Victoria inmerecida, derrota merecida
La pol¨ªtica en Galicia no da para matices. Los electores s¨®lo pueden escoger entre sota, caballo y rey, debido a una reforma de la ley electoral que impone el l¨ªmite del cinco por ciento para acceder al parlamento. Porque, en el fondo, la decisi¨®n es si gobierna el PP o no.
La autonom¨ªa gallega fue gobernada y conformada por AP, luego PP, con un breve lapso de tres a?os hasta que hace cuatro se rompi¨® esa secuencia que parec¨ªa el orden natural de las cosas. La hegemon¨ªa de la derecha se basaba en una organizaci¨®n muy eficaz, toda reunida en un partido muy extenso y numeroso, y en un sistema de poder que construy¨® Fraga cuando lleg¨® a Galicia: practic¨® el clientelismo como sistema de comprar voluntades, utiliz¨® los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos y financi¨® los privados con sumas de dinero p¨²blico que no tienen parang¨®n en Europa. Y consigui¨® as¨ª su domesticaci¨®n. Pero esos instrumentos no ser¨ªan eficaces si no tuviesen un inteligente contenido ideol¨®gico y pol¨ªtico que Fraga y Cu¨ª?a tejieron y con el que vistieron al PP transform¨¢ndolo en un PPdG. El PPdG fue casi un partido nacional gallego, con direcci¨®n pol¨ªtica propia y que interpret¨® la cultura gallega y el galleguismo como una forma de populismo. Y que consigui¨® una gran identificaci¨®n de sectores amplios con esa idea de pa¨ªs. Naturalmente la otra cara de la propaganda autoritaria es la censura y la infamia sobre los rivales o disidentes.
Se puede decir que un peri¨®dico gallego y otro madrile?o condujeron hasta este resultado
Pero, tras la convulsi¨®n social que desencaden¨® el Prestige y luego la guerra de Irak, un sector social desesperanzado ante el dominio hist¨®rico de la derecha acudi¨® a votar y decidi¨® el cambio posible, la alianza de los socialistas y los nacionalistas gallegos. Y ¨¦stos llegaron al gobierno siendo dos fuerzas escu¨¢lidas, debilitadas por a?os de oposici¨®n desalentadora. Fueron aupados a la Xunta por ese sector social movilizado para que hiciesen otras pol¨ªticas y para que gobernasen de otra manera, y creo que ah¨ª est¨¢ la clave de estas horas: esa parte del electorado que se hab¨ªa implicado emocional y pol¨ªticamente lleg¨® a las urnas no desencantada, sino enfadada. Un enfado mucho m¨¢s duro del que imaginaban Touri?o y Quintana. Sin duda esta Xunta tuvo buena gesti¨®n en determinadas ¨¢reas, incluso buenos resultados econ¨®micos y una mejora de la cobertura social, pero no supieron hacerlo visible.
En cambio, lo que s¨ª se vieron fueron sus debilidades. Como si la vieja pol¨ªtica, el fraguismo, fuese un gas que flotase en despachos y autos oficiales, impregnase las moquetas y se fuese apoderando de ellos. En estos a?os hemos visto altaner¨ªa, irregularidades, falta de liderazgo, roces internos entre los socios demasiado desagradables y, sobre todo, demasiado continuismo y poco cambio. Y las bases all¨¢ lejos. La p¨¦rdida de votos es insignificante comparado con lo importante, la destrucci¨®n de la ilusi¨®n y la esperanza de la ciudadan¨ªa que los puso en la Xunta para echar a andar otra Galicia.
As¨ª se lleg¨® a unas elecciones enmarcadas en una crisis econ¨®mica pero, sobre todo, condicionadas por un fen¨®meno nuevo en Galicia, el papel jugado por la prensa. Se puede decir que una cabecera gallega y otra madrile?a condujeron la campa?a electoral hasta este resultado. Unos intentaron demostrar que un peri¨®dico puede quitar o poner Xuntas y otros que Galicia le pertenece de un modo natural a la derecha espa?ola. Las insidias, las mentiras, el insulto, la destrucci¨®n de la fama personal, han sido las armas que conquistaron una Xunta que otros no supieron defender.
Este PP, vaciado de contenido pol¨ªtico gallego, sometido a las estrategias de la calle G¨¦nova madrile?a, que ha usado nuestra lengua para dividirnos, obtuvo una victoria inmerecida. Pero el PSdG y el BNG tuvieron una derrota ganada a?o tras a?o. Aunque una derrota as¨ª la paga el conjunto de la sociedad, condenada a no tener oportunidades de alternancia. Despu¨¦s de estos a?os en que desoyeron cualquier advertencia esperar que reflexionen con humildad y profundidad parece poco probable. Acostumbrados a vivir encerrados sobre s¨ª mismos, sin abrirse a la sociedad, a diferencia del PP, no madurar¨¢n sin una catarsis.
Lo que queda es un pa¨ªs partido al medio con una mitad impregnada de amargura. No es bueno para un buen futuro.
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