El martirio interior de Cardenal
El poeta nicarag¨¹ense denuncia la traici¨®n del esp¨ªritu de la revoluci¨®n sandinista
No debe ser f¨¢cil elegir el momento m¨¢s feliz de una vida cuando se tienen 84 a?os. Ernesto Cardenal, poeta, sacerdote, revolucionario, y ahora tambi¨¦n represaliado por algunos de los que un d¨ªa fueron sus amigos, tiene muy claro que el sue?o del que nunca quiso despertar ocurri¨® el 19 de julio de 1979 con el triunfo de la revoluci¨®n sandinista. Tres d¨¦cadas despu¨¦s, no queda resquicio alguno de aquellos momentos y la situaci¨®n pol¨ªtica de Nicaragua es lo m¨¢s parecido a una pesadilla de la que Cardenal no consigue deshacerse.
Su libertad la ha ido coartando Daniel Ortega desde que en 1994 se desligara del Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional (FSLN) por la deriva autoritaria que empezaba a tomar el hoy presidente nicarag¨¹ense. Criticado y vilipendiado junto a quienes como ¨¦l no han querido seguir el camino marcado por el sandinismo oficialista -los escritores Sergio Ram¨ªrez, Gioconda Belli y un largo etc¨¦tera-, con Cardenal han ido m¨¢s all¨¢. "Tengo libertad para todo menos para decir en p¨²blico lo que pienso", se lamenta el poeta octogenario, de car¨¢cter tosco, un tanto hura?o. Se siente violento al hablar de Ortega; trata de cortar en seco cualquier pregunta sobre ¨¦l, como si estuviese a punto de explotar ante la imposibilidad de expresarse abiertamente.
"Tengo libertad para todo menos para decir lo que pienso en p¨²blico"
"En Nicaragua no hay nada m¨¢s que corrupci¨®n y una dictadura fascista"
"Para m¨ª la revoluci¨®n fue muy bella, la apoy¨¦ de todo coraz¨®n"
Motivos le sobran al autor de La revoluci¨®n perdida. Una de las ¨²ltimas veces que critic¨® en p¨²blico la situaci¨®n pol¨ªtica de su pa¨ªs fue el pasado verano. Acus¨® a Ortega de "ladr¨®n", durante su visita a Paraguay con motivo de la toma de posesi¨®n del presidente Fernando Lugo. El l¨ªder nicarag¨¹ense no acudi¨® por supuestos problemas con su avi¨®n, aunque los movimientos feministas le hab¨ªan declarado la guerra por la acusaci¨®n de violaci¨®n a su hijastra Zoilam¨¦rica Narv¨¢ez.
Acto seguido, en agosto de 2008, Cardenal fue condenado a pagar una multa de 20.000 c¨®rdobas (unos 700 euros) por injuriar al empresario alem¨¢n Inmanuel Zerger, un delito del que hab¨ªa sido absuelto en 2005, por una disputa de tierras en el archipi¨¦lago de Solentiname, donde el poeta fund¨® una comunidad casi mon¨¢stica en 1965 -lo hizo con los cinco mil d¨®lares que gan¨® del Premio Nacional Rub¨¦n Dar¨ªo- en la que ense?¨® a escribir y a leer a decenas de campesinos. El juez Daniel Rojas, pr¨®ximo a Daniel Ortega, fue quien reabri¨® el caso. El abogado de Zerger es el mismo que en 1998 defendi¨® a Ortega cuando fue acusado por Zoilam¨¦rica. Cardenal no acept¨® la condena por "injusta" e "ilegal". Sus bienes, escasos, pues durante a?os don¨® casi todo lo que recib¨ªa a la lucha sandinista, han sido embargados.
El sacerdote conoce perfectamente al presidente nicarag¨¹ense, pero se niega a dar su versi¨®n de c¨®mo ha llegado a convertirse en el caudillo que es hoy. Ya no. No puede. No quiere. "Era muy diferente. No entendemos el cambio que ha tenido", es lo ¨²nico que se atreve a decir, en plural, porque sabe que no es el ¨²nico que as¨ª piensa. Inmediatamente, como si se arrepintiese de lo anterior, puntualiza: "Pero yo no tengo libertad para hablar del Gobierno de Nicaragua por las represalias que se me han hecho siempre que he hablado. Tenemos una dictadura y no puedo decir m¨¢s. Tengo que callarme".
Consciente o no de ello, el silencio de Cardenal transmite mucho m¨¢s que toda la verborrea que pueda lanzar contra su otrora compa?ero de lucha. ?Tiene miedo? "Cuando Franco estaba vivo no se pod¨ªa vivir en Espa?a, salir al extranjero, decir verdades y volver. Yo estoy en esa situaci¨®n", responde con una sinceridad y rotundidad a la que poco hay que a?adir.
A pesar de todo, el escritor, que esta semana ha recibido en Madrid el homenaje de la Casa de Am¨¦rica, siempre se ha mantenido firme. En ning¨²n caso se arrepiente de lo que dijo en Paraguay. "Ten¨ªa la obligaci¨®n de hacerlo, callarse hubiese sido pecado".
Dicen los que le conocen que Cardenal es una persona que se engrandece m¨¢s y lo han engrandecido m¨¢s al atacarlo. Al escuchar este comentario es de las pocas veces en toda la charla que hace una mueca, lo m¨¢s parecido a una sonrisa. Es moment¨¢neo. "Es posible que as¨ª sea, pero no me gusta este tipo de engrandecimiento, no me gusta que me ataquen", se sincera.
A punto de cumplirse 30 a?os del derrocamiento del dictador Anastasio Somoza, Cardenal rememora c¨®mo se uni¨® al sandinismo. "Fue un consejo de mi mentor [el monje trapense] Thomas Merton que la vida contemplativa no deb¨ªa ser indiferente a los problemas sociales y pol¨ªticos. Mucho menos en Am¨¦rica Latina, donde hab¨ªa dictaduras militares. El contemplativo, me dec¨ªa, tiene que interesarse por los problemas de su pueblo. Eso hizo que yo me interesara por todo aquello, aunque siempre hab¨ªa tenido una vocaci¨®n de rebeld¨ªa pol¨ªtica". Algunos de los muchachos de su comunidad participaron en la lucha armada y murieron. "Su ausencia era terrible, terrible, terrible. Algunos ca¨ªan presos y no supimos que hab¨ªan sido asesinados hasta que no triunf¨® la revoluci¨®n. Ten¨ªas la esperanza de que estuvieran vivos en alguna c¨¢rcel. Pero no era as¨ª".
No se arrepiente "en absoluto" de haber sido part¨ªcipe de aquella revoluci¨®n. "Para m¨ª fue muy bella, la apoy¨¦ de todo coraz¨®n". Y ahora, ?sigue creyendo que la lucha armada es leg¨ªtima? "El papa Pablo VI dijo que la revoluci¨®n armada era leg¨ªtima contra una dictadura evidente y prolongada. Ahora mismo eso no ocurre en Am¨¦rica Latina. Hay medios de comunicaci¨®n, partidos pol¨ªticos, denuncia c¨ªvica. No hay por qu¨¦ echarse al monte".
Consolidada la revoluci¨®n, siendo Cardenal ministro de Cultura, en 1983, sucedi¨® uno de los episodios m¨¢s sonados en su vida pol¨ªtica: el momento en el que Juan Pablo II, a su llegada a Managua, le rega?¨® en p¨²blico. "Me dijo: 'usted debe regularizar su situaci¨®n', pero de una forma muy imponente, ruda. Como yo no quise responder, lo volvi¨® a repetir". No le import¨® tanto. ?l prefiere recordar la visita del Pont¨ªfice por la tormentosa misa que celebr¨® en Managua. "?l lleg¨® para derrocar la revoluci¨®n. Nicaragua era un pa¨ªs cat¨®lico, con un Gobierno de izquierdas, de orientaci¨®n marxista, pero apoyado por los cristianos y los sacerdotes. Lleg¨® a hablar en contra de la revoluci¨®n ante 700.000 personas, la tercera parte del pa¨ªs, para que le aplaudieran, le apoyaran y cayera la revoluci¨®n. Pero el pueblo se rebel¨® y le falt¨® el respeto. La gente gritaba '?poder popular! ?poder popular!' y el Papa '?silen-cio!", enfatiza.
Muchos fueron los logros de la revoluci¨®n para uno de los m¨¢ximos exponentes de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n: "El derrocamiento de la dictadura; despu¨¦s, la transformaci¨®n del pa¨ªs, donde se hizo un trabajo verdaderamente voluntario, como fue la vacunaci¨®n de todos los ni?os o la alfabetizaci¨®n. Estas cosas s¨®lo son posibles en una revoluci¨®n".
Su pa¨ªs, que en su opini¨®n necesita otra revoluci¨®n, al igual que el resto del mundo, dej¨® de ser un referente hace a?os. ?A qu¨¦ se debe ese desencanto por Nicaragua? Ernesto Cardenal, ahora s¨ª, no lo duda, lo dice de una tacada, sin pens¨¢rselo dos veces. Quiz¨¢ por eso lo hace: "A la p¨¦rdida de la revoluci¨®n y la traici¨®n que los que ahora gobiernan Nicaragua hicieron de ella. All¨ª no hay nada de izquierda, nada de revoluci¨®n, nada de sandinismo. Lo que hay es nada m¨¢s corrupci¨®n y dictadura. Una dictadura fascista, familiar, de Daniel Ortega, su mujer y sus hijos".
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