Llega la primavera
Llega la primavera y con ella, como ocurrir¨¢ en todas las primaveras de nuestras vidas, tambi¨¦n llega el recuerdo del 11-M. Un negro recuerdo para todos y una realidad muy amarga para las v¨ªctimas, que se resignan a tragar saliva mientras otros alborotan. Precisamente aquel d¨ªa por la tarde ten¨ªa que ir a Guadalajara a presentar una novela, pero por la ma?ana empezaron a llegar noticias, cuya dimensi¨®n fue creciendo y creciendo hasta culminar en el horror total. Todos ten¨ªamos que hacer algo aquel d¨ªa que dejamos de hacer. Todos ten¨ªamos alguna preocupaci¨®n que nos parec¨ªa importante y que dej¨® de serlo. Todos dejamos de pensar por un momento en nuestras cosas. La vida se interrumpi¨® y cay¨® el silencio, hasta el punto de que recuerdo las im¨¢genes de la cat¨¢strofe en televisi¨®n mudas, sin sonido. Y si yo era solamente alguien que ve¨ªa la cat¨¢strofe en televisi¨®n, ?c¨®mo la recordar¨¢n los que estaban en los trenes? Los criminales mancharon la primavera para siempre. El otro d¨ªa le o¨ª decir a una de las v¨ªctimas que cuando en el juicio vio a los terroristas isl¨¢micos le sorprendi¨® que fueran de carne y hueso, porque no le parec¨ªa que lo de aquel d¨ªa lo hubiese podido hacer un ser humano.
Llega la primavera y con ella la eterna pol¨¦mica sobre el aborto. Enseguida sale a relucir eso del derecho a la vida y las opiniones m¨¢s absurdas y extravagantes que uno se pueda imaginar. Uno de los comentarios m¨¢s idiotas que he o¨ªdo lo solt¨® un soci¨®logo en televisi¨®n, recostado en una silla del plat¨®. Con voz agotada de pensar tanto dijo que por lo general detr¨¢s de la defensa del aborto se esconde alguna experiencia personal de esa mujer en particular o de su entorno. Con un par de narices. Pues no se?or, son millones las mujeres que no han tenido ninguna experiencia personal en ese sentido, que no necesitan haber abortado ni que lo haya hecho alguien de su familia para ponerse en la piel de quien se encuentre angustiada ante la tesitura de traer o no un hijo al mundo por los motivos que sean (puede que en su situaci¨®n yo hubiese hecho lo mismo), porque no olvidemos que es ella quien lo trae, ni los obispos, ni los que se echan las manos a la cabeza, ni los puros de pensamiento, palabra y obra, es a ella y s¨®lo a ella a quien se le hinchar¨¢n los pies, la barriga y los pechos, la que tendr¨¢ que parir y amamantar, la que ver¨¢ peligrar su trabajo y muchas cosas m¨¢s y la que ser¨¢ madre para el resto de sus d¨ªas. Y aun as¨ª, teniendo que soportar todo esto, para una mujer merece la pena y le cuesta un verdadero calvario dar el paso de interrumpir su embarazo.
Otro comentario sin igual fue el de una lumbrera que dijo que de seguir as¨ª el aborto iba a ser usado como m¨¦todo anticonceptivo. Llegados a este punto, lo mejor ser¨ªa que los hombres no opinaran sobre algo que es tan abstracto para ellos.
Por suerte, no todos son como este elemento que no tiene ni idea de lo agresivo que es para el cuerpo de una mujer abrirse de piernas y que hurguen en su interior y que le arranquen una parte de s¨ª misma, aparte de lo tocada que la deja emocionalmente. Los hombres (y las mujeres) que hablan as¨ª consideran a las mujeres puros recipientes de vida, una f¨¢brica de c¨¦lulas o algo as¨ª, y que hay que vigilarlas para que no estropeen el producto. Los que hablan as¨ª consideran a las mujeres unas desalmadas que a la m¨ªnima se deshacen de sus fetos. Pero la cuesti¨®n es que es la mujer quien sufre esta experiencia dentro de su propio ser con multitud de implicaciones que pueden llevarla a abortar, un acto siempre traum¨¢tico y nunca por capricho. Por capricho se hacen las cosas agradables, no las desagradables.
El concepto del derecho a la vida tiene tantos campos donde desarrollarse que parece rid¨ªculo que se centre exclusivamente en el aborto, en proyectos de seres que a¨²n no han llegado a serlo. Tambi¨¦n tendr¨¢n derecho a la vida las legiones de ni?os que ya est¨¢n realmente vivos y adem¨¢s hambrientos con moscas revolote¨¢ndoles sobre sus huesos. Y las legiones de ni?os armados que han visto y hecho cosas en la guerra que los marcar¨¢n de por vida, y los que son usados sexualmente, y los que trabajan de sol a sol sin que casi nadie piense en ellos. ?Hay derecho a eso?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.