Cr¨ªmenes sin sentido
Winnenden y Alabama recuerdan la urgencia de vetar las armas y prevenir la frustraci¨®n violenta
Tim Kretschmer, un joven alem¨¢n de 17 a?os, asesin¨® a 15 personas el mi¨¦rcoles, nueve de ellas alumnos del colegio Albertville de Winnenden, tres profesoras del colegio, un empleado de una cl¨ªnica y a otros dos hombres m¨¢s desde un concesionario de coches donde se refugi¨® y acab¨® suicid¨¢ndose. Lo hizo fr¨ªamente, sin motivos personales y armado con una pistola semiautom¨¢tica propiedad de su padre, un amante de las armas que coleccionaba 15 piezas en su casa. La matanza ejecutada por Kretschmer casi coincide fatalmente con otro ritual de sangre y violencia en Estados Unidos. El martes, Michael MacLendon, un parado de Alabama, asesin¨® a su madre, fabric¨® en la calle un cuadro macabro con su cad¨¢ver y los cuerpos de los cuatro perros sacrificados de la mujer, les prendi¨® fuego y emprendi¨® una huida sangrienta durante la que se cobr¨® otras nueve v¨ªctimas antes de suicidarse.
Esta sinfon¨ªa de horrores no puede explicarse solamente como casos aleatorios de locura. Alemania ya sufri¨® un episodio similar en 2002, cuando un joven de 19 a?os asesin¨® a 16 personas en Erfurt y en Finlandia est¨¢n registrados dos episodios terribles de alumnos y profesores asesinados en 2007 y 2008 a manos de dos j¨®venes. La parafernalia militar -Kretschmer entr¨® en la escuela vestido con ropa negra de combate-, la obsesi¨®n por las armas de fuego y la exhibici¨®n de amenazas en Internet, repetidos en las matanzas finlandesas y alemanas, revelan la carga de frustraci¨®n de los asesinos, su desquiciamiento mental y, lamentablemente, una afici¨®n a las armas de fuego alimentada por su accesibilidad. El delirio del asesino de Alabama responde al mismo patr¨®n de frustraci¨®n exhibicionista, una paranoia que aparece en la composici¨®n macabra del cad¨¢ver de su madre como si de un funeral vikingo se tratara.
A pesar de lo espor¨¢dico de estas eclosiones de brutalidad, las autoridades europeas han de ser conscientes de que se enfrentan a una patolog¨ªa social potencialmente grave y cuyo ¨²nico tratamiento de fondo es intensificar las pautas de socializaci¨®n y de respeto democr¨¢tico durante el periodo cr¨ªtico de la educaci¨®n de los j¨®venes que va desde los seis hasta los 26 a?os. Las fantas¨ªas paramilitares, los juegos de rol, el exterminio indoloro de los enemigos en las pantallas y videoconsolas, prestan una canalizaci¨®n f¨¢cil y, por desgracia, casi ¨²nica, a las frustraciones de los j¨®venes marginados en la escuela o en su entorno. Es hora de que los sistemas educativos se dediquen a prevenir este tipo de comportamientos atroces.
Y, por supuesto, el uso de las armas debe ser prohibido o severamente restringido. No resulta f¨¢cil entender c¨®mo el terror de las matanzas indiscriminadas y sin sentido, que en Estados Unidos se explicaba inmediatamente por el libre mercado de armas, se ha contagiado a pa¨ªses europeos. Pero est¨¢ claro que una de las explicaciones es el demonio de las armas. Todo lo que la sociedad haga por impedir su uso se lo ahorrar¨¢ en cr¨ªmenes.
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