La verdad de Hans K¨¹ng
El Vaticano le retir¨® la licencia para ense?ar teolog¨ªa por sus cr¨ªticas a Juan Pablo II. Ahora, el te¨®logo suizo pone en el punto de mira de sus memorias (editorial Trotta) a uno de sus antiguos compa?eros de la Universidad de Tubinga: Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI
Siempre hab¨ªa esperado que me fuera concedido vivir la sucesi¨®n de Juan Pablo II en el pontificado. Esta esperanza se ha cumplido, pero en un sentido totalmente contrario al que yo y todos los que aguard¨¢bamos un Papa en la l¨ªnea de Juan XXIII y del Concilio Vaticano II hubi¨¦semos deseado (...) Casi todos mis grandes compa?eros de fatigas en la renovaci¨®n de la teolog¨ªa y la Iglesia desde el tiempo del concilio est¨¢n muertos o se han jubilado, salvo uno. Y ¨¦se ha sido elegido Papa. Joseph Ratzinger es Benedicto XVI.
(...) A ambos nos marcan los movimientos juveniles. Lo cual, para m¨ª, evoca entra?ables recuerdos de una juventud con excursiones de monta?a, yincanas, competiciones y una vida libre, que incluye la pr¨¢ctica regular de la oraci¨®n en com¨²n y eucarist¨ªas preparadas especialmente para j¨®venes: un movimiento juvenil cat¨®lico libre, por fortuna, de ideas nazis. A ¨¦l, por lo visto, no le queda m¨¢s remedio que hacerse miembro de la homog¨¦nea juventud estatal, de la juventud hitleriana. Las terribles experiencias que vive durante los ¨²ltimos meses de guerra en la defensa antia¨¦rea, el servicio social masculino, la breve movilizaci¨®n militar y la estancia en los campos estadounidenses de prisioneros de guerra se corresponden con las de mis compa?eros alemanes de estudios nacidos en 1927-1928 en el Collegium Germanicum de Roma.
Impresionado por el cardenal vestido de p¨²rpura, el joven Joseph se dijo que le gustar¨ªa llegar a ser "algo as¨ª"
Para el te¨®logo, Ratzinger ha aportado poco a la evoluci¨®n de la teolog¨ªa, ni siquiera en su libro sobre Jes¨²s
Es desconcertante que excluya de sus memorias justo los a?os en que fue el segundo hombre m¨¢s poderoso de la Iglesia
El arraigo en la Iglesia cat¨®lica nos brinda a ambos, en estos confusos tiempos de ideolog¨ªas totalitarias, una patria espiritual, una orientaci¨®n cosmovisional y un apoyo moral. Ambos somos entusiastas monaguillos. Pero para ¨¦l la Iglesia in situ est¨¢ representada por el tradicional p¨¢rroco del lugar y el arzobispo de M¨²nich; mientras que para m¨ª quien la visibiliza es un consiliario del movimiento juvenil -nada convencional en su conducta, forma de vestir y mentalidad, un predicador de la Buena Noticia que convence con la palabra y los hechos-, sin cuya influencia m¨¢s de una docena de j¨®venes nunca se habr¨ªan hecho sacerdotes cat¨®licos. Mi Iglesia no es tanto una Iglesia de mayores cuanto de j¨®venes. Tambi¨¦n Ratzinger se decidi¨® por el sacerdocio, pero sin conocer a un consiliario de j¨®venes de tales caracter¨ªsticas; s¨®lo por eso, su ideal sacerdotal es m¨¢s tradicional, est¨¢tico y jer¨¢rquico que el m¨ªo. Impresionado por el cardenal vestido de p¨²rpura, el joven Joseph se dijo a s¨ª mismo que le gustar¨ªa llegar a ser "algo as¨ª".
(...) Quiero dedicarme a la pr¨¢ctica pastoral y, entre 1957 y 1959, paso dos a?os felices en el coraz¨®n de Suiza. Como vicario de la iglesia palatina de Lucerna, trabajo en una parroquia en la que la renovaci¨®n de la liturgia, la predicaci¨®n, el trabajo pastoral y el ecumenismo se desarrolla a toda marcha y es vigorosamente impulsada por la convocatoria del concilio (Vaticano II). Una experiencia con las personas y sus necesidades, problemas y esperanzas que Joseph Ratzinger, en su a?o de coadjutor en M¨²nich durante el curso 1951-1952 y ya con la mente puesta en la Facultad de Frisinga, no vive de la misma manera; y que, sin embargo, determinar¨¢ decisivamente mi teolog¨ªa. Pero apenas me he habituado a Lucerna, recibo de Karl Rahner una invitaci¨®n para participar en el siguiente encuentro del grupo de trabajo de teolog¨ªa dogm¨¢tica y fundamental en lengua alemana, que se celebrar¨ªa en Innsbruck en octubre de 1957.
Y all¨ª conozco no s¨®lo a Michael Schmaus, sino tambi¨¦n a mi coet¨¢neo Joseph Ratzinger (...) A la saz¨®n, ¨¦l es profesor de dogm¨¢tica en Frisinga y ha escrito ya una recensi¨®n, inteligente, laudatoria y anal¨ªtica de mi tesis doctoral: "... por este regalo merece Hans K¨¹ng el agradecimiento de cuantos oran y trabajan por la unidad de los cristianos divididos". Enseguida nos caemos simp¨¢ticos (...) Tambi¨¦n estos a?os de M¨¹nster son para m¨ª un tiempo feliz. Pero no ha pasado siquiera un a?o cuando me ofrecen la c¨¢tedra de teolog¨ªa fundamental en la Universidad de Tubinga (...) Se despeja as¨ª el camino para la publicaci¨®n de mi program¨¢tico libro, El concilio y la uni¨®n de los cristianos, del que la Facultad de Tubinga ten¨ªa asimismo conocimiento, pero que hab¨ªa sido retenido por miedo fundado a una intervenci¨®n de Roma en contra de mi nombramiento (...) En 1962 acudimos los dos, ya profesores de teolog¨ªa fundamental, al concilio.
(...) Dos a?os m¨¢s tarde abogo con doble fuerza -como decano y como ocupante de la otra c¨¢tedra de teolog¨ªa dogm¨¢tica- por el llamamiento acad¨¦mico del profesor Joseph Ratzinger a Tubinga (...) Lo que a la saz¨®n pensaba de Joseph Ratzinger se desprende con claridad de la propuesta de la facultad, redactada por m¨ª, que concluye con las siguientes palabras: "La obra extraordinariamente rica de este intelectual de 38 a?os; la envergadura, el rigor y la perseverancia de su quehacer, que permiten presagiar grandes logros futuros; la autonom¨ªa de su l¨ªnea investigadora (...) su gran ¨¦xito docente en Bonn y M¨¹nster, as¨ª como sus afables cualidades personales, que permiten esperar una fruct¨ªfera cooperaci¨®n con los compa?eros...". Todav¨ªa hoy mantengo estas palabras.
De este modo Ratzinger recibe y acepta en 1966 la invitaci¨®n del Ministerio de Educaci¨®n y Cultura de Baden-W¨¹rtemberg. (...) Nos vemos con frecuencia en las reuniones de la facultad, acordamos el contenido de los ex¨¢menes y examinamos de manera alternativa a los alumnos: todo sin problemas. (...)Durante tres a?os trabajamos juntos de manera colegial y arm¨®nica en Tubinga (...) S¨®lo hay una ocasi¨®n en la que ¨¦l se distancia no s¨®lo de m¨ª, sino de toda la facultad: el cuerpo de ayudantes ha presentado una moci¨®n para que intercedamos ante el obispo de Rottenburg por el profesor de pedagog¨ªa de la religi¨®n Hubertus Halbfas (...) con el fin de que no le sea retirada la licencia eclesi¨¢stica de docencia sin nuevas evaluaciones. Todos los profesores nos pronunciamos a favor de esa gesti¨®n..., todos menos Joseph Ratzinger, quien ahora es decano. A m¨ª me asombra su oposici¨®n contra una acci¨®n colegial. Sin embargo, nuestra posible intercesi¨®n ante el obispo pierde su raz¨®n de ser, porque el sacerdote cat¨®lico Hubertus Halbfas, para alivio de la curia diocesana, anuncia su matrimonio; de este modo, el cese de su actividad docente se produce, conforme a lo estipulado por el Concordato, de modo autom¨¢tico, por decirlo as¨ª.
(...) Qui¨¦n sabe qu¨¦ habr¨ªa sido de Joseph Ratzinger si no hubiera abandonado Tubinga despu¨¦s de tres a?os llenos de ¨¦xito. Hasta este punto nuestros caminos hab¨ªan seguido un curso en gran medida paralelo: las trayectorias vitales de dos te¨®logos que, no obstante, todas las afinidades familiares, culturales y nacionales, son muy diferentes en su estructura ps¨ªquica y, ya desde muy pronto, adoptan una posici¨®n por entero divergente respecto a la liturgia, la teolog¨ªa y la jerarqu¨ªa cat¨®licas y, en especial, a la ex¨¦gesis b¨ªblica y la historia de la Iglesia, as¨ª como, por ¨²ltimo, en lo que ata?e a la revelaci¨®n y el dogma. Dos personas que, a despecho de estas diferencias o quiz¨¢ a causa de ellas, se respetan y valoran mutuamente y, por supuesto, reconocen al otro como te¨®logo cat¨®lico en la fuerza de fe y en la intelectualidad propias de cada uno. Por consiguiente, si se quiere, dos modos, formas, estilos, s¨ª, dos caminos muy diferentes de ser cat¨®lico. En aquel entonces, todo esto, naturalmente, no lo ten¨ªamos tan claro como ahora, al hacer un an¨¢lisis retrospectivo. Pero en modo alguno tendr¨ªa por qu¨¦ haber llevado a una ruptura.
(...) Para m¨ª la despedida de Joseph Ratzinger de Tubinga sigue siendo un tanto enigm¨¢tica. El 26 de octubre de 1969, ya como profesor de Ratisbona, ofrece una comida a sus antiguos compa?eros de facultad en el hotel Krone de Tubinga. El ambiente es inmejorable. Tambi¨¦n me da personalmente las gracias por la buena colaboraci¨®n. S¨®lo muchos a?os despu¨¦s leo un informe del fil¨®sofo, traductor y senador checo, doctor Karel Floss (...) A finales de julio o comienzos de agosto de 1969 visita en Tubinga a Joseph Ratzinger; ¨¦ste lo recibe con amabilidad, pero no tarda en dejarlo en compa?¨ªa de su ayudante Martin Trimpe, con quien pasa Floss toda la tarde (...) Trimpe informa a Floss de que la colaboraci¨®n entre Ratzinger y K¨¹ng se ha terminado. Por el bien de ambos, urge la separaci¨®n, puesto que no es posible seguir trabajando con una persona como K¨¹ng; de lo contrario, Ratzinger y sus colaboradores terminar¨¢n pervirti¨¦ndose por completo (...) A la pregunta de Floss de qu¨¦ rumbo va a seguir el propio Trimpe, ¨¦ste contesta que Ratzinger se marcha a Ratisbona, donde el obispo Graber le ha garantizado todo lo necesario para un trabajo cient¨ªfico tranquilo y honrado. Lo cual supuso una segunda conmoci¨®n para Floss, ya que ¨¦l sab¨ªa que todas las fuerzas conservadoras que tambi¨¦n en Checoslovaquia se hab¨ªan asustado de las consecuencias del concilio, rechazando especialmente el abandono del tomismo, hab¨ªan buscado refugio junto a Graber. Hasta aqu¨ª el relato de Karel Floss.
(...) No s¨¦ si nunca he tenido curiosidad en saber cu¨¢l podr¨ªa ser mi "pervertidora" influencia sobre los m¨¢s estrechos colaboradores de Ratzinger. Y por lo que respecta a la imposibilidad de prolongar la colaboraci¨®n entre Ratzinger y yo, quiz¨¢ el ayudante exagerara o incluso desfigurara la persona de su maestro. Lo ¨²nico cierto es que Ratzinger se retir¨® de Tubinga, donde, desde el punto de vista cient¨ªfico, uno se encuentra sin duda en la vanguardia, a la teol¨®gicamente d¨®cil Ratisbona, a la provincia del m¨¢s reaccionario de los obispos alemanes, defensor del marianismo y el curialismo.
Pero de esta conversaci¨®n s¨®lo tuve noticia a?os despu¨¦s. Y uno tiene que plantearse ya la pregunta que formula otro testigo de la ¨¦poca, aquel consejero acad¨¦mico del Instituto de Investigaciones Ecum¨¦nicas, Hermann H?ring, quien sostiene que me equivoqu¨¦ enormemente en lo relativo a Ratzinger. No es s¨®lo que ¨¦ste apenas se percatara de que, en el asunto de las revueltas estudiantiles, yo, en el fondo, estaba de su parte. Seg¨²n H?ring, Ratzinger comienza a diferenciarse claramente de m¨ª sobre todo en la interpretaci¨®n del Vaticano II. Es cierto que en 1968 firma la Declaraci¨®n por la libertad de la teolog¨ªa, redactada en lo esencial por m¨ª, a la que finalmente se sumaron 1.322 te¨®logos y te¨®logas del mundo entero. Y tambi¨¦n apoya en 1969 la declaraci¨®n de Tubinga sobre la elecci¨®n de obispos y la limitaci¨®n temporal del cargo, ¨¦sta no redactada por m¨ª, sino por el canonista Naumann y otros compa?eros. Pero nada m¨¢s abandonar Tubinga, retira su firma de esta segunda declaraci¨®n; seg¨²n aduce, la hab¨ªa firmado bajo presi¨®n de los compa?eros. ?Se ve¨ªa ya como futuro obispo?
(...) Para ¨¦l la Iglesia antigua o la Iglesia de los padres es la medida de todas las cosas. Tal como ¨¦l la entiende: a Jes¨²s de Nazaret no lo ve como lo vieron sus disc¨ªpulos y las primeras comunidades cristianas, sino como lo definieron dogm¨¢ticamente los concilios helen¨ªsticos de los siglos IV y V, los cuales, de hecho, m¨¢s que unir, dividieron al cristianismo. El Jes¨²s de la historia y el poco dogm¨¢tico judeocristianismo de los comienzos apenas le interesan; de ah¨ª que no muestre demasiada comprensi¨®n por el Islam. (...) No es la Iglesia del Nuevo Testamento lo que le interesa, sino la Iglesia de los padres (naturalmente, sin madres).
(...) Joseph Ratzinger no ha cambiado. No se le hace ninguna injusticia si se afirma: ?sencillamente se ha quedado anclado! ?l ha querido quedarse anclado: en la Iglesia y la teolog¨ªa latinas antiguas y medievales, tal y como ¨¦l las conoci¨® y aprendi¨® a amar en sus estudios a trav¨¦s de Agust¨ªn y Buenaventura, as¨ª como en su ascenso por la escala del poder jer¨¢rquico. El te¨®logo Ratzinger ha aportado poco a la evoluci¨®n de la teolog¨ªa, ni siquiera en su libro sobre Jes¨²s. Tampoco era ¨¦sa su pretensi¨®n. En esa misma medida tiene, por supuesto, raz¨®n cuando afirma que no es ¨¦l quien ha cambiado, sino yo. En efecto, yo no quer¨ªa quedarme anclado, sino avanzar (...) As¨ª pues, al principio (yo) cambio, de manera simult¨¢nea con el avance de la investigaci¨®n teol¨®gica, como respuesta al impulso que significa el concilio Vaticano II (...) pero tambi¨¦n incitado una y otra vez por las experiencias contrarias que la comunidad eclesial vive a causa de la Curia romana posconciliar o, mejor a¨²n, preconciliar.
(...) En 1980 tengo 52 a?os de edad; Joseph Ratzinger (...) tiene 53. S¨®lo un a?o m¨¢s tarde ser¨¢ nombrado en Roma prefecto de La Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Pero curiosamente interrumpe sus memorias (escritas en 1998) en el a?o 1977, justo cuando se produce su ingreso en la jerarqu¨ªa, con las siguientes palabras, dif¨ªciles de entender: "?Qu¨¦ m¨¢s podr¨ªa decir y qu¨¦ cosas m¨¢s concretas podr¨ªa contar sobre mis a?os de obispo?" ?Ah, todo lo que podr¨ªa contar! Pero, ?qu¨¦ se lo impide? Es desconcertante que Ratzinger excluya de sus memorias justo los a?os en que fue el segundo hombre m¨¢s poderoso de la Iglesia cat¨®lica, a?os en los que docenas de te¨®logos e innumerables cat¨®licos y cat¨®licas de base sufrieron bajo su f¨¦rula. Quiz¨¢ se entender¨ªan mejor algunas cosas... Precisamente de sus veinticuatro a?os en el Palazzo del Sant' Uffizio desear¨ªa uno leer m¨¢s y cosas m¨¢s concretas.
Verdad controvertida, segunda parte de las memorias de Hans K¨¹ng. Editorial Trotta. Precio: 42 euros.
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