Todo por una silla
El despliegue del PP comandado por Mariano Rajoy, la campa?a sobre el "lujo de Touri?o" en plena crisis y el malestar en la izquierda acabaron con el bipartito gallego
En 1981, Manuel Fraga dio a UCD el primer empuj¨®n hacia al abismo. El entonces l¨ªder de la formaci¨®n centrista en Galicia, Jos¨¦ Quiroga, se hab¨ªa atrevido a decir que era m¨¢s f¨¢cil un cambio en el curso del Amazonas que una derrota de su partido en las primeras elecciones auton¨®micas gallegas. No contaba con la fuerza cicl¨®nica de Fraga, quien, en un esfuerzo extenuante, recorri¨® hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de Galicia e inund¨® la comunidad de carteles con su efigie y el lema Galego coma ti. Por primera vez desde la ca¨ªda de la dictadura, Alianza Popular gan¨® unas elecciones y alter¨® el rumbo de la historia para la derecha espa?ola.
En aquel primer Parlamento de Galicia, el diputado m¨¢s joven fue un chico de Pontevedra, alto, desgarbado y con gafas de Mortadelo. Ten¨ªa 26 a?os y se llamaba Mariano Rajoy. Casi tres d¨¦cadas despu¨¦s, en una situaci¨®n tan apurada como la que entonces acuciaba a Fraga, Rajoy decidi¨® seguir su ejemplo. La batalla se antojaba tan imposible como en 1981. Desde que el PP hab¨ªa perdido la Xunta, en 2005, las encuestas apuntaban con obstinaci¨®n a una ca¨ªda de los populares y a una victoria del bipartito de socialistas y nacionalistas, instalado confortablemente en el poder pese a sus querellas internas y a una cierta sensaci¨®n entre su electorado de que las promesas de cambio pol¨ªtico se hab¨ªan quedado a medias.
Las encuestas daban la victoria al bipartito, pero, parad¨®jicamente, la mayor¨ªa se inclinaba por un cambio en la Xunta
Pero Rajoy, tantas veces acusado de falta de coraje, se lanz¨® a pecho descubierto. Emul¨® al viejo patr¨®n yendo de aldea en aldea, mientras dejaba el camino despejado en las ciudades al candidato de su partido, Alberto N¨²?ez Feij¨®o, quien, pese a haber sido ya vicepresidente con Fraga, se present¨® como un pol¨ªtico sin pasado, adalid de la regeneraci¨®n democr¨¢tica, de la lucha contra el caciquismo, de la austeridad en tiempos de crisis. Y el milagro de 1981 se repiti¨®.
A media tarde del pasado domingo, Feij¨®o pens¨® que ten¨ªa las elecciones perdidas. La misma sensaci¨®n se instal¨® en Madrid, en la sede nacional del PP, mientras en los cuarteles generales de sus adversarios socialistas y nacionalistas se pon¨ªa el cava a enfriar. La participaci¨®n, escasa por la ma?ana, se hab¨ªa disparado desde el mediod¨ªa. Y todos ten¨ªan clara la ecuaci¨®n: a mayor afluencia de votantes, victoria segura de la izquierda. La sorpresa fue may¨²scula. Con la abstenci¨®n m¨¢s baja de la historia en unas auton¨®micas (30%), Feij¨®o y Rajoy lograron un triunfo arrollador.
Algo extra?o ven¨ªa sucediendo en Galicia desde semanas atr¨¢s. Las encuestas estaban repletas de paradojas. La victoria del bipartito parec¨ªa cantada. La mayor¨ªa aprobaba su gesti¨®n, y el l¨ªder m¨¢s valorado era el presidente de la Xunta, el socialista Emilio P¨¦rez Touri?o, quien incluso se hab¨ªa permitido el lujo de ignorar a los dirigentes de su partido que le ped¨ªan que adelantase las elecciones a oto?o antes de que lo peor de la crisis tomase cuerpo. Pero las mismas encuestas estaban llenas de matices contradictorios. Por ejemplo, una clara mayor¨ªa abogaba por un cambio de Gobierno. El porcentaje de quienes lo deseaban era muy alto incluso entre los votantes socialistas y nacionalistas.
Cuando, hace unas semanas, el vicesecretario general del PSOE, Jos¨¦ Blanco, regres¨® a su tierra para preparar la campa?a, tambi¨¦n not¨® algo raro en el aire. "Era como un conjunto de malestares distintos", recuerda. Una cierta parte del electorado urbano del PSOE estaba contra la potenciaci¨®n del gallego en la ense?anza y la coalici¨®n con el Bloque. La propia militancia socialista llevaba toda la legislatura rumiando su disgusto contra una Administraci¨®n que Touri?o llen¨® de independientes. Y los sectores m¨¢s a la izquierda se desesperaban con un Gobierno que se hab¨ªa afanado en no pisar un callo a los grandes poderes; que se hab¨ªa olvidado de alguna de sus promesas m¨¢s repetidas, como poner la televisi¨®n fuera del control del Gobierno o acabar con el sistema creado por Fraga para pagar a los medios a cambio de informaci¨®n favorable; que se entregaba a la propaganda con el mismo ah¨ªnco que tanto hab¨ªa criticado en el PP y que copiaba viejas costumbres de don Manuel: las primeras piedras y las inauguraciones, a las que se aficion¨® Touri?o, o el acarreo de jubilados para multitudinarias fiestas l¨²dico-pol¨ªticas, especialidad del vicepresidente nacionalista, Anxo Quintana. Con la crisis econ¨®mica avanzando, hasta sus medidas m¨¢s lucidas -mayor gasto social, protecci¨®n del medioambiente, restricciones para construir en la costa, programas de inversi¨®n p¨²blica- quedaron sepultadas.
Y en esto lleg¨® la campa?a sucia. Empez¨® meses antes, a prop¨®sito de un Audi A8 comprado para Touri?o, similar al de otros presidentes auton¨®micos y alcaldes del PP. No import¨® que las denuncias incluyesen sonoros rid¨ªculos, como cuando se prob¨® que el supuesto minibar del autom¨®vil de Quintana era en realidad una nevera de playa de 90 euros. El PP sigui¨® martilleando un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n con fotograf¨ªas de una conselleira acudiendo a la peluquer¨ªa en coche oficial, o la puerta del garaje levemente abollada de la casa de Quintana como hipot¨¦tica prueba de una hipot¨¦tica bronca conyugal. "Toda Galicia sabe que soy un hombre honrado", repet¨ªa Touri?o sin sentirse obligado a m¨¢s explicaciones, mientras el PP lo acusaba de vivir "como una estrella de Hollywood". El s¨ªmbolo de la campa?a fueron unas sillas de 2.200 euros para una sala de reuniones que Feij¨®o no encontrar¨¢ en la Xunta. Nunca llegaron a ser compradas.
La salida de Fraga y el cambio pol¨ªtico en 2005 constituyeron un acontecimiento hist¨®rico en Galicia, comparable a la llegada de Felipe Gonz¨¢lez al poder en Espa?a en 1982. Por primera vez, la izquierda conquistaba el poder en las urnas y expulsaba a la derecha de uno de sus feudos m¨¢s fieles. PSOE y BNG ten¨ªan una oportunidad sin precedentes. De ah¨ª que la derrota del pasado domingo sea tambi¨¦n algo m¨¢s que una derrota. Tal vez un fracaso hist¨®rico. -
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