La traici¨®n del deporte
Hace unos a?os entrevist¨¦ a Corbal¨¢n, y cuando le mencion¨¦ el momento en el que dej¨® el baloncesto me interrumpi¨® para aclararme: "Yo nunca dej¨¦ el baloncesto, el baloncesto me dej¨® a m¨ª". Desde luego, terminar una carrera deportiva debe de ser muy duro, afrontar antes de los 40 la conclusi¨®n de una actividad tan intensa y absorbente, el fin de una primera vida. Sin embargo, no hace falta ser un deportista de ¨¦lite para padecer, con la edad, la dolorosa p¨¦rdida del potencial f¨ªsico que te abandona como una amante insatisfecha, olvid¨¢ndote abatido y postrado al borde una cancha o un campo de f¨²tbol.
A partir de los 30 muchos j¨®venes renuncian a los deportes de equipo y, si han conservado el deseo o la necesidad de seguir ejercit¨¢ndose, acuden a la nataci¨®n o el footing. El f¨²tbol y el baloncesto, esos partidos que constitu¨ªan uno de los mejores momentos de la infancia y la primera juventud, se sustituyen por una actividad solitaria menos exigente. Las rodillas, los tobillos, incluso el lumbago, son, ya a los treinta y pocos, fr¨¢giles bisagras castigadas por el exceso de deporte, por su mala pr¨¢ctica o por peque?as lesiones mal curadas o el sobrepeso. Y quien a¨²n puede disputar alg¨²n partido enseguida se frustra al verse superado en fondo y resultado por chavales que no recuerdan haber visto jugar a Romario.
Hacer ejercicio a los 35 es una confesi¨®n de amor propio, una negativa de rendici¨®n
As¨ª que los treinta?eros, de repente, nos hemos descubierto trotando en el Retiro o nadando en piscinas cubiertas rodeados de gente de 40, 50 y 60 a?os. Poco a poco estamos asumiendo que el deporte de equipo y de contacto de la juventud nos ha abandonado y que ya s¨®lo nos queda competir contra nosotros mismos. Contra el tiempo.
Un estudio reciente elaborado por la Fundaci¨®n La Caixa concluye que los j¨®venes cada vez practican menos deporte. El ocio digital y el nocturno han abducido a las personas de 16 a 36 a?os de las canastas y las porter¨ªas de los polideportivos y los parques. Hoy hacen ejercicio un 20% menos de chicos que hace una d¨¦cada. Sin embargo, la actividad f¨ªsica aumenta con el nivel de estudios y de ingresos. En la primera mitad de los noventa, en cambio, ser deportista en los colegios de pago estaba mal visto. Quiz¨¢ en los institutos p¨²blicos o en los pueblos el l¨ªder vigoroso del equipo de baloncesto que se med¨ªa a otras localidades cada domingo fuese un sex-symbol, pero en los cursos de BUP y COU de las instituciones caras de Madrid las cosas no funcionaban as¨ª.
Entonces jugar al f¨²tbol o al basket en el recreo no era guay, pues te convert¨ªa, para empezar, en un tipo vestido con ch¨¢ndal y sudoroso durante las ¨²ltimas clases del d¨ªa. El deporte estaba asociado a la infancia, y a los 15 a?os se trataba de alejarse lo m¨¢s posible de ese periodo y parecer integrado en la esfera de la madurez. Fumar, cabalgar motos de gran cilindrada y desabrochar sujetadores con una sola mano eran las virtudes apreciadas en un t¨ªo, no meter triples o chutar con efecto. Mientras que apenas un par de a?os antes recitar de memoria la alineaci¨®n del Oviedo era una cualidad entre los chicos; a los 16 y rodeado de ni?os pijos, lo interesante era saber la formaci¨®n de Guns n'Roses y del Hashimury.
Ahora, sin embargo, uno de los atractivos principales de un treinta?ero es practicar un deporte. Ser parte del 20% de los adultos que hace ejercicio con frecuencia sobreponi¨¦ndose a la falta de tiempo, al trabajo, a las cargas familiares y al propio desinter¨¦s (las causas de inactividad m¨¢s alegadas en la encuesta de La Caixa). Madrugar o retrasar la cena para salir a correr, a hacerse unos largos o a levantar pesas es admirable, denota una gran fuerza de voluntad y un aprecio interior fascinante tanto para los hombres como para las mujeres.
Hacer deporte a los 35 no responde, en la mayor¨ªa de los casos, a una prescripci¨®n m¨¦dica, el cuerpo todav¨ªa no ha dado alarmantes s¨ªntomas de oxidaci¨®n, el ejercicio no resulta, pues, una terapia ni un analg¨¦sico. Es, m¨¢s que nada, un cosm¨¦tico, una sana y optimista apuesta de futuro, una confesi¨®n de amor propio, una negativa de rendici¨®n. Y aunque uno no consiga alcanzar a la pareja de jubilados que corre por la Casa de Campo, aunque haya sido doblado varias veces por el nadador de la calle de al lado, lo importante es no perdernos de vista a nosotros mismos.
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