Pepe Rubianes, provocador actor de teatro, cine y televisi¨®n
Destac¨® por sus mon¨®logos y encarn¨® a Makinavaja en las pantallas
Pero bueno, Pepi?o... ?no hab¨ªamos quedado en que no te ibas a morir, hombre? ?Qu¨¦ falta de formalidad! Eso ha sido un mal chiste, carallo. Debes quincocientas paellas y un oc¨¦ano de whiskys a tus incontables amigos, y dejas en la ruina, con la crisis que hay, al sector hostelero (facci¨®n nocturna) y a los empresarios teatrales de media Catalu?a, y en la miseria radical y lechuza a todos los que ¨ªbamos (?qu¨¦ mal suena, de golpe, estar hablando de ti en pasado!) cada a?o a verte, a escucharte, a partirnos el pecho contigo, contaras lo que contases: los que hab¨ªan probado medicina y repet¨ªan, los que dejaron de ir al teatro y regresaban, convencidos de que al fin iban a pasar un rato estupendo, y los matrimonios de orden que se escandalizaban ante tus barbaridades pero acababan riendo a carcajadas, y los j¨®venes que no te conoc¨ªan y descubr¨ªan a un hermano mayor, con ojos de megagolfo y sonrisa de conejo de Alicia, todav¨ªa m¨¢s bestia y descre¨ªdo que ellos.
Levant¨® una gran polvareda al aludir en televisi¨®n a la "puta Espa?a"
Su montaje 'Lorca eran todos' merecer¨ªa ser visto en las escuelas
Sal¨ªas a escena a los acordes de Bad Moon Rising y el p¨²blico te aclamaba como a una estrella de rock. Llenaste durante a?os, noche a noche, que se dice pronto, el Club Capitol de Barcelona. Cuando te dimos el Premio Ciudad de Barcelona de Teatro escrib¨ª, rebosante de orgullo: "El don de la gracia, como cualquier don, se tiene o no se tiene. Pero la gracia, para sostenerse durante m¨¢s de dos horas, seis temporadas en cartel, y los veinte a?os que llevaba este c¨®mico ¨²nico e irrepetible subi¨¦ndose a un escenario, necesita dos elementos que no se aprenden en un cursillo: arquitectura y energ¨ªa. Su arquitectura es tan s¨®lida y su energ¨ªa es tan fluida que sus mon¨®logos parecen estar comenzando continuamente, como las buenas novelas, sin ca¨ªdas de ritmo ni bajadas de tensi¨®n".
Eras un hijo leg¨ªtimo de San Miguel Gila y un heredero transoce¨¢nico, espa?ol¨ªsimo, de Lenny Bruce: virulento en la inmediatez de tu respuesta a las intolerables agresiones de la actualidad y feroz en tus exabruptos, que resonaban como felices taponazos de un champ¨¢n que hab¨ªa acumulado presi¨®n durante demasiado tiempo. A veces, qu¨¦ le vamos a hacer, se te calentaba demasiado la boca. Menuda se arm¨®, te acuerdas (?c¨®mo no vas a acordarte!) poco despu¨¦s del estreno de Lorca eran todos, aquella funci¨®n que deb¨ªa haberse visto en todas las escuelas: teatro c¨ªvico, honesto y valiente, en el que rend¨ªas homenaje a toda una generaci¨®n ("los miles de espa?oles dem¨®cratas", dijiste, "que sufrieron la misma suerte del poeta") y al esforzado teatro universitario de tu primera juventud. Luego fuiste a TV-3 y te pasaste varios pueblos y unos te corearon y otros te amenazaron de muerte: este pa¨ªs es as¨ª.
Escrib¨ª tambi¨¦n: "No ser¨¦ yo quien le aplauda, pero la suya es una respuesta, excesiva sin duda, a una derecha cavern¨ªcola y a toda una pandilla medi¨¢tica que lleva a?os insultando, calumniando y tergiversando, y que se rasg¨® las vestiduras ante el estallido del c¨®mico. Rubianes se excedi¨®, insult¨® y luego pidi¨® excusas. Ellos jam¨¢s han sentido la necesidad de presentar excusas a nadie: es el pan suyo de cada ma?ana".
Te dej¨® tocado todo aquello y se acabaron, otra putada, tus actuaciones en el resto de Espa?a, pero remontaste el bache y¨¦ndote a ?frica, a tu segunda patria, y volviste con un nuevo espect¨¢culo, La sonrisa et¨ªope: una celebraci¨®n, una fiesta, el ¨²nico modo que tiene un c¨®mico de ganar una batalla. L¨¢stima que no ganaras la ¨²ltima, amigo, pero te aseguro que de aqu¨ª sales a hombros. Dejas otra sonrisa, enorme y colectiva, y un sabor de boca y un calor tan espl¨¦ndidos como los del orujo que muchos, much¨ªsimos, nos ventilaremos esta noche record¨¢ndote, mientras t¨² te vas de juerga con Miguel y Lenny, con Tip, con Coll, con Capri, con Andy Kauffman, con todos los miembros de honor del Club de los Grandes C¨®micos Muertos. Yo te despido ahora con el redoble de tambor de Manuel Machado: "?Valiente soldado del Arte, adi¨®s, que luego nos veremos! Tambi¨¦n nosotros nos iremos con nuestra m¨²sica a otra parte".
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