La privatizaci¨®n del poder pol¨ªtico
El secreto de la superioridad del Estado respecto de todas las dem¨¢s formas de organizaci¨®n del poder pol¨ªtico que se han conocido en la historia de la humanidad radica en la separaci¨®n del poder pol¨ªtico de la propiedad privada. En todas las formas pol¨ªticas preestatales el poder pol¨ªtico ha sido siempre un correlato de la propiedad privada, fundamentalmente de la propiedad de la tierra. A esta dependencia del poder pol¨ªtico de la propiedad privada es a la que pone fin el Estado, de manera muy incipiente e incompleta bajo la f¨®rmula del Estado absoluto, de manera m¨¢s resuelta pero todav¨ªa cuantitativa y cualitativamente limitada bajo la f¨®rmula del Estado liberal del siglo XIX y primeros decenios del XX y de manera decidida y definitiva bajo la f¨®rmula del Estado constitucional democr¨¢tico.
El recorrido de la separaci¨®n del poder pol¨ªtico de la propiedad privada ha sido largo y tortuoso. En el d¨ªa de hoy, se puede considerar ya irreversible. Pero ello no quiere decir que dicha separaci¨®n no pueda verse amenazada y que, dependiendo de la intensidad en que la amenaza pueda hacerse realidad, el Estado acabe siendo un Estado fallido, que puede retrotraernos a f¨®rmulas premodernas de ejercicio del poder. En pa¨ªses concretos o en niveles de gobierno de determinados pa¨ªses, esto puede ocurrir.
Esto es lo que significa la corrupci¨®n, que no es, en ¨²ltima instancia, otra cosa que la privatizaci¨®n del Estado, la subordinaci¨®n por v¨ªas soterradas y espurias del poder pol¨ªtico a la propiedad privada. Formalmente, el poder pol¨ªtico act¨²a como si fuera el representante de toda la sociedad. Materialmente, son intereses privados los que se hacen valer a trav¨¦s de su actuaci¨®n. La corrupci¨®n es una amenaza permanente para el Estado democr¨¢tico, ya que no se puede pasar por alto que la propiedad privada como capital es el principio de constituci¨®n econ¨®mica sobre el que descansan todos los estados democr¨¢ticos dignos de tal nombre. Justamente por eso, la vigilancia tiene que ser permanente.
La corrupci¨®n no es suprimible al 100%. Ser¨ªa deseable que se pudiera erradicar por completo, pero no es posible. Hay que contar con que siempre va a haber un ¨ªndice de corrupci¨®n como lo hay de contaminaci¨®n. Lo decisivo, en consecuencia, es c¨®mo se reacciona cuando la corrupci¨®n se detecta. Decir que un partido pol¨ªtico es incompatible con la corrupci¨®n es una estupidez. Ning¨²n partido ni ning¨²n representante pol¨ªtico, sea estatal, auton¨®mico o municipal, es incompatible con la corrupci¨®n.
Las alarmas tienen que estar siempre encendidas y la reacci¨®n ante el primer indicio tiene que ser inmediata, porque, de lo contrario, la reproducci¨®n de las c¨¦lulas cancer¨ªgenas puede escapar a cualquier tipo de control. La reacci¨®n frente a la corrupci¨®n es el canon con que los partidos tienen que ser evaluados. Y con dicho canon no todos los partidos son iguales.
El alcalde del Alcauc¨ªn ha sido suspendido de militancia como paso previo a su expulsi¨®n por parte del PSOE, que le ha exigido la renuncia a su acta de concejal, mientras que el alcalde de Alhaur¨ªn el Grande, imputado por los mismos delitos y en libertad bajo fianza de 100.000 euros, sigue siendo alcalde con el apoyo de la direcci¨®n del PP.
?sta es la gran diferencia que se da no s¨®lo en Andaluc¨ªa sino tambi¨¦n en otras comunidades aut¨®nomas. La evidencia emp¨ªrica nos dice que el coste electoral de la corrupci¨®n es muy alto para el PSOE y much¨ªsimo menor para el PP, pero el riesgo que la corrupci¨®n entra?a para el sistema pol¨ªtico es el mismo en ambos casos. Justificar la corrupci¨®n porque los resultados electorales no son malos es una de las reacciones m¨¢s corruptoras del sistema pol¨ªtico que pueden darse.
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