Mujeres enfadadas
Era fascinante ver la otra noche en las noticias de I?aki Gabilondo en Cuatro a cuatro mujeres tan enfadadas. Los hombres tambi¨¦n interven¨ªan, pero ellos trataban de ser ir¨®nicos, aunque el rencor afloraba en su sonrisa burlona. Era, por otro lado, muy revelador el atuendo, como suele serlo siempre que el PP sale a la pasarela. Las ropas de una no sabemos por qu¨¦ indignada Rosa Posada, presidenta de la comisi¨®n encargada de dilucidar el asunto del espionaje en la Comunidad de Madrid, apenas se ve¨ªan, ya que la mujer estaba sentada en un estrado presidencial, y como a Laocoonte en su lucha con la gran serpiente, la rodeaban los tent¨¢culos de la megafon¨ªa. Esperanza Aguirre, que es la responsable suprema del bien y del mal comunitario pero no est¨¢ all¨ª presente (?presente! ?presente!), ha perdido vistosidad -me atrevo a decir- desde que perdi¨® en el atentado de Bombay los zapatos, que no los anillos.
Con el 'caso Granados', el diputado Juan Soler-Espiauba ha perdido la mitad de su apellido
Ahora, cuando inaugura, como esta semana, un centro que homenajea a Roc¨ªo Jurado, o acude al casino a jurar bandera ante el comandante valenciano ca¨ªdo en desgracia (tambi¨¦n, mira t¨² por d¨®nde, a causa de la vestimenta), a Esperanza la vemos un poco retro, quiz¨¢ porque recordamos que hace m¨¢s de un mes, en unas declaraciones que se vuelven a pasar estos d¨ªas en las televisiones, la presidenta, con mala cara, hac¨ªa de pitonisa, vaticinando, antes de que se hubiera constituido, que la comisi¨®n no encontrar¨ªa ninguna irregularidad en los servicios de inteligencia de su partido. En cuanto a las dos mujeres enfadadas de la izquierda, In¨¦s Saban¨¦s, de Izquierda Unida, y Maru Men¨¦ndez, portavoz del PSOE, iban discretamente vestidas, y me parece a m¨ª que no por progres¨ªa, sino por el papel que ya saben que van a hacer en este asunto, el de derrotadas a la fuerza, a la fuerza bruta de la demoledora m¨¢quina autoprotectora del PP madrile?o.
Los hombres del partido gobernante en nuestra comunidad son otra cosa, y aqu¨ª no me quiero fijar tanto en el vestido como en la fisonom¨ªa. Un cierto David P¨¦rez, representante de una imprecisa ala ideol¨®gica de los populares (?cr¨ªtica, acr¨ªtica, ala dura, ala fofa?), representa f¨ªsicamente el prototipo del guapo madrile?o de derechas, en el corte de traje (a mi modo de ver mejor confeccionado que los de la firma Milano, objeto de deseo, primero, y de litigio despu¨¦s), en los gemelos del pu?o de sus camisas, y en el pelo, que ha sido hist¨®ricamente la marca de distinci¨®n entre derecha e izquierda, al menos en nuestro pa¨ªs: bigotillo franquista versus barba, pelo planchado versus gre?a, cardado lacado versus melena al viento de las muchachas progre. Uno que me parece que no debi¨® de andar enredado en manifestaciones progresistas en su juventud es Sergio Gam¨®n, ex director general de Seguridad y uno de los pocos comparecientes aceptados; para Gam¨®n, los partes de seguimiento ilegal que este peri¨®dico dio a conocer no son tales, sino "panfletos", confundiendo el buen se?or la nobleza del g¨¦nero literario del panfleto, de tan larga y noble historia en la lucha obrera y universitaria del antifranquismo, con el concepto de panfletario, que es patrimonio escrito y oral de la humanidad, tanto de derechas como de izquierdas.
Otros dos figurines que han coreado la consigna aguirrista de que todo el asunto no es m¨¢s que un invento de EL PA?S para desacreditarles sin fundamento alguno son Juan Jos¨¦ G¨¹emes y Juan Soler. Del primero sabemos m¨¢s de lo que queremos, en su calidad de consejero de Sanidad de una comunidad pol¨ªticamente enferma y como secretario de comunicaci¨®n del PP de Madrid, un organismo que usa el altavoz para hacer propaganda de sus logros y practica en lo dem¨¢s la m¨¢s f¨¦rrea incomunicaci¨®n antonioniana. F¨ªsicamente, G¨¹emes es un poema, en ese estilo po¨¦tico de impronta aznariana que se distingue no por el bigote, sino por el peinado que en peluquer¨ªa llaman "ondulado a lo josemari".
Despotricando contra los periodistas est¨¢ tambi¨¦n en la comisi¨®n Juan Soler, al que antes conoc¨ªamos como la sonrisa del r¨¦gimen, pues tiene su esca?o en la Asamblea detr¨¢s del de Esperanza, y cada vez que ella habla le vemos re¨ªrle las gracias y partirse las manos aplaudi¨¦ndola. Lo curioso de este diputado auton¨®mico es que con el caso Granados ha perdido no los zapatos ni ninguna otra prenda, sino la mitad de su apellido, que ha sido siempre, y as¨ª figura todav¨ªa en los archivos inform¨¢ticos del PP, Soler-Espiauba; mal apellido para quien se las ha de ver con esp¨ªas. Supe de este Soler ahora demediado a trav¨¦s de mi amigo el a?orado Leopoldo Alas, que le ten¨ªa estima, debi¨¦ndole, me dijo Leopoldo, su nombramiento como asesor de cultura de la Comunidad de Madrid, un cargo en el que dur¨® poqu¨ªsimo. Cuando Alas defendi¨® en p¨²blico, contra la acometida del PP, la libertad de expresi¨®n de Pedro Almod¨®var, fue cesado, sin que Juan Soler dejase de aplaudir a su se?orita de la fila de delante. ?Espiauba ya entonces su partido a los disidentes?
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