Peleas, ron y gatos voladores
Los altercados se suceden en la zona de ocio nocturno de Famadas tras el asesinato de un hombre - L'Hospitalet estudia instalar c¨¢maras de vigilancia
Una mirada retorcida y un cuerpo agitado por el alcohol pueden hacer que salte la chispa. Por un oscuro motivo, dos adolescentes, uno dominicano y el otro ecuatoriano, se han picado en un vag¨®n del metro. Acompa?ados por un nutrido grupo de chicos y chicas, llegan al pol¨ªgono de Famadas -la zona de ocio nocturno entre L'Hospitalet y Cornell¨¤- a medianoche. Por su fisonom¨ªa, parecen menores de edad. Pero una pregunta lanzada al aire ("?por qu¨¦ no demuestras lo que eres?") se interpreta como una amenaza a la propia hombr¨ªa: empieza la pelea. Llueven los pu?etazos y vuelan las patadas. Las novias incitan a sus muchachos a intervenir y el cuerpo a cuerpo est¨¢ a punto de mutar en reyerta colectiva.
Las bandas dejan que los menores carguen con las armas blancas
Unos 2.000 j¨®venes buscan cada noche el ocio en este pol¨ªgono industrial
La bronca, abortada a tiempo, se produce a la salida de la estaci¨®n de la Avenida del Carrilet, que comparten metro y Ferrocarriles de la Generalitat. Es la primera de la noche, pero no ser¨¢ la ¨²ltima. Se trata, en todo caso, del mismo lugar donde, hace una semana, un boliviano de 53 a?os fue asesinado durante una pelea, ¨¦sta s¨ª, masiva. El hombre recibi¨® diversas pu?aladas y fue golpeado en la cabeza con una botella de vodka. Los autores del crimen, miembros de una misma familia, ya han sido detenidos.
Pese a que incidentes de esa magnitud no son habituales -es la segunda muerte violenta en Famadas en tres a?os- los altercados son el pan nuestro de cada viernes y s¨¢bado. Hace unas semanas, un joven fue herido con un punz¨®n en las nalgas y las piernas. La polic¨ªa sospecha de un grupo de dominicanos que frecuenta la zona. Los vigilantes de seguridad privada tuvieron que atender al chico en el vest¨ªbulo. Est¨¢n hartos de hacer trabajos para los que no est¨¢n preparados y aseguran que los j¨®venes con ganas de bronca se encuentran a gusto en la estaci¨®n, donde la polic¨ªa, a menudo, no llega. Para protegerse ante la ley, las bandas suelen dejar que los menores de edad carguen en sus amplios bolsillos con las armas blancas. Fingen, adem¨¢s, supuestos conflictos con otros j¨®venes (el cl¨¢sico "me has mirado mal") para robar.
"Va a ser una noche tranquila", augura un trabajador de Ferrocarrils. La vistosa presencia de mossos y polic¨ªas locales invita a un falso optimismo. El viernes, adem¨¢s, la polic¨ªa pidi¨® la documentaci¨®n a decenas de ciudadanos. Una medida disuasoria -algunos se encuentran en situaci¨®n ilegal en Espa?a-. La intermitente lluvia de este s¨¢bado parece conspirar para el sosiego. La afluencia de j¨®venes, aun as¨ª, es masiva: unos 2.000 visitan, cada noche, esta zona de ocio situada en un oscuro pol¨ªgono industrial. Hay unos cuantos bares musicales y tres discotecas, pero s¨®lo dos ambientes: uno, dedicado al p¨²blico aut¨®ctono; el otro, centrado en la clientela latina. Si no fuera porque tienen que transitar las mismas calles, estos dos colectivos no se intercambiar¨ªan ni una mirada.
Un joven de L' Hospitalet est¨¢ tomando una copa en un bar situado junto a una de las dos discotecas latinas de Famadas. ?l piensa ir con sus amigos a Malalts de Festa, una macrosala donde pinchan m¨²sica comercial y pachanguera. Un cartel enorme anuncia que esta noche visita la discoteca Cabano, un joven de ojos azules que aparece en una serie de televisi¨®n para adolescentes. La cola para entrar tiene poco que envidiar a las del paro y las chicas, que han dejado los abrigos en el coche, tiritan en minifalda.
Los porteros vigilan la fila con cara de pocos amigos, pero no llegan al extremo de sus colegas de las discos donde imperan la bachata, la salsa y el reggaeton: all¨ª se cachea minuciosamente a todo el que entra. Nadie protesta por ese trato. Y muchos no pasan de la puerta. Como un joven que presume ante sus amigos de los efectos de cierta droga que ¨¦l consume: gracias a ella, cuenta, ve "gatos voladores" y puede anticipar la presencia de los Mossos, que, casualmente, realizan un control de seguridad a escasos metros.
En la sala Capitolio, se distingue con un sello a los mayores de edad de los que no lo son. Para saber qui¨¦n puede pedir alcohol o no, se supone. En la sala circulan las botellas de ron en cubiteras (a 50 euros) y el DJ arenga al sentimiento de comunidad de los bolivianos. En esta discoteca se baila agarrado. Son s¨®lo las dos de la ma?ana, pero la sala est¨¢ a reventar. En la fiesta se ha colado Yamil, un paquistan¨ª flaco y espigado que saca dos cabezas a casi todo el mundo. M¨¢s tarde, a las puertas de la sala, un joven excitado por el alcohol monta bronca. Dos mujeres sosiegan su esp¨ªritu.
No es el ¨²nico incidente motivado por la ingesta exagerada de alcohol, ¨²nico punto en com¨²n de los dos ambientes: el di¨¢logo intercultural, aqu¨ª, no existe. Frente a Malalts, una chica sufre una crisis de ansiedad. Tiene medio cuerpo paralizado y grita, tumbada en el fr¨ªo suelo, a la espera de la ambulancia. Sus amigas andan hist¨¦ricas, pero los profesionales de la cosa (ambulancieros, polic¨ªas) aportan un sosiego que s¨®lo da la costumbre. Un hombre que ha prestado su abrigo a la joven se muestra sorprendido: "Esto es un desmadre". Armado de paciencia, el hombre hab¨ªa salido de la cama con su mujer para ir a buscar a su hijita, que tambi¨¦n quer¨ªa ver en persona a Cabano. A 20 metros, un joven ebrio golpea con agresividad un contenedor. Va tan borracho que ni siquiera se ha dado cuenta de que hay un polic¨ªa mir¨¢ndole con atenci¨®n.
Entre las cinco y las seis de la ma?ana, la fiesta toca a su fin y Famadas parece una zona en cuarentena. Hay calles valladas por las que no se puede circular: el objetivo es desviar a los j¨®venes por la avenida del Carrilet en direcci¨®n a la estaci¨®n para evitar molestias a los vecinos, razona el concejal de Gobernaci¨®n de L'Hospitalet, Fran Bellver, que se ha pateado la zona m¨¢s de una noche y m¨¢s de dos. Desde finales del a?o pasado, el Ayuntamiento de esta localidad est¨¢ realizando un estudio para comprobar si es viable instalar c¨¢maras de videovigilancia en la zona. "Las c¨¢maras tienen una funci¨®n preventiva y disuasoria, pero no lo van a solucionar todo", sostiene Bellver. La oposici¨®n municipal y los vecinos de L'Hospitalet han exigido que se instalen las c¨¢maras ante los episodios violentos de las ¨²ltimas semanas. Pero para los vigilantes de seguridad no es algo nuevo: "Estamos desbordados".
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