La p¨¦rdida de la impertinencia
Francisco Ayala, que el pr¨®ximo lunes, d¨ªa 16, cumple 103 a?os, dice en una entrevista con Antonio Lucas, publicada en el diario El Mundo: "Ya no celebro los a?os, los lamento". Fue prodigioso que Ayala resistiera los fastos de su centenario y a¨²n m¨¢s que a d¨ªa de hoy conserve dosis espl¨¦ndidas de lucidez y mala leche. Conviene leer sus declaraciones por si nos vi¨¦ramos en ese mismo trance de longevidad y tambi¨¦n para paladear algunos de sus dardos, como el que le lleva a se?alar que "los periodistas est¨¢n perdiendo su virtud de impertinencia", y a subrayar a continuaci¨®n que "adem¨¢s, la prensa de hoy no est¨¢ bien escrita en general", como consecuencia, imagina, de "que el idioma tampoco est¨¦ muy bien hablado". Ayala nos sit¨²a as¨ª ante dos cuestiones de m¨¢xima relevancia: la p¨¦rdida de la virtud de la impertinencia y la degradaci¨®n de la escritura, en un medio de influencia rectora.
Cuidar el idioma es la primera cortes¨ªa debida a la audiencia
Vale la pena intentar aqu¨ª una aproximaci¨®n aunque sea en orden inverso. Porque cuidar el idioma es la primera cortes¨ªa debida a la audiencia. El peri¨®dico -como escribe Thomas W. Lippman en el prefacio del libro de estilo del diario The Washington Post- es un dep¨®sito de la lengua y los periodistas tenemos la responsabilidad de tratar el lenguaje con respeto. Por eso, al uso correcto del lenguaje dedica ese volumen m¨¢s del 70% de su paginaci¨®n. Hay una l¨ªnea siempre posible que evita la vulgaridad sin incurrir en el elitismo cr¨ªptico. Ciertas expresiones s¨®lo deben aceptarse si proceden de autores reconocidos que convierten cuanto escriben en literatura de primera calidad. Los dem¨¢s deben mantenerse en la contenci¨®n ling¨¹¨ªstica y expresarse con claridad sint¨¢ctica.
Volvamos ahora al reproche de Ayala, seg¨²n el cual los periodistas est¨¢n perdiendo su virtud de la impertinencia, porque merece alguna consideraci¨®n, m¨¢s a¨²n en los tiempos de crisis que corren. Se trata aqu¨ª de la impertinencia como virtud, a distinguir de la mera actitud de dar la tamborrada. La impertinencia es a estos efectos lo contrario de las actitudes borreguiles propias del ganado lanar. Se manifiesta sobre todo en la formulaci¨®n de las preguntas porque con Heisenberg aprendimos que no conocemos la realidad, sino la realidad sometida a nuestra forma de interrogarla. Apuntemos tambi¨¦n que el atrevimiento proporcionado por la ignorancia para nada es garant¨ªa de acierto al plantear interrogantes a los protagonistas de la actualidad. En todo caso, m¨¢s all¨¢ de la p¨¦rdida de la virtud de la impertinencia habr¨ªa que determinar si hay otra p¨¦rdida m¨¢s radical, la de la funci¨®n que ven¨ªan llevando a cabo los periodistas, arrumbados, como van quedando por el viento de la historia y de las nuevas tecnolog¨ªas a la playa de la insignificancia.
Llegados aqu¨ª, se recomienda la lectura del libro ?Ay, Europa!, de J¨¹rgen Habermas (Editorial Trota. Madrid, 2009), donde analiza la raz¨®n de la esfera p¨²blica y el papel rector de los medios impresos de comunicaci¨®n para la formaci¨®n democr¨¢tica de la opini¨®n y de la voluntad. Se?ala Habermas que al menos en el ¨¢mbito de la comunicaci¨®n pol¨ªtica, esto es, en lo que ata?e a los lectores en tanto que ciudadanos, la prensa de calidad desempe?a el papel rector entre los medios de comunicaci¨®n. A su parecer, en las informaciones y comentarios pol¨ªticos, tanto la radio como la televisi¨®n como el resto de la prensa dependen en gran medida de los temas y contribuciones que les anticipa esa clase de publicaciones "razonadoras". De modo que "si la reorganizaci¨®n y el recorte de gastos en esta ¨¢rea nuclear pusiera en peligro los acostumbrados est¨¢ndares period¨ªsticos, se da?ar¨ªa la m¨¦dula misma de la esfera p¨²blica pol¨ªtica".
A su entender, "la comunicaci¨®n p¨²blica pierde su vitalidad discursiva cuando falta el aflujo de las informaciones que se obtienen mediante costosas investigaciones y cuando falta la estimulaci¨®n de los argumentos que se basan en un trabajo de expertos que no sale precisamente de balde".
Para Habermas, sin los impulsos procedentes de una prensa que tenga la capacidad de formar opiniones, de informar con fiabilidad y de comentar con escrupulosidad, la esfera p¨²blica puede dejar de suministrar ese tipo especial de energ¨ªa que obliga al sistema pol¨ªtico a adaptarse y ser m¨¢s transparente. Atentos.
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