En potencia
En el problema del aborto, a m¨ª me parece que ser¨ªa de utilidad aplicar una distinci¨®n que cuenta con el aval filos¨®fico de dos mil quinientos a?os de antig¨¹edad. Arist¨®teles admite que el ser puede decirse de muchas maneras, entre ellas el ser en potencia y el ser en acto. Se afirma de un ser que es en potencia (d?namis) cuando posee la capacidad, generalmente brindada por la materia que lo compone, de ser otra cosa. Para entendernos, se dice que un roble es una silla en potencia, o una puerta en potencia, o le?a en potencia porque, en el caso de que intervengan un le?ador y un carpintero, su madera puede adoptar todas esas nuevas identidades y convertirse en otra cosa que no era antes. En el momento en que dicha transformaci¨®n se produce, se alcanza el acto. Se afirma de un ser que es en acto (en¨¦rgeia) cuando ha realizado alguna de sus potencialidades, porque existen muchas. Un ni?o es un abogado en potencia, a la vez que un m¨¦dico, y un paracaidista, y un marido, y un cad¨¢ver: algunas de esas posibilidades ser¨¢n cumplidas por el ni?o, ya adulto, en el proceso de su existencia, mientras que otras no. La potencia vive dentro del ser s¨®lo de una manera indirecta, en forma de negativo, como un hueco que se podr¨ªa llenar pero que no es necesario cubrir siempre. El roble, una vez talado, puede acabar adoptando el semblante de un armario, pero mientras permanece en el bosque, erguido sobre sus ra¨ªces, no es armario en absoluto, y puede que jam¨¢s llegue a convertirse en mueble de ninguna manera sin dejar por ello de ser roble. Del mismo modo, el embri¨®n que se nutre de los efluvios de su madre en el centro del vientre es beb¨¦ en potencia, como aborto en potencia, material de laboratorio en potencia y alumno de una guarder¨ªa en potencia, pero en acto se reduce simplemente a lo que constata la ecograf¨ªa, a un embri¨®n; es decir: a un organismo en gestaci¨®n, no formado del todo, que si la naturaleza sigue su curso llegar¨¢ en alg¨²n momento a constituir una cr¨ªa. Por tanto, referirse al feto como a un individuo, otorgarle los rasgos de un ser vivo independiente, concluso y capaz de responder por s¨ª mismo a los avatares que le plantea el medio, es un error que confunde la potencia con el acto. El feto no puede ser asesinado, porque s¨®lo se asesina a las personas, y a esa criatura todav¨ªa le resta un largo camino para merecer ese nombre. Del mismo modo, creo, nadie pensar¨¢ en colocar un roble en el sal¨®n o la alcoba de su casa para guardar la ropa, por la sencilla raz¨®n de que, aunque pueda ser un armario, no lo es todav¨ªa.
Se me puede acusar de extraviarme en cuestiones bizantinas; por muy alambicados y est¨¦riles que resulten mis argumentos lo triste es que siguen conservando vigencia. Quiero decir: que la discusi¨®n a la que tratan de contribuir sigue tan encendida como en los tiempos en que Arist¨®teles los emple¨® por vez primera, aunque con fines distintos a los m¨ªos. Siguen existiendo sujetos que sientan alegremente que el aborto constituye un crimen no menos nefando que los que a diario perpetran el cuchillo del marido celoso o la silla el¨¦ctrica, y que eso ofrece motivos m¨¢s que sobrados para limitar la libertad de las mujeres a la hora de decidir lo que quieren hacer con sus vidas y con la de la criatura a medio hacer que transportan en su interior. Sin ir m¨¢s lejos, es el punto de vista del Foro de la Familia, que la semana pasada inici¨® en Sevilla una agresiva campa?a contra la reforma de la ley de aborto que ahora piensa llevar por toda Espa?a. Sin entrar a discutir las razones de peso por las que toda mujer deber¨ªa disfrutar del derecho a decidir si desea o no convertirse en madre, debemos exigir a estos campeones de lo inacabado que revisen sus diccionarios: no vaya a ser que alguien les acuse de asesinos por romper un huevo o tostar semillas, que podr¨ªa.
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