozona se agudizan. La Uni¨®n Europea est¨¢ dividida entre sus estructuras transnacionales y sus pol¨ªticas, todav¨ªa nacionales
Tanto en la eurozona como en Europa central y del Este y en los pa¨ªses que a¨²n no pertenecen a la Uni¨®n, la situaci¨®n actual es insostenible.
En esta crisis todo est¨¢ sometido a tensiones extremas. Incluso la propia Europa. Est¨¢n saliendo a la luz los peores aspectos de la manera que ha tenido la Uni¨®n Europea de agruparse pol¨ªtica y econ¨®micamente en los 20 a?os transcurridos desde que el mundo cambi¨® en 1989. Como vimos con los bancos de inversiones el pasado oto?o, si estalla un mamparo, es probable que estallen otros detr¨¢s.
Empecemos por la eurozona. Para los pa¨ªses que tienen el euro, la divisa ha sido una fuente de estabilidad y fortaleza en esta tormenta. Los aspirantes a pertenecer a la eurozona, como Polonia, desear¨ªan ser ya miembros. Incluso en el Reino Unido se ha reabierto el debate sobre si el pa¨ªs estar¨ªa mejor, o no, con el euro. Sin embargo, al mismo tiempo, las tensiones entre los distintos miembros de la eurozona est¨¢n agudiz¨¢ndose. Unas tensiones que se remontan a su dise?o original.
Una salida, propugnada por George Soros y otros, es crear bonos del Gobierno ¨²nicos para toda la eurozona
Muchas familias polacas tienen sus pr¨¦stamos en francos suizos. Los intereses se les han duplicado de golpe
Al preguntar a un destacado analista japon¨¦s cu¨¢l es la primera lecci¨®n que extrae de la d¨¦cada de estancamiento en su pa¨ªs, responde: "Es necesario que exista la m¨¢xima coordinaci¨®n posible entre la autoridad monetaria y la autoridad fiscal". La eurozona posee una autoridad monetaria, pero 16 autoridades fiscales nacionales. En la pr¨¢ctica, s¨®lo las une vagamente un pacto de crecimiento y estabilidad, mientras que sufren intensas presiones pol¨ªticas en sus respectivos pa¨ªses, porque la pol¨ªtica democr¨¢tica en Europa sigue teniendo un alcance casi exclusivamente nacional. Y eso tiene consecuencias. Por ejemplo, como los Gobiernos de la eurozona han tenido distintos comportamientos a lo largo de los a?os, sus bonos se han valorado de manera distinta en los mercados. Y en tiempos de crisis, esas tensiones aumentan. La seguridad ante todo, dice el inversor. De modo que, aunque el Gobierno griego, por ejemplo, me ofrezca mejores rendimientos por los pr¨¦stamos que le haga, tal vez prefiero prestar al Gobierno alem¨¢n. Y cuantos m¨¢s inversores piensan eso, m¨¢s aumentan las diferencias. Al final, algo tiene que saltar.
Una posible salida, propugnada en los ¨²ltimos tiempos por George Soros y otros, es crear unos bonos del Gobierno ¨²nicos para toda la eurozona. Como esa zona incluir¨ªa a Gobiernos m¨¢s d¨¦biles y arriesgados, Alemania tendr¨ªa que pagar un poco m¨¢s para obtener el dinero prestado que necesita a trav¨¦s de esos bonos. Imag¨ªnense lo que pensar¨ªan los votantes alemanes. ?C¨®mo? ?Que ahora que Alemania se hunde en la recesi¨®n, nosotros, los contribuyentes alemanes, debemos pagar para rescatar a los griegos y a los italianos de las consecuencias de su irresponsabilidad fiscal? Unerh?rt! Unm?glich! ["Inaudito, imposible"]. Dado que nuestra pol¨ªtica todav¨ªa es nacional, los pol¨ªticos que tuvieran que tomar esa decisi¨®n pagar¨ªan el precio en las elecciones que se celebrar¨¢n en Alemania en oto?o. La gratitud de griegos e italianos no les aporta ning¨²n voto. Es decir, como tenemos una uni¨®n monetaria, pero no una uni¨®n pol¨ªtica, las decisiones que tienen m¨¢s en cuenta los intereses europeos a largo plazo que los intereses nacionales inmediatos son m¨¢s necesarias, pero, al mismo tiempo, tienen menos recompensa.
Todav¨ªa m¨¢s grave es la situaci¨®n de los pa¨ªses de Europa central y del Este que han entrado en la Uni¨®n en los ¨²ltimos 10 a?os, pero todav¨ªa no est¨¢n (con la excepci¨®n de Eslovaquia y Eslovenia) en la eurozona. En las ¨²ltimas semanas, la tempestad les ha golpeado con dureza. En vez de hallar la seguridad en la nave de la UE, su estrecha relaci¨®n financiera con Europa occidental se ha convertido en parte de su problema.
Hace 20 a?os, tras las revoluciones de terciopelo que acabaron con el comunismo en 1989, esos pa¨ªses se propusieron entrar en el capitalismo sin tener capital. De modo que se abrieron de par en par a las inversiones occidentales. Hoy en d¨ªa, sus bancos m¨¢s importantes, en general, tienen propietarios o accionistas mayoritarios occidentales. Esos due?os occidentales, golpeados por una crisis financiera cuyo origen no estaba en Europa central, sacaron las garras. Sus empresas originales y sus respectivos mercados nacionales les importaban m¨¢s, y Europa central y del Este cay¨® v¨ªctima de una advertencia general contra los mercados emergentes de riesgo. Los pr¨¦stamos occidentales se interrumpieron. Y cuando esos pa¨ªses empezaron a ver c¨®mo ca¨ªan sus divisas, se encontraron con que ten¨ªan que esforzarse para pagar los intereses de los pr¨¦stamos en divisas occidentales. Y no s¨®lo los Gobiernos y las empresas. Bastantes familias polacas de clase media, por ejemplo, disponen de pr¨¦stamos hipotecarios en francos suizos. Cuando el valor del zloty polaco cay¨®, los intereses que ten¨ªan que pagar se duplicaron pr¨¢cticamente de la noche a la ma?ana.
Como es natural, cada pa¨ªs se las ha arreglado mejor o peor. Hungr¨ªa y Letonia ya han ido a pedir ayuda al FMI. La empresa de an¨¢lisis financieros Standard and Poor's acaba de reducir la valoraci¨®n crediticia de Letonia a un nivel basura en el que ya se encuentra Rumania. Ambos pa¨ªses tienen en com¨²n el sentimiento de desesperaci¨®n e injusticia. En una mesa redonda celebrada en Viena el pasado fin de semana o¨ª al l¨ªder del principal partido de la oposici¨®n en Hungr¨ªa, Viktor Orban, quejarse del proteccionismo financiero de Occidente. Es un lenguaje suave, comparado con la ret¨®rica populista, antioccidental y antiliberal que va a empezar a correr si la situaci¨®n se prolonga.
Peor a¨²n es la situaci¨®n de los pa¨ªses que todav¨ªa no pertenecen a la UE: el tercer c¨ªrculo, por as¨ª decir, del infierno actual que atraviesa Europa. Ya antes de la crisis financiera, la fuerza magn¨¦tica de la UE estaba disminuyendo a ojos vista en lugares como Turqu¨ªa, Ucrania y Bosnia. Ahora, todav¨ªa m¨¢s. Ucrania es un desastre, y se oyen alarmantes informaciones de que Bosnia est¨¢ en pleno retroceso y el l¨ªder serbobosnio est¨¢ agitando los viejos demonios de la separaci¨®n ¨¦tnica.
No digo que las tendencias separatistas acaben triunfando de forma inevitable en ninguno de los tres c¨ªrculos. Lo que quiero decir es que est¨¢ en juego el futuro de todo el proyecto europeo que conocemos desde finales de los cuarenta y especialmente desde 1989. Las fuerzas de la integraci¨®n y la desintegraci¨®n, de la solidaridad europea y del ego¨ªsmo nacional, centr¨ªpetas y centr¨ªfugas, se encuentran en un fino equilibrio. Existen algunos indicios de que Europa est¨¢ empezando a ver las cosas m¨¢s claras, como la cumbre de Berl¨ªn de la semana pasada y el anuncio, esta semana, de las propuestas para crear un marco supervisor financiero de ¨¢mbito europeo. Los optimistas alegar¨¢n que las crisis han sido los catalizadores de la integraci¨®n europea durante toda su historia.
Lo que es evidente es que no podemos seguir como estamos. Si no avanzamos, retrocederemos. Avanzar, subrayo, no hacia unos Estados Unidos de Europa idealizados, sino hacia una organizaci¨®n pr¨¢ctica y suficientemente fuerte para capear el temporal. Que lo logremos o no depender¨¢ de tres cosas. Unas fuerzas mundiales que escapan a nuestro control, la calidad de los dirigentes europeos, y el margen y la confianza que les otorguen sus electorados nacionales.
A principios de esta semana visit¨¦ la casa conmovedoramente modesta de Jean Monnet en el campo al suroeste de Par¨ªs. Contiene recuerdos de otros tiempos todav¨ªa m¨¢s turbulentos, entre ellos, un ejemplar de la proclamaci¨®n de la Uni¨®n Franco-Brit¨¢nica en 1940 y una vieja m¨¢quina de escribir en la que se redact¨® uno de los primeros borradores de lo que iba a ser la Declaraci¨®n Schuman, de la que nacer¨ªa la Comunidad Europea del Carb¨®n y el Acero, origen de la Comunidad Econ¨®mica Europea, que, a su vez, acab¨® convirti¨¦ndose en la Uni¨®n Europea. Europa, declar¨® Schuman, "no se construir¨¢ de una sola vez, ni de acuerdo con un solo plan. Se construir¨¢ a base de logros concretos que crear¨¢n, ante todo, una solidaridad de facto".
A Monnet le gustaba citar un dicho seg¨²n el cual existen dos clases de personas: las que quieren ser alguien y las que quieren hacer algo. Sin embargo, aunque los l¨ªderes europeos actuales demuestren que pertenecen a la segunda clase, en las democracias s¨®lo pueden hacer lo que nosotros, sus ciudadanos y votantes nacionales, les dejemos. Me parece que, hoy, ni en el Reino Unido, ni en Polonia, ni en Francia, ni en Alemania, ni en Letonia, ni en Austria vamos a dejarles hacer lo suficiente. -
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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