El secreto era est¨¦tico
La bailaora jerezana atraviesa, sin duda, un momento de dulce seguridad en su carrera. La aceptaci¨®n de su anterior obra, y de posteriores colaboraciones (?Viva Jerez!), parece haberle dado alas. Si su baile ya descollaba -en inspiraci¨®n, en recursos-, en esta ocasi¨®n ha querido ofrecer una vertiente nueva de s¨ª misma busc¨¢ndose en otros estilos y formas expresivas. Que ha preparado de forma especial este espect¨¢culo es algo perceptible en un sinf¨ªn de detalles, desde su vestuario a la propia ordenaci¨®n del mismo, con pulcras transiciones musicales. Pero, sobre todo, lo es por el baile que en ¨¦l expone, muy esmerado en la est¨¦tica y en la configuraci¨®n de la figura, con prolongados espacios en los que parece buscarse en su interior, para explotar despu¨¦s en el largo repertorio de formas bailables que domina. Ofreci¨®, pues, una evoluci¨®n que es valiosa en s¨ª misma, con incontables momentos de belleza y de buen baile, y que la distancia del empuje arrebatador y la fuerza emocional que la distinguen. Ello tiene que ver con la elecci¨®n de estilos -algunos no los hab¨ªa cultivado hasta ahora-, pero tambi¨¦n con la manera en que los desarrolla, dominada por un preciosismo est¨¦tico como resultado de extraer todas las posibilidades expresivas de su cuerpo.
MI ?LTIMO SECRETO
Compa?¨ªa flamenca Mercedes Ruiz. Baile: Mercedes Ruiz. Guitarra y m¨²sica: Santiago Lara (direcci¨®n musical), Javier Ib¨¢?ez. Cuerpo de baile: Vanesa Reyes, Carmen Herrera. Cante: David Lagos, El Londro. Viol¨ªn: Mar¨ªa L¨®pez. Violonchelo: Juan D¨ªaz. Contrabajo: Paco Lobo. Percusi¨®n: Perico Navarro. Palmas: Javier Pe?a. Coreograf¨ªa: Mercedes Ruiz con la colaboraci¨®n especial de Javier Latorre.
Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera, 11 de marzo de 2009.
El espect¨¢culo estuvo dominado por un preciosismo expresivo
En la buler¨ªa busc¨® la intimidad con sus m¨²sicos como si fuera un tablao
Inevitable el recuerdo a Carmen Amaya por su imagen recortada en traje blanco sobre el oscuro escenario. Como suceder¨ªa en todas las dem¨¢s piezas, en ¨¦sta eligi¨® una parte primera de figuras est¨¢ticas o lentas, siempre contenidas, para entregarse despu¨¦s al torbellino de sus pies, que se muestran tan precisos como musicales. Poco despu¨¦s, abordar¨ªa la buler¨ªa por sole¨¢ tan jerezana. Lo hizo desde el centro del escenario y en un reducido espacio, como si buscara la intimidad con sus m¨²sicos en el ambiente de un tablao o una taberna.
Nada m¨¢s adecuado para un baile en el que, de nuevo, ir¨ªa de menos a m¨¢s y en el que configur¨® todo un inventario de recursos del baile de mujer con todo el cuerpo en juego: formas curvil¨ªneas de la cadera hasta los giros de sus mu?ecas pasando por unos hombros insinuantes. Toques de escuela y de baile de patio encadenados. Antes, con la ayuda de un reducido elenco, hab¨ªa dejado seguiriyas y grana¨ªna con dominio de formas estilizadas. Finalmente, rematar¨ªa la obra con el baile de unos caracoles que afirm¨® la opci¨®n est¨¦tica, pero que nunca alcanzaron los ecos marinos que le son propios al estilo.
El espect¨¢culo ofrecido, con el baile como ¨²nico argumento, no se entiende en ning¨²n caso sin la participaci¨®n de un atr¨¢s que la arrop¨® sin fisuras. Especialmente, es de destacar la labor del guitarrista Santiago Lara, compositor de la m¨²sica y brillante int¨¦rprete. Los cantaores estuvieron en la l¨ªnea de lo que la obra demandaba, con interpretaciones en las que mayormente dominaron los estilos musicales. Hermoso fue el duelo de pregones y la doble interpretaci¨®n de unas delicadas farrucas. Acorde con todo el planteamiento, la bailaora a?adi¨®, adem¨¢s, la participaci¨®n de un tr¨ªo de cuerda que abund¨® en el tono elegante de toda la obra.
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