La responsabilidad del profesor
Disfrut¨¦ enormemente de la lectura del Panfleto antipedag¨®gico, (Editorial Leqtor), de Ricardo Moreno, porque comparto buena parte de sus reflexiones sobre el deterioro de la ense?anza a ra¨ªz de la reforma educativa propiciada por la LOGSE. Por ello lamento m¨¢s no compartir el contenido de su art¨ªculo Algunos males del sistema educativo (EL PA?S, 4-12-08) en donde -como acertadamente replicaba Juli¨¢n Moreiro en Cartas al Director (6-12-08)- atribuye a la actual legislaci¨®n educativa toda la responsabilidad de los fracasos escolares y reserva a los profesores el buen hacer que evita el hundimiento completo del sistema. Llevo m¨¢s de veinte a?os de docencia en tres comunidades aut¨®nomas y, pese a haber padecido cuatro reformas educativas (LOGSE, LODE, LOCE y LOE), ninguna de ellas ha modificado mayormente mi manera de ense?ar. Cambian los temarios, el n¨²mero de horas lectivas, los libros y soportes tecnol¨®gicos pero no por ello cambia el modo de trabajar de buena parte del profesorado. Para bien y para mal.
Un buen profesor es el que contagia y transmite al alumnado su inter¨¦s por la asignatura
Como cuando empec¨¦, sigue habiendo profesores que se jactan de haber suspendido a toda la clase como si ello proclamara su calidad; los hay que alardean de no aprenderse jam¨¢s los nombres de sus alumnos -"material fungible", dicen-, los que se indignan porque el programa inform¨¢tico ya no admite el cero como calificaci¨®n y quienes presumen de no corregir m¨¢s de un ejercicio por alumno y evaluaci¨®n. Junto a ellos, los hay que preparan sus clases con la ilusi¨®n del primer d¨ªa pese a estar a punto de jubilarse o los que tratan al alumno con una delicadeza que ¨¦ste no hab¨ªa conocido jam¨¢s; en fin, muchos profesionales excelentes que se ganan el respeto y el aprecio de alumnos, padres y compa?eros por la generosidad con la que ofrecen su tiempo, su esfuerzo y sus conocimientos a la comunidad educativa.
Como en botica, en nuestros centros escolares hay de todo, profesores magn¨ªficos y p¨¦simos, mediocres, aburridos y quemados, trabajadores y vagos; un fiel mosaico social que permite a los alumnos comparar, contrastar y preferir. Nada nuevo bajo el sol. Y en esto disiento radicalmente de Ricardo Moreno: es tal la desidia y la incapacidad de la Administraci¨®n para promover las buenas pr¨¢cticas docentes y para penalizar las nefastas, que las modificaciones legislativas no ejercen, en mi opini¨®n, excesiva influencia en el n¨²cleo de la vida escolar, en la manera en que el profesor se relaciona con los alumnos en el interior del aula. Por lamentable que pueda considerarse esta incapacidad burocr¨¢tica para concretar estas reformas legislativas -los inspectores no quieren l¨ªos y los equipos directivos est¨¢n sobrecargados de trabajo y carecen de competencias para gestionar adecuadamente sus recursos humanos-, y por las noticias que llegan de la Universidad en relaci¨®n al Nuevo M¨¢ster de Formaci¨®n del Profesorado con el que se pretende sustituir al Certificado de Aptitud Pedag¨®gica (CAP), actual requisito did¨¢ctico para acceder a la Funci¨®n Docente, parece preferible optar por la actual desidia antes que someterse al imperio de la jerga pedag¨®gica.
Como se?ala el propio Moreno y como sostienen los firmantes del art¨ªculo La estafa de ense?ar a ense?ar (EL PA?S, 8-12-08), la disociaci¨®n entre contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales que consagrara la LOGSE ha dado pie a mucha charlataner¨ªa sobre c¨®mo ense?ar matem¨¢ticas a cargo de quienes no tienen ni idea de Matem¨¢ticas. Yo tambi¨¦n creo que no hay pedagog¨ªa m¨¢s fiable que la de un profesor empapado en su especialidad a la hora de contagiar y transmitir al alumnado su inter¨¦s por la asignatura. Ahora bien, si para la Administraci¨®n no parece estar claro qu¨¦ se entiende por un buen profesor, fi¨¦monos de los alumnos, de los de ahora y de los que un d¨ªa fuimos, y coincidiremos en sus principales atributos: el que logra ense?ar su materia de un modo ameno y no excesivamente severo, s¨ª, pero sobre todo el que les estimula para que sigan aprendiendo por su cuenta.
Aun a riesgo de enemistarme con alg¨²n colega, precisar¨¦ un poco m¨¢s algunos peligros que amenazan la calidad de nuestro ejercicio docente. Es obvio que hablo en primera persona del plural. Cuando aludo a la amenidad de las clases no me refiero a quienes cuentan chistes ni sazonan con batallitas personales el tiempo lectivo. Hay demasiados profesores que utilizan la tarima para desahogarse del poco caso que les deben hacer fuera de clase. No, me refiero a la amenidad derivada del inter¨¦s con que se vive el estudio, el aprendizaje y el conocimiento en su relaci¨®n con la vida cotidiana, la actualidad sociopol¨ªtica, la capacitaci¨®n profesional o el mero placer intelectivo. Por rigor excesivo entiendo la desproporci¨®n que a veces se produce entre lo que un profesor da y lo que pide. Desconf¨ªo por principio de quienes desprecian el bajo nivel de sus alumnos pero no se molestan en comprobar c¨®mo toman apuntes o c¨®mo expresan lo supuestamente entendido. No mandan tareas ni ejercicios para no dedicar tiempo a corregirlos, no facilitan la confianza ni el respeto imprescindibles para que el alumno formule sus dudas sin temor y no pierden el tiempo comprobando qu¨¦ errores cometen sus estudiantes y c¨®mo ayudar a enmendarlos. El buen profesor ha de trasmitir que su exigencia empieza consigo mismo y por eso exige en proporci¨®n al esfuerzo que realiza. Digan lo que digan las sucesivas reformas educativas, en nuestros centros educativos sigue habiendo demasiados profesores encantados de o¨ªrse a s¨ª mismos, repitiendo la misma matraca de aula en aula, enfadados porque los alumnos muestran cada vez menos inter¨¦s por sus discursos.
Francamente, creo que hablamos demasiado y ello incita al aburrimiento y a la desconexi¨®n mental. Somos efectivos ense?ando al alumno a pasar horas muertas haciendo como que hace algo, pero no acabamos de lograr que escriba, lea, resuma, entienda, pregunte, explique, argumente, asimile; en suma, act¨²e. Y es que no fue la LOGSE quien propuso por primera vez el protagonismo del alumno en el proceso educativo.
Lamento repetirme pero yo creo que fue Plat¨®n, en el libro VII de La Rep¨²blica, cuando dice que la educaci¨®n no es dar vista al ojo que no la tiene sino orientar la visi¨®n de quien, ya teni¨¦ndola, no la dirige hacia donde es menester. El buen profesor no ser¨¢, por tanto, quien avasalle al estudiante con su sabidur¨ªa sino quien oriente y tutele el camino que ¨¦ste ha de recorrer. ?C¨®mo conseguir, entonces, que el profesorado realice su trabajo lo mejor posible? No tengo ni idea, Ricardo, pero no por ello atribuyo a las leyes competencias que no ejecutan ni exculpo a los profesores de la parte de responsabilidad que tenemos por aferrarnos a h¨¢bitos perezosos y obsoletos que contribuyen al fracaso escolar que tanto nos preocupa.
No quisiera terminar estas l¨ªneas sin relacionar todo lo dicho con el art¨ªculo Educaci¨®n para el segregacionismo que Enrique Gil Calvo escribi¨® hace ya un tiempo (EL PA?S, 23-10-08). En ¨¦l buscaba respuesta a la aparente paradoja de que est¨¦ creciendo la ense?anza concertada cat¨®lica en un pa¨ªs cada vez m¨¢s laico. ?l incid¨ªa en una explicaci¨®n de tipo clasista con la que coincido pero a la que me gustar¨ªa a?adir un par de apuntes. Los equipos directivos de los centros privados gestionan la labor del profesorado de un modo mucho m¨¢s eficaz a la hora de atender a los padres, controlar su rendimiento docente y asegurar una atenci¨®n extrema a los temas de disciplina, sanciones, modales, etc. Desde un punto de vista sindical ser¨¢ discriminatorio, pero me parece que a los padres no les importa mucho. El d¨ªa en que la funci¨®n directiva de los centros p¨²blicos se dignifique, se profesionalice y se estabilice quiz¨¢s podamos invertir esta lamentable tendencia actual del sistema educativo p¨²blico que contrar¨ªa su funci¨®n principal, la de velar por la igualdad de oportunidades del conjunto de la poblaci¨®n.
Vicente Carri¨®n Arregui es profesor de Filosof¨ªa en un instituto de ense?anza secundaria
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