Francia y la OTAN
M¨¢s all¨¢ de su profundo simbolismo, el anuncio de Nicolas Sarkozy de reincorporar a Francia al n¨²cleo duro de la OTAN -su comit¨¦ militar integrado, responsable de la planificaci¨®n estrat¨¦gica- y acabar as¨ª con un autoexilio de m¨¢s de cuarenta a?os cambiar¨¢ poco las cosas sobre el terreno. El presidente franc¨¦s ha convocado la semana pr¨®xima un voto de confianza en el Parlamento para que su decisi¨®n est¨¦ bendecida por el ¨®rgano de soberan¨ªa. Pese a la aprobaci¨®n popular, la medida todav¨ªa suscita ciertas resistencias entre una clase pol¨ªtica que dice simpatizar poco con el bloque aliado al que De Gaulle dijera parcialmente no en 1966.
Par¨ªs no ha cesado desde los a?os setenta, a pesar de su inconformismo aparente, de estrechar sus lazos pol¨ªticos y militares con la Alianza; lo hizo con Giscard, Mitterrand y, sobre todo, Chirac, pese a autoproclamarse ¨¦ste heredero del general. Francia es el cuarto contribuyente de tropas para la OTAN, con las que ha participado y sigue haci¨¦ndolo en misiones que van desde Bosnia y Kosovo hasta Afganist¨¢n, donde tiene ahora 2.800 soldados. Su exclusi¨®n del comando integrado la ha privado meramente de cierto pedigr¨ª planificador.
Sarkozy, que mantiene independiente su poder nuclear, ha elegido con tino el momento del regreso pleno, algo que sus generales llevaban tiempo esperando. Si ¨¦ste resultaba inoportuno con Bush, con Barack Obama es mucho m¨¢s f¨¢cil y defendible. El presidente franc¨¦s, sin embargo, no ha conseguido, pese a esgrimirlo repetidamente como precondici¨®n, que Europa tenga alg¨²n poder relevante -m¨¢s all¨¢ del num¨¦rico, 21 de sus 26 miembros- dentro de la alianza que Washington dirige a todos los efectos. La vuelta de Francia, que ser¨¢ solemnizada en la cumbre de abril de la OTAN, en Estrasburgo, es, as¨ª, el final de otra excepci¨®n, la culminaci¨®n de un proceso inevitable, no el comienzo de una nueva era en las relaciones militares transatl¨¢nticas.
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