"Cualquier persona habr¨ªa reaccionado como yo lo hice"
Cada tarde, a eso de las seis, Jes¨²s Neira pide que le lleven al vest¨ªbulo del hospital. Al llegar, Isabel Cepeda, su mujer, o cualquiera de sus amigos, aparcan su silla de ruedas en la barandilla. Entonces ¨¦l mira hacia la puerta, se fija en la acera de la calle y sue?a con el d¨ªa en que saldr¨¢. "Cuando cruce esa l¨ªnea besar¨¦ el suelo, como si fuera el Papa", asegura envuelto en el resplandor blanco que ilumina la entrada del nuevo Puerta de Hierro.
No es para menos. Este profesor universitario, que ha ense?ado desde hace a?os Teor¨ªa del Estado, es consciente de que ha vuelto a nacer. Un buen d¨ªa de verano, a Neira se le par¨® el reloj. Su gesto heroico y rebelde casi le cuesta la vida. Paseaba el profesor Neira con su hijo Alejandro por Majadahonda el pasado 2 de agosto de 2008 cuando se top¨® con Antonio Puerta -ahora, en prisi¨®n preventiva- que agred¨ªa salvajemente a su pareja, Violeta Santander.
Volver¨ªa a hacerlo, s¨ª. uno es qui¨¦n es y sus actos le responden
Lo que debe distinguir el trato a la mujer, desde ni?os, es la deferencia
La gente reacciona. No debemos ver una foto con pocos puntos de luz
El hombre de hoy no es maduro, por eso responde a las cosas con violencia
Neira le llam¨® la atenci¨®n:
-?D¨¦jala en paz! ?Eso no es propio de un hombre! -le ech¨® en cara.
-?M¨¦tete en tus asuntos! -respondi¨® el agresor.
Su desaf¨ªo le preocup¨®. No quer¨ªa que su hijo Alejandro viviera una situaci¨®n demasiado tensa para sus 13 a?os. Cuando se dio la vuelta y entr¨® en un hotel, no tuvo tiempo para reaccionar ante la avalancha de bestialidad que le cay¨® encima. Un golpe violent¨ªsimo y a traici¨®n le tumb¨® en el suelo, donde Puerta sigui¨® golpe¨¢ndole con sa?a hasta que el propio Alejandro le fren¨®.
De haber seguido d¨¢ndole pu?etazos y patadas, le habr¨ªa matado all¨ª mismo. Pero algo, quiz¨¢ un destello de racionalidad o, mejor, el simple hecho de haber saciado su instinto animal, le detuvo. Neira se repuso de aquello y se fue al hospital, donde comenz¨® otro calvario: el de las negligencias m¨¦dicas. Casi no recuerda nada de aquellos d¨ªas que pas¨® entre el limbo y la indignaci¨®n, comenta su amigo Javier Esteban, autor del libro Diario de Jes¨²s Neira. El hombre que dijo basta (Temas de Hoy).
Le mandaron a casa una, dos y tres veces convenci¨¦ndole de que no ten¨ªa nada, cuando la realidad fue que un derrame invad¨ªa poco a poco su cerebro. Hasta que una ma?ana, en su propio domicilio, cay¨® en redondo, y su mujer llam¨® r¨¢pidamente al Suma 112, que a duras penas le salv¨®. La causa abierta por los fallos m¨¦dicos est¨¢ en los tribunales, al tiempo que Neira se ha convertido en todo un s¨ªmbolo, muy apreciado por cualquier pol¨ªtico con ganas de llev¨¢rselo al huerto sea del color que sea. Una imagen al lado de este hombre lava hoy muchas miserias. Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, lo sabe y ya le ha ofrecido un cargo para cuando se reponga: dirigir un observatorio regional de la violencia de g¨¦nero.
Pero eso tendr¨¢ que esperar un tiempo. El que dure su recuperaci¨®n, en la que est¨¢ metido a conciencia. Ha empezado a andar sobre una cinta, sujetado por arneses. Lentamente. Cada d¨ªa hace unos 400 metros en 20 minutos. Termina agotado, pero ese camino a ninguna parte en el gimnasio le acerca cada vez m¨¢s a su sue?o: cruzar aquella puerta. Liberarse de esa prisi¨®n que durante siete meses ha sido su propio cuerpo inerte, la armadura de un caballero en los huesos que ha tenido que volver a aprender a hablar, a andar, a comer, a recuperar la memoria. A entender...
No le ha costado tanto reencontrarse con la vida. Se alegra y, dice, ha aprendido muchas cosas. En la penumbra de su habitaci¨®n comparte con quien le visita esas aspiraciones que se le presentan cada d¨ªa m¨¢s a mano: tomarse un caf¨¦ y leer el peri¨®dico en una barra mientras moja un cruas¨¢n; volver a la universidad, probablemente a la Complutense, donde perdi¨® su plaza en 2003, y, ya puestos, sentir la brisa del mar: "En el Caribe, por ejemplo. Quiero hacer un crucero en el que el ¨²nico esfuerzo que me plantee sea pedirle al camarero otro daiquiri", comenta, relami¨¦ndose, entre risas.
Mientras sube a bordo, no quiere saber nada del circo medi¨¢tico en que se ha convertido su caso. Prefiere consolarse contemplando la imagen del buque escuela Juan Sebasti¨¢n Elcano que tiene colgada en la pared. Es el s¨ªmbolo para los anhelos de un grumete atracado en tierra. Un hombre que, sin querer y, por el momento, sin ser consciente de las dimensiones que ha cobrado su gesto, tambi¨¦n cuelga frente a su cama los dibujos que le env¨ªan ni?os de toda Espa?a con palabras de ¨¢nimo. "Gracias por ayudar a una mujer que sufr¨ªa", le pone F¨¢tima Camacho, de Gelves. Tan sencillo como necesario. Pero algo a lo que muchos no est¨¢n dispuestos todav¨ªa. Al menos, Neira, con su audacia nos ha obligado a preguntarnos a nosotros mismos: ?Ser¨ªamos capaces de reaccionar igual?
Lo ha repetido usted con claridad. Que lo volver¨ªa a hacer una y mil veces. Pero sea sincero, ?en todo este calvario no ha tenido un momento de debilidad? ?Eso que lleva a muchos a preguntarse por qu¨¦ me meter¨ªa donde no me llaman?
No, porque es algo que va en mi educaci¨®n y mi formaci¨®n. Cada cual es como es. Y eso hace que un suceso se pueda repetir varias veces y reacciones igual.
Pero incluso vi¨¦ndolo con distancia, las reacciones que ha tenido todo el mundo... No s¨¦ si es consciente de lo que se dice de usted en la calle. Le han alzado a los altares, aunque la mujer sostiene que la agresi¨®n no fue tan brutal.
Algo he o¨ªdo de eso, s¨ª.
Aun as¨ª, insisto, ?volver¨ªa a hacerlo?
S¨ª, que s¨ª. Porque le digo. Si uno es quien es, sus actos le responden, y en eso nada cambia.
Sus amigos le dicen que del hospital saldr¨¢ "ech¨¢ndole huevos". Pero, en realidad, tiene gracia que se lo digan a usted, cuando realmente ¨¦sa fue la raz¨®n por la que entr¨®. Por echarle arrestos a la cosa.
Bueno, la verdad es que entr¨¦ por una mala fortuna. Lo que nunca pude pensar fue que recibiera un golpe por detr¨¢s. Eso es lo que me dej¨® KO. Fue un error por mi parte.
?Un exceso de confianza?
Tal y como estaba la cosa no hab¨ªa lugar, no ten¨ªa sentido, hay que tener muy mala fe para ciertas cosas. Yo no era el objeto de su ira. Ves a un se?or que golpea a una mujer salvajemente, fuera de s¨ª... Si le haces caer en que est¨¢ cometiendo una barbaridad, lo que menos esperas es que se vaya a volver contra ti. Fue un error, entr¨¦ en el hotel sin darme cuenta de que ven¨ªa ¨¦l. Porque si llego a tener un ojo puesto, o llego a o¨ªr que viene, no me hubiese pasado nada, simplemente porque al ser yo m¨¢s grande, m¨¢s corpulento, con poner un brazo lo hubiera detenido.
Por eso su agresor tambi¨¦n pensar¨ªa que era la ¨²nica forma de hacerle da?o, sin avisar. Por la espalda.
S¨ª, fue a darme por la espalda. Es un hecho. Hay una prueba. Est¨¢ grabado y se ve perfectamente.
?Ha visto esa grabaci¨®n, entonces? No habr¨¢ sido agradable.
No, no es agradable. Adem¨¢s, quieres olvidar todo. Es mala suerte. Te topas con una cucaracha y quieres olvidarlo. Cucarachas hay en la vida y las habr¨¢ siempre. Pero bueno...
?Qu¨¦ le pasa a esta gente? ?Por qu¨¦ cree que reaccionan as¨ª?
La sociedad ha evolucionado hacia el ego¨ªsmo. En este aspecto es diferente a la que conoc¨ª de ni?o. Ten¨ªa otro tipo de problemas, y la violencia siempre ha existido, cierto, pero hoy es tremendo ver que un chico en Sevilla discute con una chica y su reacci¨®n es matarla. ?Hasta d¨®nde llega un estado mental, ps¨ªquico, de la sociedad? Pues a que no se te pueda quitar la raz¨®n en nada. Hemos llegado a una bestialidad. Me preocupa mucho la educaci¨®n que se les da a los hijos. En las pel¨ªculas que vemos en televisi¨®n, la gente coge unos cabreos tremendos por cosas est¨²pidas y rompe algo. Con un golpe, una patada. Estamos en ese tipo de sociedad. Es el reflejo de que algo pasa, de que no se nos puede contrariar. El hombre de hoy est¨¢ dirigido al ¨¦xito. No tiene dureza para enfrentarse a la realidad. No est¨¢ maduro y responde con violencia a cualquier cosa por est¨²pida que sea. Est¨¢ absolutamente infantilizado. La adversidad es una escuela necesaria porque nunca puedes conseguir todo.
El comportamiento de la mujer a la que defendi¨® es, confiesa usted en el libro que ha escrito su amigo Javier Esteban, propio de una v¨ªctima. Prisionera del miedo.
Bueno, no me gusta hablar de esta chica. No conozco sus motivaciones, sus posiciones. Tampoco me interesan. No me dice nada. Yo creo que es una v¨ªctima singular al abrazar ciertas cosas. Todo esto me recuerda a La Bo¨¦tie, que escribi¨® el libro La servidumbre voluntaria. Dice que no hay cosa m¨¢s refractaria que la servidumbre cuando es querida, voluntaria. Cuando es obligada, se comprende. Lo que llama la atenci¨®n es lo otro, sea en un pueblo o en una persona.
?Por la televisi¨®n ha ido usted descubriendo que su caso se ha convertido en un s¨ªmbolo y un circo a la vez?
A m¨ª lo ¨²nico que me llega son reacciones de la gente cuando salgo por los pasillos del hospital. Me saludan personas que no conozco y que son mayoritariamente mujeres o miembros de asociaciones de mujeres maltratadas.
?Le incomoda o le halaga?
No, ni me incomoda, ni me halaga. Me impresiona. Me impresiona porque hay mucho dolor detr¨¢s. Y se observan muchos padecimientos. Es algo duro.
?Es usted mucho m¨¢s sensible ante este problema de lo que lo era antes?
No piensas estas cosas. Cuando reaccion¨¦ as¨ª no me puse a pensar en si era sensible o no a esos asuntos.
Usted ha ense?ado toda la vida una asignatura llamada Teor¨ªa del Estado y ahora est¨¢ experimentando todo un manual de pr¨¢ctica del Estado. Los pol¨ªticos se lo rifan y Esperanza Aguirre le ha ofrecido un cargo relacionado con la violencia de g¨¦nero. ?Lo va a aceptar?
Si todos los grupos de la Asamblea de Madrid se ponen de acuerdo, lo aceptar¨¦ encantado. Lo aceptar¨¦, porque aunque no s¨¦ si soy la persona id¨®nea o?si puedo hacer un buen papel, lo intentar¨¦, al menos lo que est¨¦ en mi mano. Son situaciones tremendas. Tengo una colecci¨®n brutal de cartas llegadas de toda Espa?a. Es gente que sufre.
?No le da miedo meterse en pol¨ªtica? Usted se ha convertido en un s¨ªmbolo contra la violencia de g¨¦nero. Pero tambi¨¦n puede convertirse en otro sobre las negligencias m¨¦dicas. ?No le pueden haber tendido una trampa con el ofrecimiento?
No, no lo creo en absoluto. Son dos cosas aisladas. Una la llevan mis abogados, la otra no tiene nada que ver.
?Est¨¢ dispuesto entonces a llegar hasta el final en su proceso contra quienes le atendieron mal en la Sanidad de Madrid?
S¨ª, claro. Est¨¢ en los tribunales. Siguen procesados los responsables.
?A qu¨¦ cree que se debieron sus problemas con los m¨¦dicos?
Sinceramente, no lo s¨¦. No lo entiendo. M¨¢s cuando se hubiese podido evitar todo. Simplemente por el tiempo transcurrido. No lo entiendo porque, adem¨¢s, fueron tres ocasiones distintas. Eso no quita para que actualmente el trato que recibo en el hospital sea excelente y les est¨¦ profundamente agradecido por lo que est¨¢n haciendo.
La Sanidad madrile?a vive tiempos duros. Y que una persona como usted tome esa bandera no hay pol¨ªtico que lo resista, si se decide a seguir en esa batalla.
Cuando Aguirre me ha ofrecido el cargo supongo que es consciente de que no tiene nada que ver una cosa con la otra. Es m¨¢s, no hemos ni mencionado lo que est¨¢ en los tribunales.
?Ya sabe lo que va hacer cuando tome posesi¨®n de su cargo?
Se pueden ir dando ideas sobre leyes que est¨¢n en proceso de elaboraci¨®n. Pero la ra¨ªz del problema es educativa. Eso es elemental, y en esa l¨ªnea se pueden empezar a hacer cosas que reconozcan la dimensi¨®n real de la mujer en nuestra sociedad. Ellas juegan con factores en contra. A veces, la cercan¨ªa entre ni?os y ni?as no se asimila bien. Muchas veces los ni?os tratan a las ni?as como si fuesen un amiguito m¨¢s, yyo creo que no es eso. Un ni?o debe aprender que es necesario tratarlas con deferencia. La diferencia est¨¢ en la deferencia. Y adem¨¢s, que la deferencia es compatible con ser mujer, que no merma el hecho de que sea igual. Una mujer no debe esperar que se la trate igual, algo que en una sociedad como la nuestra debe darse por hecho y que es obvio en ciertas capas sociales. Lo que distingue el trato, insisto, es la deferencia.
?Pero no es eso discriminaci¨®n positiva?
No, no. Al ni?o hay que acostumbrarlo a que trate con deferencia algo que le atrae y que va a ser fundamental en su vida. Eso va a cortocircuitar posibles derivaciones que conduzcan a la violencia o al trato vejatorio.
Es decir, esa deferencia, cree usted, favorecer¨¢ la igualdad, precisamente porque venimos de un lugar peor, como puede ser la indiferencia.
Algunos comportamientos entre ni?os y ni?as responden m¨¢s a la ligereza que a la igualdad. Un ni?o que se sobrepasa con una ni?a no hace lo mismo con un compa?ero suyo. Esas cosas, que para m¨ª son el valor de la deferencia, hay que cuidarlas desde peque?itos.
Esa deferencia tampoco supone una ultraprotecci¨®n, ?o s¨ª? Ser¨ªa infantilizarlo todo.
Ve¨¢moslo como queramos. La deferencia tambi¨¦n puede ser un trato educado. Y el respeto a la libertad del otro. Porque si uno no reconoce en el otro la misma condici¨®n, si no se reconoce a un ser humano libre e independiente, estamos ante un problema grav¨ªsimo en el que se ha roto el hilo fin¨ªsimo de la humanidad. No se ve en el otro a uno mismo, sino a un objeto. No vemos a una persona sin libertad, porque ha quedado reducido a algo que no es humano, y por tanto, a un objeto de maltrato. Nadie que reconozca en otro a un ser humano se va a atrever a atentar contra ¨¦l. Y no por pautas impuestas por el exterior, sino motu proprio, que es el mecanismo m¨¢s s¨®lido.
?El mismo 'motu proprio' que le llev¨® a usted a hacer lo que hizo no una, sino dos veces? Porque usted ya defendi¨® en una ocasi¨®n anterior a otra mujer...
S¨ª, pero yo creo que, en mi lugar, cualquier hombre habr¨ªa hecho lo mismo. Al menos quiero pensar eso, que cualquier persona lo habr¨ªa hecho.
?Qu¨¦ pas¨® aquella otra vez?
Que iba por una carretera y, en mitad de la lluvia, vi a una pareja discutiendo en un coche. El hombre estaba golpeando la cabeza de la mujer contra la ventanilla. Me baj¨¦ y le dije que eso no se hac¨ªa. Al tiempo pens¨¦: "Eleg¨ª mal d¨ªa para tocar una ventanilla". Hab¨ªa que ver la pinta del t¨ªo, engominado y con una cadena de oro al cuello.
Un macarra, vamos.
Exactamente. Quiso pegarme, pero como estaba de frente, pude defenderme. La diferencia con lo que ha pasado ahora es que una cucaracha me vino por detr¨¢s. Pero en aquella primera ocasi¨®n luego llegaron otros que le proporcionaron al agresor una monumental paliza. Yo no particip¨¦ porque a m¨ª no me gustan esas fiestas, pero quiero decir que la gente, ante estas cosas, reacciona. Es conveniente tenerlo en cuenta, porque si no, nos har¨ªamos una fotograf¨ªa en blanco y negro de la sociedad, con pocos puntos de luz.
?As¨ª que cree que hay mucha gente dispuesta a reaccionar como usted hizo?
Yo creo que s¨ª. Creo que adem¨¢s lo har¨ªan por principios, por educaci¨®n, por forma de ser.
?Tiene confianza en el g¨¦nero? ?No es usted pesimista?
Yo soy realista y tiendo al pesimismo, pero en este caso, no.
?En qu¨¦ ha cambiado estos meses? ?Tiene curiosidad por saber c¨®mo se enfrentar¨¢ a la vida cuando salga?
He cambiado, claro que he cambiado. En una larga experiencia dura y terrible como ¨¦sta no es que cambies por voluntad, sino porque valoras otras cosas. Yo antes no me deten¨ªa a pensar qu¨¦ don maravilloso es ¨¦se de estar de pie, y ahora valoro eso de una forma tremenda. Ahora valoro las peque?as cosas que quiz¨¢ antes no valoraba. Mi humanidad se ha engrandecido. No ha sido un tiempo bald¨ªo el que estoy pasando aqu¨ª. Es duro decir esto, pero es que yo creo que en la escuela de la adversidad se aprende mucho. Cuando ves el sufrimiento de los dem¨¢s y las cosas que puede hacer la fortuna, cuando te das cuenta de lo dif¨ªcil que es recuperar un miembro, te preguntas con qu¨¦ alegr¨ªa perdemos este tipo de cosas. Un hospital te ofrece un ejemplo diario del sufrimiento.
Sue?a con la utop¨ªa de las cosas peque?as, entonces.
Se lo digo aunque parezca una iron¨ªa sutil. Tengo complejo de mono. Miro y observo c¨®mo camina la gente. Lo que te parece mentira para ti, lo proyectas en otra gente. ?C¨®mo este hombre con esa estatura y ese peso conseguir¨¢ pisar con tal cadencia, con ritmo? Yo debo pertenecer a una especie animal m¨¢s primitiva que a¨²n no ha conseguido eso. Cosas as¨ª. Lo peque?o se convierte en tremendo. Cosas en las que nadie recae. Caminar se presupone. S¨ª. Hasta que te falta. ?Caminar, esa cosa tan simple y tan maravillosa!
Pero tambi¨¦n la experiencia le ha ense?ado aspectos grandes, como la reacci¨®n de su hijo Alejandro. De no haber intervenido, puede que ahora no estuviera usted con vida. ?Se lo ha agradecido y han hablado de esto? ?Qu¨¦ le dijo?
S¨ª, efectivamente. Me ha hecho sentir un gran orgullo, una gran alegr¨ªa y tambi¨¦n pena por el hecho de que se viera envuelto en algo as¨ª. Un chiquillo con esos a?os no deber¨ªa ver esas cosas. Fue una casualidad, pero si no, me habr¨ªan matado, indudablemente. Es evidente. Su intervenci¨®n salv¨® mi vida.
?Y c¨®mo se lo tom¨® el chico?
Bueno, el chaval es t¨ªmido, pero yo se lo dije frontalmente. Con mis hijos practico una ense?anza de la verdad. Para m¨ª tiene mucha importancia. Le di las gracias y le regal¨¦ no s¨¦ qu¨¦. ?Qu¨¦ le regal¨¦, Isabel? ?Una PSP? Le regal¨¦ una PSP. Suena a aquel viejo partido... (un partido en el que Neira milit¨® junto a Tierno Galv¨¢n).
?Y ¨¦l qu¨¦ le dijo?
Pues me dio las gracias ¨¦l. F¨ªjate, me dio las gracias. Ha sido muy duro para todos ellos, para los tres (Neira tiene dos hijos m¨¢s, Daniel, gemelo de Alejandro, y Laura, la mayor), porque yo me sent¨ª muy mal y en un momento tuve que decirles que pod¨ªa morirme. Lo entendieron, yo creo que lo entendieron, pero el sufrimiento para una criatura...
En el libro tambi¨¦n comenta usted que ha experimentado una transformaci¨®n espiritual.
Pas¨® algo mientras estaba en el hospital que soy partidario de comentar. Tal y como estaban mis pulmones, me encontraba cl¨ªnicamente muerto. Ocurri¨® algo que me salv¨®, en contra de todo pron¨®stico, en contra de la realidad f¨ªsica. Pas¨® as¨ª. Yo me di cuenta de que estaba en una situaci¨®n fatal y fui tan consciente que se lo dije a mis hijos. Las pruebas eran contundentes y, en contra de todo, me salv¨¦.
?Y no encuentra una explicaci¨®n razonable? ?Cree que es un hecho milagroso?
S¨ª, s¨ª. Lo l¨®gico es que estuviese muerto.
?Antes de entrar aqu¨ª cre¨ªa en los milagros?
No, bueno, los milagros hoy son dif¨ªciles. Pero yo no le encuentro una explicaci¨®n l¨®gica a lo que me ocurri¨®.
De todas formas, despu¨¦s de esa serie de fallos sin explicaci¨®n, uno m¨¢s tampoco es raro.
A lo mejor. Pero hasta los m¨¦dicos est¨¢n asombrados, y son m¨¦dicos de gran formaci¨®n, con gran experiencia detr¨¢s.
Las ganas de vivir tambi¨¦n ayudan.
Desde luego, naturalmente que he querido vivir y he batallado mucho aqu¨ª, porque recuperarme ha requerido mucha voluntad por mi parte. Me he empe?ado en vivir. La victoria empieza por uno mismo. Como aquello de Nietzsche: "Lo que no me mata me hace m¨¢s fuerte". La voluntad y el ¨¢nimo contribuyen mucho.
?Siempre ha sido usted una persona creyente?
S¨ª, creyente, s¨ª. Cat¨®lico, pero lo normal. Ahora me he dado cuenta de que algo ha pasado en mi vida, algo que nadie me puede explicar.
Otro de esos milagros que se ha producido esta temporada es esa visita que le hizo Carlos Berzosa, rector de la Complutense. Para reparar lo que muchos han considerado una injusticia: que le quitaran su plaza de profesor universitario. ?Quiere volver?
S¨ª. Porque all¨ª he dado clase 20 a?os, hasta 2003.
?Considera que se ensa?aron con usted?
Una cosa es la injusticia y otra es vivirla en carne propia. Yo, en la Universidad, he conocido monstruos, gente absolutamente inhumana, en la cola de la humanidad, insensibles al dolor.
?Para qu¨¦ volver all¨ª entonces?
Porque es mi vocaci¨®n. Porque me gusta ense?ar y siempre me he preparado para dar clase. Me cortaron el cuello en la ¨¦poca de Rafael Puyol. Pagu¨¦ mi independencia. Estaba a la intemperie. Yo he sido independiente incluso ante los m¨ªos. Jam¨¢s ped¨ª nada, ni estuve en ning¨²n chanchullo. La libertad nos hace libres, pero tambi¨¦n pobres y desdichados. Con la independencia pasa lo mismo: el bolsillo se achica y la adversidad se agranda.
?A eso se debi¨® lo suyo? ?O hab¨ªa algo m¨¢s?
Ya me gustar¨ªa a m¨ª saberlo. Yo les ped¨ªa horas de docencia, entre otras cosas porque un profesor titular interino tiene la obligaci¨®n de dar clase, y yo me pas¨¦ seis a?os sin dar una sola. No s¨¦ por qu¨¦. Ahora le agradezco a Berzosa el gesto que ha tenido.
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