"Athletic, beti zurekin!"
Cuenta la leyenda que en mayo de 1984, Ignacio Ellacur¨ªa y Jon Sobrino, jesuitas y eminentes prohombres de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, se refugiaban de una enorme balacera consecuencia de la intervenci¨®n del ej¨¦rcito de El Salvador (Ellacur¨ªa no pudo librarse de la acci¨®n de los paramilitares en 1989 y fue asesinado junto a otros cinco de sus compa?eros jesuitas, Segundo Montes, Juan Ram¨®n Moreno, Ignacio Mart¨ªn-Bar¨®, Amando L¨®pez y Joaqu¨ªn L¨®pez, y una mujer, Julia Elba Ramos, y su hija, Celina, menor de edad). En un momento en el que la intensidad del tiroteo se hac¨ªa insoportable, Ellacur¨ªa pregunt¨® a su compa?ero mejor situado c¨®mo estaba la cosa, a lo que le respondi¨® Sobrino: "Hay esperanza. Acaba de marcar Noriega". Jon Sobrino ten¨ªa una peque?a radio con la que estaba siguiendo el partido que el Athletic disputaba en Mestalla y en el que se jugaba sus posibilidades de ser campe¨®n de Liga. El gol de Noriega romp¨ªa el 1-1 y dejaba al Athletic a s¨®lo diez minutos y un partido en casa de revalidar el t¨ªtulo de campe¨®n de Liga.
En 2009 parecer¨ªa imposible crear un club con jugadores de un ¨¢mbito local para competir contra otros llenos de profesionales de todo el mundo
Han pasado 25 a?os y en un momento econ¨®mico similar a aqu¨¦l, en medio de una crisis galopante que se llev¨® a la industria pesada, los Altos Hornos y los astilleros de la r¨ªa de Bilbao, a los m¨¢s diversos destinos del mundo; en medio de unos a?os de plomo, duros y terribles, en los que el terrorismo de ETA asolaba Euskadi, el Athletic abr¨ªa una ventana de luz en aquel oscuro bocho de Bilbao.
El mi¨¦rcoles, un cuarto de siglo despu¨¦s, Bilbao explotaba ante la realidad de que su Athletic se iba a Valencia para disputar la final de la Copa al Barcelona, el club con el que disputa la supremac¨ªa en esta competici¨®n; ambos me van a llevar a vivir una final en la que se contrapongan mi coraz¨®n rojiblanco y mi alma blaugrana (me consuela que el lugar elegido sea Mestalla, c¨¦sped y porter¨ªas que tantos recuerdos despiertan en m¨ª). Volv¨ªa el club rojiblanco a recortar un enorme hueco en ese techo negro bajo el que estamos viviendo, trayendo de su brazo im¨¢genes de alegr¨ªa desbordante, de invasiones pac¨ªficas y festivas, de abrazos entre amigos y entre desconocidos que se fund¨ªan en el goce, en las l¨¢grimas. L¨¢grimas, esta vez s¨ª, de alegr¨ªa desbordada.
Era San Mam¨¦s una marea de colores rojiblancos en forma de camisetas, de bufandas al viento, de gorros y viseras, de todo tipo de tejido que nos permitiera sentirnos juntos y miembros de un mismo proyecto. En una sociedad que hac¨ªa 72 horas hab¨ªa dejado a los cocinillas pol¨ªticos intentando componer una receta que diese mayor¨ªas suficientes en el Parlamento vasco para poder gobernar, en una sociedad dividida y fragmentada, las gradas del viejo estadio ofrecen un espacio de convivencia, protegidos todos bajo el m¨ªtico arco.
Quienes gritaban "beti zurekin!" ("?siempre contigo!") eran gentes de diferentes ideolog¨ªas y edades, de diversos estratos sociales, de ciudad y de caser¨ªo, de Vizcaya, pero tambi¨¦n alaveses, guipuzcoanos, navarros, burgaleses, c¨¢ntabros o jienenses; gentes rojiblancas que desde los puntos m¨¢s lejanos a los que la globalizaci¨®n o sus actividades de apoyo a las m¨¢s diversas ONG les han llevado, se reun¨ªan en torno a una televisi¨®n, a un ordenador o a otra sencilla radio para gritar juntos los goles de Javi Mart¨ªnez, de Llorente y de Toquero.
Pero, adem¨¢s, tiene todo la particularidad de que hace un par de a?os se reun¨ªan con el mismo lema, la misma canci¨®n y la misma devoci¨®n para estar con su equipo en aquellos angustiosos partidos en los que se jugaba permanecer en la Primera Divisi¨®n. La misma fe y una angustia inmensa que elevaba los decibelios de San Mam¨¦s para que se oyesen no s¨¦ si en el cielo o en el infierno; en todo caso, en donde estuviera la llave de la eterna Primera Divisi¨®n.
Es cierto que el mito rojiblanco estaba necesitado de alguna gran alegr¨ªa, pero no es menos cierto que San Mam¨¦s se ha llenado cuando el equipo ha estado en su peor situaci¨®n deportiva. En un momento en el que la situaci¨®n econ¨®mica nos lleva a algunas reflexiones sociales importantes, en el que la consideraci¨®n del ¨¦xito ef¨ªmero como una de las fuentes que han alimentado este desfase que nuestra econom¨ªa intenta digerir, en el que se propugna una conciencia de que el ¨¦xito no est¨¢ en el logro final, sino en el camino que nos lleva; en el que entendemos que eso de la globalizaci¨®n parte desde la glocalizaci¨®n.
Glocalizaci¨®n es un t¨¦rmino que nace de la mezcla entre globalizaci¨®n y localizaci¨®n y que se desarroll¨® inicialmente en la d¨¦cada de 1980 dentro de las pr¨¢cticas comerciales de Jap¨®n. El concepto procede del t¨¦rmino japon¨¦s dochakuka (derivado de dochaku, "el que vive en su propia tierra"). Aunque muchas referencias sit¨²an a Ulrich Beck como el creador del t¨¦rmino y su difusor, el primer autor que saca a la luz expl¨ªcitamente esta idea es Roland Robertson. Como t¨¦rmino econ¨®mico, se refiere a la persona, grupo, divisi¨®n, unidad, organizaci¨®n o comunidad que est¨¢ dispuesta y es capaz de "pensar globalmente y actuar localmente". El concepto implica que la empresa se adapte a las peculiaridades de cada entorno, diferenciando sus producciones en funci¨®n de las demandas locales.
Cuando la innovaci¨®n es un concepto con el que somos bombardeados continuamente, pero nos resulta dif¨ªcil encontrar ejemplos pr¨¢cticos que muestren m¨¢s all¨¢ de las palabras en qu¨¦ consisten estos conceptos, el Athletic se brinda como veh¨ªculo para hacer visibles todos estos conceptos. Si en 2009 nos plante¨¢semos crear un club que jugase con jugadores de un ¨¢mbito local para competir con otros llenos de excelentes profesionales venidos de todo el mundo, hablar¨ªamos de un proyecto imposible. Es, sin embargo, la respuesta del Athletic, una forma diferente de ver la realidad y de encontrar soluciones donde otros no ven sino problemas (?les suena eso de los problemas y las oportunidades?).
Si pretendi¨¦semos que ese proyecto estuviera ligado al ¨¦xito continuo, al ganar siempre y como sea, el Athletic nos propondr¨ªa que el camino es importante; que el c¨®mo es lo que ha creado esas ra¨ªces, esos v¨ªnculos, esas emociones latentes que permiten al Club mantenerse cuando los vientos arrecian duro o la calma chicha no nos deja mover y cuando el arsenal de soluciones propias es m¨¢s bien limitado, tan limitado que a veces, sin ese plus que ofrece un p¨²blico, una afici¨®n identificada con unos colores y una forma de hacer, y su comuni¨®n con los que visten esa camiseta que todos han so?ado con ponerse alg¨²n d¨ªa, se ha liberado de conocer otras competiciones, de conocer otras categor¨ªas dentro de la Liga.
S¨¦ que habr¨¢ quien piense que todo esto no es m¨¢s que el ataque de emoci¨®n de quien sigui¨® los 90 minutos de pie, junto a una valla y en estado de ¨¦xtasis, so?ando con una final Athletic-Bar?a en un estadio maravilloso, como Mestalla, de una ciudad fant¨¢stica, como Valencia. Y seguramente no les falta raz¨®n. Pero quien escribe es el mismo que hace no tanto tiempo estaba con el ¨¢nimo alterado mientras su Club, sus colores, peleaba por el ¨¦xito de no bajar.
Entonces y ahora, con un mismo grito de aliento: "Athletic, beti zurekin!".
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