Sexo conyugal de hotel
V¨¢zquez Sall¨¦s desnuda una crisis de pareja en 'La fiesta ha terminado'
Quedan en hoteles para sus clandestinas citas sexuales. Quiz¨¢ nada anormal si no fuera porque lo hacen para salvar as¨ª su matrimonio de la rutina. Ante la risa sard¨®nica de Daniel V¨¢zquez Sall¨¦s (Barcelona, 1966) se hace dif¨ªcil discernir si esa idea es fruto de su dotada imaginaci¨®n o si ¨¦l roz¨® algo parecido. En cualquier caso, as¨ª arranca La fiesta ha terminado (RBA), novela "civilizadamente brutal" que disecciona la descomposici¨®n de un matrimonio joven con dos hijos.
La pareja Mo y Ruth y (siempre hay un tercero) Izio aguantan la trama de una novela dura: "lo es: he estado dos a?os con ella y he acabado destrozado moralmente". En verdad, m¨¢s vale que no entre en los clubes de lectura porque se puede liar: "Es la historia de tres ego¨ªstas, a los que no les importa el dolor de los otros". Y eso que, parece, los personajes se quieren: "El amor es el m¨¢s ego¨ªsta de los sentimientos: se trata de crear la adicci¨®n del otro a ti, pero eso ya no es amor".
Asegura V¨¢zquez Sall¨¦s que hay jirones de ¨¦l en los tres personajes, pero que siente debilidad por el peor, Izio: "Es un derrotado, fruto del mundo de hoy: un idealista desenga?ado". ?No renuncian todos? "S¨ª, el final de la fiesta es eso: tu vida es lo que hemos querido ser y no somos y la necesidad de admitirlo". ?Resignaci¨®n? "No es la mejor forma de felicidad, pero siempre buscamos excusas para salvarnos, ?no?".
Es La fiesta ha terminado su segunda novela, tras Flores negras para Michael Roddick (2003), pero cree que ahora ha encontrado su voz, que tiene "un punto de melancol¨ªa, un particular sentido del humor de fondo y quiz¨¢ cierto pesimismo". El cine parece haber salido de su campo de inter¨¦s. ?Influencia de V¨¢zquez Montalb¨¢n, a quien dedica el libro? "Mi padre siempre soltaba, '?por qu¨¦ no escribes?' Hay muchos rastros de ¨¦l aqu¨ª". Y tambi¨¦n el sabor de sus l¨²cidos aforismos y un mundo de referencias musicales o literarias que chocan en la generaci¨®n del autor. "Soy esclavo de un mundo que no he vivido -admite-. Recuerdo personajes por casa y cenas donde lo importante era la discusi¨®n. No poder compartir ese mundo con nadie por ser del pasado reforz¨® en mi cierta sensaci¨®n de soledad".
Esas desconexiones se llaman, por ejemplo, Brassens ("influencia de mi padre") o Brel ("de mi madre"). Y eso ha llegado a la literatura: "Soy muy infiel como lector". Y cita entre los recientes, al azar, La carretera, de Cormac McCarthy; Una mujer dif¨ªcil, de John Irving ("con esa llor¨¦"), y quiz¨¢ Le Carr¨¦ ("?esos flashbacks sin aviso!"), pero a ning¨²n autor de su condici¨®n. "La nuestra es una generaci¨®n invisible, muchos hijos ¨²nicos de gente brillante, que lucharon contra todo... tampoco hemos hecho nada para ser visibles: en la sobremesa hablamos del vino", ironiza. Una concesi¨®n: Ray Loriga y el Mensaka, de Ma?as. Aunque rebobina: "Pero siempre me han atra¨ªdo las historias sobre la doble personalidad". ?A qu¨¦ V¨¢zquez Sall¨¦s, pues, se le ocurri¨® lo del hotel?
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